JOSÉ ANTONIO Y MARÍA • PADRES DE LA JOVEN ASESINADA EN
SAN FERNANDO
"Toda la sociedad tiene parte de culpa de la muerte
de mi hija"
SANTIAGO F. FUERTES, San Fernando
Los padres de Clara, ayer en su
casa de San Fernando (G. Cordero).
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José Antonio y María perdieron el pasado viernes a su hija
adolescente Clara a la que supuestamente apuñalaron dos de sus compañeras
de instituto y antiguas amigas. En un crimen que ha conmocionado a todos
y en el que ellos cargan con la parte más terrible, esta pareja
le exige a la sociedad y a los padres españoles que presten más
cuidado y atención a los adolescentes. "Todos tenemos culpa de la
muerte de mi hija, la sociedad en general, pero pienso que donde verdaderamente
comienza esa culpa es en la propia casa", destaca José Antonio con
aplomo. "Los padres tenemos que estar enterados de lo que hacen nuestros
hijos, de lo que les permitimos, lo que les quitamos. La primera educación
la tienen que recibir de nosotros y luego exigirles a los que les confiamos
la educación de nuestros hijos que ésta sea veraz, en la
que se les inculque los valores más básicos de las personas.
Tenemos que escuchar a nuestros hijos".
Los padres de Clara -que es así como ella prefería llamarse
y como sus padres piden que se la recuerde- no quieren calificar a las
familias de las presuntas asesinas. Tampoco se ensañan con las ahora
encarceladas, pero de momento no están dispuestos a perdonarlas.
"Ahora mismo no puedo perdonar ni sentir compasión hacia ellas,
yo sé que es irracional lo que siento, porque yo no soy de esta
manera de pensar. Yo sólo deseo que se haga justicia con nuestra
hija", asegura José Antonio. Su esposa añade que la justicia
le llega tarde a Clara, pero que hay que defender a los jóvenes
de otros como las presuntas asesinas de su hija, a las que no duda en calificar
como "monstruos". "No sólo han matado a mi hija, ahora yo sé
que voy a educar a mi hijo pequeño desde el miedo después
de lo que nos ha pasado. No voy a poder evitarlo", se lamenta con amargor
el padre.
Esta pareja originaria de Jaén, que se ha desplazado por varios
puertos españoles debido al trabajo de radarista de la Armada que
José Antonio ejerció durante 21 años, está
muy contrariada ante la posibilidad de que a las dos detenidas se les aplique
la futura Ley Penal del Menor y que su privación de libertad, si
se las considera culpables del asesinato, apenas llegue a los cinco años.
"Yo soy muy partidaria de defender al menor, pero no todos son iguales
y también hay que defender a mi hija, que la han matado y también
era menor", se queja María. José Antonio anuncia que va a
luchar para que esa ley se cambie y pide a quien le pueda asesorar que
se ponga en contacto con ellos. "No es sólo por lo que yo sienta
cuando vea dentro de poco a quien ha asesinado a mi hija disfrutando, es
que estas chicas pueden volver a matar", enfatiza el padre de Clara, que
tampoco pide cárcel para siempre, pero sí algún tipo
de confinamiento para las personas que puedan cometer este tipo de actos
y "que se estudien sus casos y así se puedan evitar".
Su dolor es especialmente intenso cuando narran la amargura de la noche
del viernes hasta que se encontró el cadáver de la adolescente,
ya por la mañana. José Antonio recuerda cómo él
venía cantando y muy contento en su coche, alrededor de la medianoche
desde el restaurante en el que trabaja de cocinero en Chiclana. "La felicidad
más hermosa que habíamos vivido", asegura, manaba de la vitalidad
de su hija, periodista vocacional, pero que por razones prácticas
para encontrar trabajo decidió que estudiaría para ser traductora
e intérprete.
Clara normalmente llegaba a casa sobre las once y media de la noche
y sus padres aseguran que siempre llamaba, aunque el retraso fuera de tan
sólo cinco minutos. Como la joven no llegaba, José Antonio
se montó en su coche y la buscó por toda la ciudad. Tras
constantes llamadas a su esposa, alrededor de la una y media de la madrugada,
acudió a la policía. María llamó a todos los
amigos de Clara. Nadie la había visto. A la una menos cuarto llamó
su novio y preguntó por ella. "Me sorprendió que no estuviera
con él", cuenta María. Entonces comenzó una febril
secuencia de llamadas. "En una de las agendas viejas de mi hija vi el nombre
de una de estas chicas y la llamé. Su madre la despertó y
la niña me dijo que no la había visto en toda la noche".
Lo más sorprendente es que, según María, la madre
de la ahora acusada de asesinato le comentó que su hija había
dejado un mensaje en el contestador diciéndole que si llamaba Clara
que le dijera que se habían ido a un cumpleaños". José
Antonio y María creen ahora que era una de las tretas urdidas por
las menores para tener una coartada.
María llamó al novio de su hija, que le dijo que ésta
había quedado con las otras dos adolescentes. La madre del joven
la vio con una de ellas. Además, una amiga le comentó que
una de las sospechosas del crimen "llevaba el pantalón muy manchado".
Este detalle les llevó a pensar lo peor. Una hermana de María
llamó desde Valencia a las dos menores y les dijo que mandaría
a la policía a casa. "La niña le dijo a mi hermana que aunque
fuera la policía, su pantalón ya estaba en la lavadora",
recuerda María, a la que también le viene a la memoria cuando
su hija se quedaba a dormir, como buenas, íntimas amigas con quien
ahora está acusada de haberla matado con extrema crueldad. "Lo que
más me duele es que antes del dolor, mi hija se llevó tan
terrible desengaño con esas chicas", destaca el padre de Clara.
José Antonio llegó a la casa cerca de las siete de
la mañana y llamó a la casa de la hija del militar, en donde
dormían las dos chicas. "Hablé con una y con la otra para
intentar pillarlas y me di cuenta de que me estaba engañando".
El padre de Clara se temió lo peor y se fue al descampado. "Estuve
a diez metros de ella, en la amanecida aquella, los dos solos, buscándonos,
ella a lo mejor quiso que no la viera, pero me hubiera gustado ver a mi
hija para poder auxiliarla, aunque fuera en la muerte". Posteriormente,
el novio y sus padres encontraron el cadáver de la joven. José
Antonio intentó ver el cuerpo entre forcejeos pero no le dejaron.
Recuperó la calma y pidió que le tomaran declaración.
Los testimonios de ambos llevaron a la detención de las dos.
Es difícil cuantificar el dolor, pero esta pareja pide, exige,
como prioridad que se limpie la memoria de su hija. Aseguran que han
sufrido mucho leyendo, escuchando o viendo informaciones que relacionaban
a su hija con drogas, rituales de espiritismo o alcohol. José
Antonio puntualiza que cuando habla de justicia "es justicia en general,
con el castigo a quienes le quitaron la vida y que se la recuerde como
ella fue. Ruego a los medios que limpien el nombre de mi hija, que digan
aunque sea en un párrafo chiquitito: 'Nos hemos equivocado. Perdón,
Clara".
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