Los últimos de la mili
EL SERVICIO militar obligatorio, vigente en España desde hace
165 años, pasó ayer a la historia con el sorteo de los mozos
pertenecientes al reemplazo del año 2001. Los protagonistas de este
acontecimiento histórico -los últimos de la mili- han sido
poco más de 90.000 jóvenes nacidos en 1982, a los que, mediante
sorteo informático, les ha correspondido incorporarse a las Fuerzas
Armadas entre enero y marzo del próximo año. El 31 de diciembre
de 2001 ya no quedará ningún recluta forzoso, abriéndose
un nuevo periodo con unas Fuerzas Armadas enteramente voluntarias y profesionalizadas.
Desde que en 1989 el Centro Democrático y Social (CDS) del ex
presidente Adolfo Suárez introdujera en su programa electoral la
reducción de la mili, esta cuestión ha estado presente en
todas las campañas electorales. Aunque los socialistas se definieron
por un modelo de Ejército mixto -en parte profesional, en parte
forzoso-, la puja electoral pronto impuso la supresión del servicio
militar obligatorio, materializada en el acuerdo alcanzado entre el Partido
Popular y CiU al inicio de la anterior legislatura. Desde ese momento,
y con la fecha de 2002 fijada con antelación para la supresión
de la mili, la desbandada entre los jóvenes llamados a filas ha
sido generalizada. La prórroga por estudios -unos 900.000 jóvenes
disfrutan de ella actualmente-, la objeción de conciencia o la deserción
han sido las vías de escape de los jóvenes para eludir un
servicio cuya desaparición había sido decretada de antemano.
Y todo hace suponer que la mayoría de los mozos elegidos para ser
"los últimos de la mili" van a hacer lo posible para soslayar ese
papel. Las dificultades para completar las plantillas de las unidades van
a aumentar, sin duda, en el último tramo de la mili obligatoria.
Era difícil que fuera de otro modo con una transición al
Ejército profesional tan prolongada como la diseñada por
el Gobierno del PP.
El servicio militar obligatorio se ha acabado y no hay que lamentarse.
Su vigencia en los tiempos actuales se había hecho inviable por
muchos conceptos. En primer lugar, por el rechazo mayoritario de las nuevas
generaciones, que lo consideraban una experiencia no sólo inútil,
sino perjudicial para sus estudios y para su incorporación a la
vida laboral. Pero también por la propia evolución de las
Fuerzas Armadas, cuyas tradicionales misiones de defensa del territorio
nacional han sido complementadas, si no sustituidas, por otras de carácter
internacional que exigen un personal profesionalmente capacitado y voluntariamente
comprometido con ellas. Es el signo de los tiempos, al que tampoco han
podido resistirse países de nuestro entorno tan identificados con
el modelo de leva forzosa, como Francia, que también tendrá
un Ejército completamente profesional a partir de 2002.
Los problemas serán ahora otros. En España, concretamente,
no se sabe todavía si la sociedad dispondrá de suficientes
recursos humanos, además de los presupuestarios, para mantener unas
Fuerzas Armadas con 102.500 efectivos de tropa profesional como los previstos
para enero de 2002. |