El País Digital
Lunes 
7 agosto 
2000 - Nº 1557
 
ESPAÑA
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Ley de Extranjería. Todas las claves de la reforma del Gobierno
 

Quito en un parque de Madrid 

El número de ecuatorianos empadronados en la capital de España se ha quintuplicado en un año 

BEGOÑA AGUIRRE, Madrid 
El madrileño parque del Oeste se convierte, los jueves y los domingos por la tarde, en un barrio de Quito. Centenares de ecuatorianos escuchan música de su tierra, juegan al voleibol y degustan platos típicos como el hornado de cerdo o el yaguarlocro (vísceras de ternera con patata) en una zona deportiva junto al paseo de Camoens. La escena se repite cada domingo en La Chopera del Retiro.
 
 

Y es que en el último año, tras la grave crisis política y económica que azotó Ecuador a comienzos de 1999, la colonia de inmigrantes en Madrid de este país andino, que tiene alrededor de 11 millones de habitantes, se ha multiplicado por cinco. En la capital hay ahora empadronados 30.398 ecuatorianos, frente a los 6.401 de hace un año, lo que convierte a esta comunidad de extranjeros en la más numerosa de la ciudad. Suponen el 20% de los 141.000 inmigrantes censados en la capital.
 
 

Susana, una peluquera estilista de 40 años, no figura todavía en ningún padrón. Pero ya forma parte de la comunidad ecuatoriana emigrada a Madrid. Llegó hace sólo una semana para probar fortuna y, como todavía no ha conseguido trabajo, lleva sus tijeras, lacas y cepillos al parque del Oeste para cortar el pelo a quien lo quiera, por 500 pesetas.
 
 

En siete días ha notado ya el contraste entre lo que le habían contado de España y lo que se ha encontrado. "Ya veo que sin papeles está difícil encontrar trabajo y que lo poco que sale es para estar de cachifa (empleada doméstica que limpia y cuida de niños o ancianos)", explica esta mujer que regentaba una peluquería en Quito. "El problema es que allí los sueldos no alcanzan para nada porque el país está hecho pedazos y con la dolarización menos, así que me decidí a venir aquí", explica.
 
 

Todavía se le humedecen los ojos cuando piensa en el marido y los tres hijos de 22, 20 y 13 años que ha dejado atrás. Pero procura ser positiva: "He venido a luchar, pero si lo veo todo perdido me volveré", asegura.
 
 

Sin embargo, el retorno no es fácil. Para viajar a España ha tenido que pedir dinero a un prestamista hipotecando el coche de su marido, un bien preciado en Ecuador. Le han prestado el importe del vuelo de ida y vuelta y los 2.000 dólares con los que convencer a las autoridades fronterizas de que ella es una turista y no una inmigrante económica. Esta posibilidad de entrar al país sin necesidad de visado, que no tienen por ejemplo los inmigrantes marroquíes o del África negra, es la que ha facilitado la llegada de tantos ecuatorianos.
 
 

Los 2.000 dólares ya los devolvió, a través de las empresas de envío de remesas, una vez traspasado el control fronterizo del aeropuerto de Barajas. Pero aún debe abonar el dinero del billete más los intereses, de hasta el 25%, impuestos por el prestamista. En total casi 300.000 pesetas.
 
 

Dora Aguirre, presidenta de la Asociación Hispano Ecuatoriana Rumiñahui (91 5077168), fundada en 1997, explica que la mayoría de los inmigrantes contrae deudas cercanas al medio millón de pesetas, a devolver en plazos de seis meses a un año, para cumplir su sueño.
 
 

"Por eso sufren grandes agobios por encontrar un trabajo y acaban aceptando sueldos por debajo de lo que pagan a los españoles y a otros inmigrantes más antiguos. En el servicio doméstico vienen a ganar de 85.000 a 100.000 pesetas y en la construcción, sobre todo en reformas de pisos, a menudo sin contrato, también unas 100.000", asegura.
 
 

Otras ocupaciones son las empresas de mudanzas y la recogida de cartón por las calles: "Es frecuente trabajar sin contrato y pagarse uno mismo la Seguridad Social para mantener el permiso de residencia", añade Aguirre.
 
 

El primer año todos los esfuerzos son pocos para pagar la deuda. La morosidad supondría la pérdida de los bienes hipotecados y el desprestigio para la familia que vive en Ecuador.
 
 

Pero esta lucha por el trabajo, que buscan a través de compatriotas, del Segunda mano y de las parroquias, va acompañada de otras para obtener el permiso de residencia y lograr un lugar para vivir. A medida que se salvan los obstáculos la idea de retornar se diluye y muchos acaban asentándose y trayendo a su familia.
 
 

La obtención de la residencia es también más sencilla para los ecuatorianos que para otros inmigrantes porque a ellos, debido a una serie de acuerdos que también existen con Chile y Perú, el Ministerio de Trabajo no les puede denegar una autorización laboral con el argumento de que existen parados españoles en el sector en el que van a emplearse.
 
 

Susana, que en Ecuador vivía con su familia en una casa sin lujos pero en la que no faltaba el espacio y la intimidad se enfrenta ahora al hacinamiento. Va a pagar 10.000 pesetas al mes por una cama en un piso de San Bernardo (Chamberí) con otros 11 ecuatorianos (cuatro por habitación). Las mujeres que trabajan de internas y sólo utilizan la vivienda el fin de semana abonan 5.000 pesetas. Así pasan muchos ecuatorianos sus primeros tiempos de estancia en Madrid.
 
 

La asociación Rumiñahui regenta una bolsa de empleo y está empeñada en convencer a los ecuatorianos de la necesidad de desplazarse en grupos a otras comunidades como Aragón, donde hay más trabajo y mejor pagado y donde la vivienda y la manutención son más baratas para los inmigrantes. 

70 metros para 45 inquilinos

"En la emigración, como en todo, hay mucho listo que alquila un piso y lo subarrienda a otros compatriotas haciendo negocio con ello. Por eso estamos intentado que la gente recurra a servicios públicos como Provivienda, que avala el alquiler de pisos a jóvenes e inmigrantes, asegura Dora Aguirre. Pone como ejemplo un piso de 70 metros cuadrados en el distrito de Salamanca que era utilizado por 45 personas, unas sólo el fin de semana, y el resto, de forma permanente.
 
 

Narcisa, de 38 años, y Luis, de 32, comentan en un banco del parque lo que ellos llaman la gran mentira : "Los inmigrantes que regresan al Ecuador te pintan la vida en España mucho más fácil, supongo que para no sentirse fracasados", aseguran.
 
 

Pero Luis reconoce que a veces es uno mismo el que no quiere enterarse de lo que no le conviene. "Yo vi en Quito un reportaje en el que varios ecuatorianos advertían de que la vida en España era muy dura y recuerdo que pensé que decían aquello porque eran unos egoístas y no querían que viniésemos a hacerles la competencia", admite con sinceridad. 

200.000 personas han dejado Ecuador en los últimos seis meses 

MARCIA CEVALLOS , Madrid 
Los indígenas otavaleños han sido hasta ahora los ecuatorianos más conocidos en Europa. Hábiles artesanos y astutos comerciantes, ellos con el pelo largo, muy lacio y atado en un moño, y ellas vestidas con pareos azules y alpargatas blancas, han instalado sus quioscos de artesanía en los mercadillos de Amsterdam, París, en El Rastro de Madrid o en las Ramblas de Barcelona.
 
 

Ahora, sin embargo, la comunidad de ecuatorianos en el extranjero es cada vez más diversa y cada vez mayor. Una fuga masiva de miles de campesinos, artesanos, comerciantes y profesionales, se ha producido en los últimos dos años. Huyen de una de las más graves crisis económicas que ha afrontado el país suramericano desde los años 30.
 
 

En los últimos seis meses, 209.340 personas abandonaron Ecuador con destino a Europa. El número de emigrantes ecuatorianos en España ha pasado de 3.000 en 1997 a 70.000 en la actualidad, aseguran fuentes de la Embajada española en Quito consultadas por Efe. Sólo de la provincia de Azuay, al sur del país, han salido en los últimos seis meses entre 30.000 y 40.000 personas, dejando tras de sí pueblos fantasmas o habitados sólo por mujeres.
 
 

La crisis económica estalló en marzo de 1999. El factor desencadenante fue una virtual quiebra de la banca y la decisión del Gobierno del depuesto presidente Jamil Mahuad de incautar los depósitos bancarios de todos los ahorradores. La economía se quedó paralizada. Los artesanos y propietarios de pequeños negocios fueron arrastrados a la bancarrota. Grandes y medianas empresas disminuyeron sus plantillas o, sencillamente, cerraron sus puertas. El 18% de la población está desempleada y el 50% sobrevive del subempleo.
 
 

El Gobierno decidió a principios del año dolarizar la economía -eliminar el sucre, la moneda nacional, y reemplazarla por el dólar-, en un intento por frenar la voracidad de la inflación. Pero la situación económica no ha mejorado. El salario básico en Ecuador es de 49 dólares (8.000 pesetas al mes), y las alzas previstas por el actual Ejecutivo del presidente Gustavo Noboa no compensan la inflación, que en junio se situó en el 108 %.
 
 

Inestabilidad política
 
 

La crisis económica ha traído consigo una gran inestabilidad política. Ecuador ha tenido cuatro Gobiernos desde 1997 y ha vivido grandes sublevaciones de la población indígena, que representan el 40% de los habitantes del país, y que vive en condiciones de extrema pobreza, con ingresos de 3.000 pesetas mensuales. El Estado debe cubrir el pago de una deuda externa de 16.000 millones de dólares, y mantiene, con bastante frecuencia, a maestros y funcionarios impagados.
 
 

Las dificultades migratorias que impone Estados Unidos han obligado a miles de ecuatorianos a abrir nuevas rutas hacia Europa. 

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