El País Digital
Jueves 
21 septiembre 
2000 - Nº 1602
CULTURA
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JOSÉ FERNÁNDEZ TORRES 'TOMATITO' • GUITARRISTA 

"Soy flamenco, pero estoy abierto a otras músicas" 

MARGOT MOLINA, Sevilla 
José Fernández Torres Tomatito, antes de
su concierto, ayer en Sevilla (A. Ruesga).
Su amigo Manuel Moreno Moraíto Chico, maestro en jondura a la guitarra, no titubea ni un segundo cuando tiene que definir a José Fernández Torres Tomatito. "Es uno de los guitarristas con mejor técnica, pero la pone al servicio del corazón. Eso lo convierte en la guitarra más gitana que existe". Y es que los noventa han sido años de recolección para este guitarrista que nació en Almería (1959) pero se crió en Málaga, la ciudad que arropó uno de los grandes encuentros del flamenco: Camarón y Tomatito.
 
 

El guitarrista obtuvo dos de los Grammy Latinos que se fallaron el miércoles pasado en Los Ángeles (Estados Unidos) y ayer estrenó el espectáculo Bajandí dentro de la Bienal de Flamenco de Sevilla. Los premios de jazz y flamenco son especialmente importantes para él porque suponen el reconocimiento de los dos caminos diferentes por los que transita su música; diversidad que no todos los aficionados al flamenco le aplauden.
 
 

Pregunta. Usted ya esperaba el Grammy de flamenco, que le han concedido por su grabación junto a Camarón París 1987, ¿Pero cómo se sintió cuando anunciaron primero el de jazz y oyó su nombre y el de Michel Camilo?
 
 

Respuesta. Lo primero que se me vino a la mente fue ¿no le van a quitar el premio a Camarón? La verdad es que no sabía si alegrarme por lo del jazz o no, porque eso podía significar no tener el de flamenco. Nunca pensé que me fueran a dar dos.
 
 

¿Cómo cree usted que afectarán esos galardones a su carrera?
 
 

Sé que después de los Grammy la gente te mira de otra manera. Musicalmente, te exigen más, pero eso es el precio que hay que pagar. ¡Habrá que apencar todavía más!
 
 

El reconocimiento internacional de su álbum Spain, en el que colabora con el pianista dominicano de jazz Michel Camilo, es un jarro de agua fría para el sector más ortodoxo del flamenco que ha criticado sus incursiones en otros géneros...
 
 

Siempre hay gente que no está de acuerdo con lo que hacen otros. Yo soy flamenco y nunca dejaré de serlo, pero también soy músico y estoy abierto a otras músicas. Si algo es bueno y lo puedo aprender e interpretar a mi forma, lo haré. No me importa lo que digan los puristas porque yo ya he demostrado durante muchos años que sé tocar por soleá o por seguiriyas.
 
 

¿Piensa que el mundo del flamenco es demasiado inmovilista?
 
 

Creo que no se debe agarrar tanto a la guitarra y al baile, hay que dejarlos volar. El cante es distinto, porque no se puede empezar a cantar una soleá y cambiarle el tono ochenta veces, como quieren hacer algunos cantaores jóvenes. A esos yo les digo: ¿Tú sabes el tono de verdad?, No, ¿pues entonces cómo vas a saber el de mentira?
 
 

Pasó 17 años junto a Camarón de la Isla pero, en realidad, ha sido después de su desaparición cuando usted se ha convertido en un concertista internacional.
 
 

Es verdad, pero yo me sentía mejor antes cuando estaba a su lado. ¡Gloria bendita es estar a su sombra! Los 17 años que me pasé tocando para Camarón no los cambio por ninguna carrera. Tenía carisma, era el centro de atracción allá donde íbamos. Si hablaba -Tomatito hace un gesto cómo si se limpiara un hilo de baba de la boca-, todos los escuchaban, era un mito vivo.
 
 

Bajandí, el espectáculo que estrenó ayer en el teatro de la Maestranza de Sevilla, dentro de la programación de la Bienal de Flamenco, ¿podrá verse en otros escenarios o es flor de un día?
 
 

A mí me gustaría poder hacerlo más, pero es difícil que todos los artistas que participan estén disponibles porque cada uno tiene sus compromisos. Carlos Benavent es el bajista de Paco de Lucía; la bailaora Juana Amaya -que ha estrenado Medea bajo la dirección de Pilar Távora en esta edición de la Bienal- tiene sus compromisos, y Moraíto Chico -que ha encabezado el grupo de artistas de Jerez reunidos en la Bienal en la sección Territorios-, está que no para.
 
 

Desde mediados de los noventa usted tiene más actuaciones en el extranjero que en España, ¿Se siente reconocido en su país?
 
 

Sí por el público, pero no por un determinado grupo de gente que son los que deciden quién es concertista de flamenco y quien no. Ellos todavía piensan que los gitanos estamos muy bien tocando para cantar o bailar, pero cuando hay que dar conciertos no se acuerdan de nosotros.
 
 

Además de su álbum Spain (2000), en el que colabora con Michel Camilo, usted tiene tres trabajos en solitario - Rosas del amor (1987), Barrio negro (1991) y Guitarra gitana (1999)-; ¿Incluirá a músicos de otros género en su próximo trabajo?
 
 

No lo he decidido aún. Siempre trabajo de la misma forma: primero tengo una idea y la desarrollo con la guitarra hasta tenerla muy clara. Es después cuando pienso sí quedaría bien o no incluir otras cosas.
 
 

¿El disco -que aún no tiene título y saldrá el próximo abril con el sello Universal- incluirá otras músicas además del flamenco?
 
 

Habrá bulerías, tangos y soleá; eso por descontado. Será flamenco tal y como yo entiendo ahora el flamenco, con todo lo que tengo acumulado de otros músicas. 
 
 

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