EL
MUNDO DE LOS ADOLESCENTES
Sólo
un 14% de los jóvenes se identifica con España
Un congreso
sobre adolescencia analiza las razones de la conflictividad del colectivo
de 12 a 18 años
|
|
|
Un
grupo de adolescentes utiliza sus móviles en un parque de Madrid.
( RICARDO GUTIÉRREZ ) |
|
PATRICIA
ORTEGA DOLZ |
Madrid
'Yo
creo que influye mucho la edad, aunque a mi hermana, cuando tenía
mi edad, la dejaban volver a casa menos tarde que a mí', dice un
adolescente de un grupo de chicos de entre 12 y 14 años. 'Nosotros,
así, insultamos a los profesores y eso. Porque, profesores que se
dejan, así, más o menos, conocer y que intentan conocernos
son dos o tres. Nada más', asegura una chica de un grupo de 14 a
16 años. 'En el baño, cuando entramos a beber agua, a hacer
pis o a lo que sea, entramos, cogemos un cacho de papel higiénico,
lo mojamos y lo pegamos al techo o algo', comenta un chaval entre las risotadas
de sus compañeros de 12 a 14 años. 'En mi instituto es que
siempre hay peleas fuera y al final llega la policía. A veces por
temas de costo (hachís) y eso, sabes, que se debe dinero',
cuenta una de un grupo de chicas de 14 a 16 años. 'Es que a estas
edades somos muy gamberros', reconoce un adolescente de primero de ESO.
'Hombre, hay más cosas, pero esas son las principales: el sexo,
las drogas y el alcohol', asegura una adolescente de un grupo de chicas
de tercero de ESO. 'Yo no soy nazi ni nada de eso, pero normalmente los
líos que hay suelen pasar todos por gitanos y moros', dice una voz
en un grupo de chicos de entre 12 y 14 años.
Éste
es un mosaico de las opiniones de jóvenes adolescentes madrileños
recogidas dentro de la colección de ediciones El niño
en Europa realizada por la Plataforma de Organizaciones de Infancia.
Los actos de gamberrismo y vandalismo que se suceden en los espacios públicos
y privados tienen con frecuencia a los adolescentes como protagonistas.
Recientemente volvían a convertirse en noticia las quemas nocturnas
de coches en Valencia y en el último estudio del Defensor del Menor
aparecían los menores valencianos como los que más delitos
cometieron durante el año 2001; los botellones-manifestación
de Cáceres ocupaban también importantes espacios informativos;
por no hablar de las reiteradas denuncias de los profesores por conflictos
y faltas de respeto en los institutos, los destrozos de mobiliario urbano
en el fin de semana, las peleas y la siniestra lista de accidentes de tráfico...
Todo ello ha provocado que se llegue a criminalizar a este colectivo abstractamente
conocido como menores y que se refiere a los chavales de entre 12
y 18 años. ¿Qué les pasa a estos jóvenes más
jóvenes?
Sociólogos,
educadores, psicólogos, filósofos, jueces de menores, asistentes
sociales y representantes de padres de alumnos se han dado cita esta semana
en Mollina (Málaga) en unas jornadas tituladas Las adolescencias:
realidades emergentes, organizadas por la Plataforma de Organizaciones
de la Infancia perteneciente al Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales,
con el fin de analizar las conductas de las personas que se encuentran
en esta franja de edad.
Allí
han llegado a una conclusión: la revolución tecnológica,
coincidente con el cambio de milenio, ha provocado cambios de tal magnitud
en la familia, el trabajo y el disfrute del ocio que los patrones de control
y educación que ayudaban a orientar las vidas de los más
jóvenes han quedado obsoletos.
'Los
padres están más preocupados de dónde están
sus hijos físicamente que de las páginas que visitan en Internet,
o de la gente con la que se comunican en los chats, o del
tipo de videojuegos que se compran, o de los programas que ven en televisión.
Están preocupados físicamente de sus hijos y no tanto moralmente,
cuando las nuevas tecnologías, desde la televisión hasta
Internet, han propiciado un importante desequilibrio en los valores asentados.
Pero Internet no es más que el reflejo de nuestra realidad plural,
así que no demonicemos la tecnología y aprendamos a dirigir
a nuestros hijos también por esos vericuetos digitales'. El que
habla es Santiago Lorente, doctor en Sociología y profesor de Sociedad
de la Información en la Universidad Politécnica de Madrid.
Es un entusiasta de las nuevas tecnologías, pero advierte seriamente
de que la frontera entre el uso y el abuso de las mismas está en
los valores imperantes en la sociedad y señala, con preocupación,
que los adolescentes de hoy no sólo utilizan todas las nuevas tecnologías
(televisión, vídeo, móvil, ordenador, videojuegos...)
sino que lo hacen 'compulsivamente' con todos los riesgos que esto entraña:
aculturación en lo banal, falta de ejercicios de imaginación,
individualismo, falta de habilidades sociales, infantilismo, consumismo,
adicciones y dependencias... La cuestión se centra entonces en los
valores que imperan en la sociedad actual y, según los expertos,
los valores que prevalecen son los económicos. Y advierten que se
corre el riesgo de que la sociedad se convierta en esclava de las nuevas
tecnologías por motivos estrictamente comerciales y lucrativos.
Así
lo expresa Alicia Mirayes, doctora en Filosofía por la Universidad
de Oviedo y profesora de enseñanza secundaria: 'Los adolescentes
hacen suyos y radicalizan los valores sociales con mayor consenso. Esos
son justamente los valores económicos que exaltan el individualismo
y ensalzan la competitividad, la eficacia, el éxito y la riqueza.
Dichos valores, fuera del contexto económico, tienen unas consecuencias
nefastas para el desarrollo del individuo porque no profundizan en el desarrollo
del civismo y no contribuyen a hacer una sociedad más justa. No
olvidemos que la adolescencia es justo el periodo en el que comienzan a
forjarse las identidades. El problema de nuestro tiempo es que el individualismo
ha sustituido al civismo y la máxima es que 'cada quien debe salvaguardar
sus propios intereses'.
Llegado
este punto, los analistas señalan que corresponde al Estado, a través
de las instituciones públicas, hacer frente a los poderes económicos
para garantizar una sociedad asentada sobre los valores de igualdad, solidaridad,
tolerancia, respeto. 'El Estado es quien está obligado a compensar
desigualdades y el sistema educativo existe y funciona para garantizar
unos valores fundamentales', dicen. Por eso, y como conclusión de
las jornadas, lanzan algunas propuestas:
-
Tomar medidas que permitan a los padres conciliar la vida laboral y la
vida familiar: los estudios recientes revelan que la incorporación
de la mujer al trabajo ha dado lugar a la llamada generación
llave: adolescentes a los que sus padres les dan la llave de una casa
en la que casi nunca hay nadie y, por tanto, pasan mucho tiempo solos viendo
la televisión o con amigos en la calle. Ambas formas de ocio se
han convertido, según los expertos, en los principales agentes socializadores
de los jóvenes, que absorben mucha información en una total
ausencia de crítica. Así, la mayoría de los adolescentes
se educan sin pautas de conducta claras.
-
Dotar de medios técnicos y humanos las escuelas e institutos. Los
profesores afirman sentirse incapacitados para atender a alumnos tan diversos
y dicen que necesitan el apoyo de especialistas como asistentes sociales,
psicólogos o pedagogos: 'No me siento preparado para dar clase cuando
tienes alumnos con minusvalías psíquicas y motoras de integración,
inmigrantes que no saben ni leer ni escribir que sólo están
ahí por la edad, chicos con problemas familiares graves que les
hacen conflictivos... En pro de la integración se están haciendo
cosas que, al final, profundizan en la marginación porque generan
alumnos estigmatizados por el fracaso escolar', dice Mariano Sánchez,
profesor de ESO en Torrepacheco (Murcia).
-
Incidir en una normativa que regule la televisión pública
para que no esté tan regida por la audiencia y sí por transmitir
valores cívicos que ayuden a los jóvenes a saber vivir mejor.
-
Educar con y en democracia, implicando a los jóvenes en las decisiones
que les atañen de manera que se sientan más comprometidos
con ellas y aprendan a valorarlas y respetarlas. El último estudio
de Instituto Idea refleja lo poco que valoran los adolescentes el sistema
democrático. Sólo un 30% cree que la democracia es insustituible,
mientras que el resto considera que es igual un régimen democrático
que uno autoritario o que la democracia sólo sirve si sabe dar solución
a los problemas (véase gráfico).
-
Enseñar a utilizar y socializar el uso de las nuevas tecnologías.
Los expertos han detectado una importante fractura social entre aquellos
chavales que tienen acceso a las nuevas tecnologías y los que no.
La
violencia, otra forma de expresión
'Durante
la adolescencia y la primera juventud se manifiesta con más frecuencia
que en otras edades el gusto por las situaciones de riesgo y por los comportamientos
transgresores de las normas. Esos comportamientos implican frecuentemente
el recurso a la violencia, relacionada con las actividades en grupo o pandilla',
explica José Antonio Alcoceba, profesor de Ciencias de la Información
en la Universidad Complutense de Madrid.Según datos del último
trimestre de este año, el 20% de los chavales entre 15 y 17 años
afirmaba haber participado alguna vez en enfrentamientos violentos con
amigos o compañeros de estudios. El 16% declaraba haber mantenido
enfrentamientos entre pandillas, bandas juveniles, rivales deportivos,
etcétera. 'Yo incluso he reunido a todos los colegios del barrio
para ir a pegar a una chica. Hasta en su casa y to, empecé
a... a tirar piedras a su casa y todo. Y ha tenido que venir incluso la
policía, pero no sé para qué ha venido...', cuenta
una chica de un grupo de 14 a 16 años. Un 9% ha participado alguna
vez en destrozos de mobiliario urbano u otros objetos como rayar coches,
y un 5% afirma haber mantenido enfrentamientos violentos con sus padres.
'Estas actitudes violentas son, a juicio de los propios adolescentes, reflejo
de la extensión de la violencia en nuestra sociedad', añade
Alcoceba. El 81% de los jóvenes considera que la violencia se encuentra
bastante o muy extendida en su entorno social, según los datos del
estudio sobre Los valores del alumnado de Educación Secundaria
de la Comunidad de Madrid realizado por el Instituto Idea. Esta violencia
es especialmente percibida por los jóvenes en los espacios de ocio,
seguida de la que aparece en el entono más cercano como el barrio
o el centro escolar. 'En el instituto se provoca la chispa y en la calle
el incendio', dice un chico de un grupo de primero de secundaria.Los adolescentes
creen que el chaval violento es aquel que tiene problemas en casa, que
tiene ganas de llamar la atención y obtener protagonismo: 'Yo creo
que es porque en sus casas no hay buen ambiente y es lo que aprenden',
dice una chica de tercero de la ESO.
Creciente
localismo juvenil
El
último estudio realizado por el Instituto de la Juventud (Injuve)
pone de manifiesto el creciente localismo que existe en la actual generación
de adolescentes. Según el estudio Informe de Juventud 2000, los
adolescentes españoles de entre 15 y 17 años son quienes
en mayor medida se sienten identificados con sus espacios geográficos
más cercanos. Así el 60% de estos jóvenes pueden calificarse
como localistas. Es decir, se identifican con su pueblo o ciudad y con
sus gentes.En mucha menor medida se identifican con España: sólo
un 14%; y con su comunidad autónoma: un 10%. La identificación
con Europa de los jóvenes pertenecientes a este grupo de edad es
prácticamente anecdótica: un 2%. Y tan sólo un 8%
de estos jóvenes se sienten y se identifican como 'ciudadanos del
mundo'.'Paradójicamente', explica el profesor de Ciencias de la
Información José Antonio Alcoceba, la visión localista
de los adolescentes se ha venido acentuando en los últimos años.
'En esta época de globalizaciones, los jóvenes españoles
parecen situarse demasiado apegados a su entorno afectivo: la familia y
el grupo de amigos. Estas querencias repercuten sin duda en cuestiones
como el tardío abandono de los jóvenes del hogar, la escasa
movilidad laboral, la visión etnocéntrica que impide entender
mejor fenómenos actuales como el de la inmigración, etcétera'. |