Jueves, 31 de octubre de 2002
UN CREADOR COMPROMETIDO CON SU TIEMPO
La amplia filmografía de un cineasta que no quiso rendirse

Desarrolló su carrera a lo largo de 50 años 

 

AUGUSTO M. TORRES | Madrid

En su autobiografía Y todavía sigue (2002), Bardem se lamenta de las muchas películas que no pudo hacer como consecuencia de la dureza de la censura del régimen franquista. Pese a todo, su amplia filmografía contiene películas esenciales en la historia del cine español, y varias de ellas se convirtieron desde un primer momento en inteligentes radiografías críticas de una sociedad y un sistema político que primaba el servilismo sobre la inteligencia.

Tras finalizar la carrera de ingeniero agrónomo, en 1947 Juan Antonio Bardem comienza a estudiar dirección en la primera promoción del recién creado Instituto de Investigaciones y Experiencias Cinematográficas, pero no se licencia por no aprobar la práctica de fin de carrera. 

Debuta como realizador con la eficaz comedia realista Esa pareja feliz (1951), una hábil síntesis de las mejores de la época, que codirige con Luis García Berlanga. En un estilo muy distinto, mucho más personal, realiza a continuación Cómicos (1953), un excelente drama sobre el mundo de los actores de teatro, que el paso del tiempo le ha permitido salvar del esquematismo inicial para convertirse en un estupendo documental sobre una desaparecida forma de hacer teatro, oficio que conocía bien por sus padres, los estupendos cómicos Rafael Bardem y Matilde Muñoz Sampedro.

Tras la fallida comedia ternurista Felices Pascuas (1954), que muy poco o nada tiene que ver con el resto de su cine, y a pesar de la dureza de la censura del general Franco, Bardem filma tres películas fundamentales en la historia del cine español: comienza con la coproducción con Italia Muerte de un ciclista (1955), que relata los amores adúlteros entre un profesor universitario lleno de dudas y una burguesa muy segura de sí misma. Sigue con la coproducción con Francia Calle Mayor (1956), su obra maestra, personal y eficaz adaptación de La señorita de Trevélez, de Carlos Arniches, en torno a unos señoritos de provincias que gastan una broma de mal gusto a una solterona, y durante cuyo rodaje es detenido. Y, en tercer lugar, filma La venganza (1957), un drama rural sobre la reconciliación planteada por el Partido Comunista, demasiado distorsionado por la censura.

Durante el final de los años cincuenta y principios de los sesenta, Bardem tiene grandes dificultades para hacer su crítica sobre la realidad española y dirige tres desiguales películas características del cine de mensaje, típico de la época. Sonatas (1959), adaptación de la obra de Ramón del Valle-Inclán integrada por dos episodios, uno rodado en Galicia y el otro en México, donde en el último momento debe sustituir a Lucía Bosé por Aurora Bautista en un papel inadecuado para ella. A las cinco de la tarde (1960), drama taurino basado en una obra teatral de Alfonso Sastre. Y Los inocentes (1962), cuya acción, por razones de censura, se ve obligado a trasladar de San Sebastián a Mar del Plata. 

Al injusto fracaso de Nunca pasa nada (1963), uno de sus mejores filmes, un nuevo y más ambicioso retrato de la vida de provincias realizado a través de unos personajes de perdedores, le sigue Los pianos mecánicos (1965), una coproducción con reparto internacional, basada en la novela homónima de Henry-François Rey, cuyo éxito lanza a Bardem a la realización de un cine comercial.
 

Rodar para sobrevivir
 

Durante los últimos años de la dictadura, una de las peores etapas del cine español, Bardem se ve obligado a rodar para sobrevivir la producción bélica El último día de la guerra (1968), además de Varietés (1970), una nueva y mala versión de su gran película Cómicos, al servicio de Sara Montiel. En 1972 adapta a la pantalla La isla misteriosa, basada en la novela de Julio Verne, y dirige las irregulares historias policiacas La corrupción de Chris Miller (1972) y El poder del deseo (1975). 

Con la llegada de la democracia, vuelve a hacer el cine que le interesa: realiza El puente (1976) y Siete días de enero (1978), sobre los violentos sucesos de los primeros tiempos de la democracia. Rueda en Bulgaria su filme más caro, La advertencia (1982), una coproducción con la Unión Soviética. Y tras realizar algunos episodios y series para la televisión, finaliza su carrera como director de largometrajes con Resultado final, en 1997.


 

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