El País Digital
Domingo 
18 junio 
2000 - Nº 1507
CULTURA
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Los académicos destacan que el español y el inglés son las únicas lenguas que avanzan 

Ignacio Bosque augura un debate sobre qué norma lingüística deberá aplicarse 

EL PAÍS, Madrid 
La posible enseñanza obligatoria del español en las escuelas de Brasil "es una noticia excelente para el idioma y la cultura española", han coincidido en valorar representantes de dos generaciones de académicos de la Real Academia Española, Fernando Lázaro Carreter e Ignacio Bosque. "Está claro que el español y el inglés son las únicas lenguas que avanzan en el mundo", ha dicho el primero. Bosque apunta el debate sobre qué norma lingüística deberá aplicarse, si la española o la hispanoamericana. Hoy, más de 330 millones de ciudadanos del planeta se comunican en español.
 
Ignacio Bosque.
En opinión de Lázaro Carreter, "ambas lenguas [español y portugués] saldrán ganando" con esta experiencia educativa, si bien entiende que "nunca este tipo de convivencias idiomáticas se hacen impunemente. Nunca los bilingües son tales", recalca. "Siempre habrá una ósmosis".
 
 

Para Ignacio Bosque, catedrático de Filología Española en la Universidad Complutense de Madrid, una cuestión que habrá que debatir es qué español se va a enseñar en las escuelas brasileñas. "No sé si se ha abordado todavía este tema desde España. Teniendo en cuenta qué países rodean a Brasil, tendría más sentido que fuera la norma hispanoamericana. Hay algunas diferencias léxicas y sintácticas que son las que se van a encontrar los brasileños en los países que tienen de vecinos".
 
 

El acercamiento linguístico hispano-brasileño no es, sin embargo, un fenómeno nuevo, indica Bosque. "Ya son muchos los brasileños que hablan español. Un buen ejemplo es que, por primera vez, el presidente de la Asociación Linguística de América Latina (Alfal) es un brasileño".
 
 

El lingüista norteamericano Steven Fischer declaraba recientemente a la revista brasileña Veja su convencimiento de que en el futuro los ciudadanos del mundo, que hoy se comunican en 6.800 idiomas, lo harán fundamentalmente con tres: inglés, chino y español. Las nuevas tecnologías y la potencia política y económica de Estados Unidos favorece al primero. Pero la pujanza demográfica de los hispanos en la Unión configuran a este país como algo que ya ha definido el propio presidente Bill Clinton: el segundo país hispanohablante del mundo.
 
 

De los 250 millones de estadounidenses, casi 31 son hispanos, según los últimos datos de la oficina del censo de EE UU. Y el idioma en el que se expresan no es sólo una herencia materna de cientos de miles de inmigrantes, sino también una apuesta de moda y de futuro entre los estudiantes. El español es el segundo idioma elegido por el 80% de los estudiantes de secundaria de Estados Unidos, donde no es obligatoria esta enseñanza, según datos del anuario del Instituto Cervantes. En este informe se calcula que, a mediados de este siglo, un 6% de la población mundial hablará el idioma de Cervantes. El número de hispanohablantes en el planeta supera los 330 millones. En 21 países es la lengua oficial.
 
 

De todas formas, el auge del español no transita precisamente por un camino de rosas. En Estados Unidos libra continuas batallas contra los intentos públicos y privados por frenar su crecimiento. El Estado de California prohibió recientemente en las escuelas la enseñanza bilingüe que incluía al español. Y cada vez son más las empresas que aplican políticas internas de english only para evitar tentaciones.
 
 

Nada de esto vale en campaña electoral. O todo vale, visto de otra forma, en la caza del voto. Bill Clinton empezó a usar el español en algún discurso en 1998 y hoy le imitan los candidatos a sucederle en la Casa Blanca, Al Gore y George W. Bush, colgando páginas de Internet en este idioma. Curiosamente, en este país se venden más libros en español que en Chile y Venezuela juntos, según datos del Ministerio de Cultura de 1998.
 
 

Las batallas se libran también cerca de la casa matriz. A finales de 1999, España amenazó con boicotear los consejos informales de ministros de la Unión Europea si prosperaba el proyecto de imponer el alemán, además del francés y el inglés, como idioma oficial de trabajo, en detrimento del español. Los ojos siguen vigilantes para que ningún boletín informativo ignore un idioma que, por cierto, está escogiendo el 65% de los estudiantes franceses de secundaria. 
 

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