JOSÉ FERNÁNDEZ TORRES 'TOMATITO' • GUITARRISTA
"Soy flamenco, pero estoy abierto a otras músicas"
MARGOT MOLINA, Sevilla
José Fernández Torres Tomatito,
antes de
su concierto, ayer en Sevilla (A. Ruesga).
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Su amigo Manuel Moreno Moraíto Chico, maestro en jondura
a la guitarra, no titubea ni un segundo cuando tiene que definir a José
Fernández Torres Tomatito. "Es uno de los guitarristas con
mejor técnica, pero la pone al servicio del corazón. Eso
lo convierte en la guitarra más gitana que existe". Y es que los
noventa han sido años de recolección para este guitarrista
que nació en Almería (1959) pero se crió en Málaga,
la ciudad que arropó uno de los grandes encuentros del flamenco:
Camarón y Tomatito.
El guitarrista obtuvo dos de los Grammy Latinos que se fallaron el miércoles
pasado en Los Ángeles (Estados Unidos) y ayer estrenó el
espectáculo Bajandí dentro de la Bienal de Flamenco
de Sevilla. Los premios de jazz y flamenco son especialmente importantes
para él porque suponen el reconocimiento de los dos caminos diferentes
por los que transita su música; diversidad que no todos los aficionados
al flamenco le aplauden.
Pregunta. Usted ya esperaba el Grammy de flamenco, que le han
concedido por su grabación junto a Camarón París
1987, ¿Pero cómo se sintió cuando anunciaron primero
el de jazz y oyó su nombre y el de Michel Camilo?
Respuesta. Lo primero que se me vino a la mente fue ¿no
le van a quitar el premio a Camarón? La verdad es que no sabía
si alegrarme por lo del jazz o no, porque eso podía significar
no tener el de flamenco. Nunca pensé que me fueran a dar dos.
¿Cómo cree usted que afectarán esos galardones
a su carrera?
Sé que después de los Grammy la gente te mira de otra
manera. Musicalmente, te exigen más, pero eso es el precio que hay
que pagar. ¡Habrá que apencar todavía más!
El reconocimiento internacional de su álbum Spain,
en el que colabora con el pianista dominicano de jazz Michel Camilo,
es un jarro de agua fría para el sector más ortodoxo del
flamenco que ha criticado sus incursiones en otros géneros...
Siempre hay gente que no está de acuerdo con lo que hacen otros.
Yo soy flamenco y nunca dejaré de serlo, pero también soy
músico y estoy abierto a otras músicas. Si algo es bueno
y lo puedo aprender e interpretar a mi forma, lo haré. No me importa
lo que digan los puristas porque yo ya he demostrado durante muchos años
que sé tocar por soleá o por seguiriyas.
¿Piensa que el mundo del flamenco es demasiado inmovilista?
Creo que no se debe agarrar tanto a la guitarra y al baile, hay que
dejarlos volar. El cante es distinto, porque no se puede empezar a cantar
una soleá y cambiarle el tono ochenta veces, como quieren hacer
algunos cantaores jóvenes. A esos yo les digo: ¿Tú
sabes el tono de verdad?, No, ¿pues entonces cómo vas a saber
el de mentira?
Pasó 17 años junto a Camarón de la Isla pero,
en realidad, ha sido después de su desaparición cuando usted
se ha convertido en un concertista internacional.
Es verdad, pero yo me sentía mejor antes cuando estaba a su lado.
¡Gloria bendita es estar a su sombra! Los 17 años que me pasé
tocando para Camarón no los cambio por ninguna carrera. Tenía
carisma, era el centro de atracción allá donde íbamos.
Si hablaba -Tomatito hace un gesto cómo si se limpiara un hilo de
baba de la boca-, todos los escuchaban, era un mito vivo.
Bajandí, el espectáculo que estrenó ayer
en el teatro de la Maestranza de Sevilla, dentro de la programación
de la Bienal de Flamenco, ¿podrá verse en otros escenarios
o es flor de un día?
A mí me gustaría poder hacerlo más, pero es difícil
que todos los artistas que participan estén disponibles porque cada
uno tiene sus compromisos. Carlos Benavent es el bajista de Paco de Lucía;
la bailaora Juana Amaya -que ha estrenado Medea bajo la dirección
de Pilar Távora en esta edición de la Bienal- tiene sus compromisos,
y Moraíto Chico -que ha encabezado el grupo de artistas de Jerez
reunidos en la Bienal en la sección Territorios-, está
que no para.
Desde mediados de los noventa usted tiene más actuaciones
en el extranjero que en España, ¿Se siente reconocido en
su país?
Sí por el público, pero no por un determinado grupo de
gente que son los que deciden quién es concertista de flamenco y
quien no. Ellos todavía piensan que los gitanos estamos muy bien
tocando para cantar o bailar, pero cuando hay que dar conciertos no se
acuerdan de nosotros.
Además de su álbum Spain (2000), en el que colabora
con Michel Camilo, usted tiene tres trabajos en solitario - Rosas del
amor (1987), Barrio negro (1991) y Guitarra gitana (1999)-;
¿Incluirá a músicos de otros género en su próximo
trabajo?
No lo he decidido aún. Siempre trabajo de la misma forma: primero
tengo una idea y la desarrollo con la guitarra hasta tenerla muy clara.
Es después cuando pienso sí quedaría bien o no incluir
otras cosas.
¿El disco -que aún no tiene título y saldrá
el próximo abril con el sello Universal- incluirá otras músicas
además del flamenco?
Habrá bulerías, tangos y soleá; eso por descontado.
Será flamenco tal y como yo entiendo ahora el flamenco, con todo
lo que tengo acumulado de otros músicas.
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