Fraga
logra su cuarta mayoría
El
PP sólo pierde un escaño, y los socialistas de Pérez
Touriño igualan al Bloque de Beiras
XOSÉ HERMIDA
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Santiago de Compostela
A
un mes de cumplir los 79 años, Manuel Fraga (PP) apuntaló
ayer su lugar en la historia de España al conseguir la cuarta mayoría
absoluta consecutiva en las elecciones autonómicas de Galicia. Fraga
no ha podido alcanzar el gran reto de ampliar su actual mayoría,
pero según los datos escrutados a falta del voto de los emigrantes,
perdería sólo uno de los 42 escaños que tenía
en el Parlamento autonómico (de un total de 75). Su victoria es
arrolladora: por tercera vez supera el 50% de los votos, a más de
25 puntos porcentuales de distancia de su rival inmediato. Las elecciones
suponen un revés para el BNG, liderado por Xosé Manuel Beiras,
que por primera vez en 12 años retrocede posiciones y pierde un
escaño. El PSOE de Emilio Pérez Touriño no recupera
la segunda plaza que le arrebataron los nacionalistas en 1997, pero les
iguala en fuerza parlamentaria y es el único partido que mejora
sus resultados.
Medio
siglo después de haber iniciado su carrera bajo el franquismo, Fraga
se confirmó ayer como el político más longevo de la
reciente historia española. No es habitual que un hombre de casi
80 años consiga sostenerse en el poder sin apenas desgaste, pero
tampoco hay en Europa una sociedad tan envejecida como la gallega, en la
que casi el 25% de sus habitantes supera la edad de la jubilación.
Las elecciones de ayer confirman que Fraga mantiene su gran bolsa de votos
en ese sector de mayor edad y residente en las zonas rurales, lo que no
le impide, en todo caso, alcanzar también notables porcentajes de
apoyo en el medio urbano, donde la izquierda y el nacionalismo tienen mayor
fortaleza.
Los
resultados de estas elecciones no depararon sorpresas al coincidir con
lo que ya habían predicho las encuestas de modo insistente. El mapa
político en Galicia apenas se ha movido desde 1997. La fortaleza
de Fraga resulta inabordable para la oposición, a pesar de los problemas
que ha pasado la Xunta en los últimos meses, desde la crisis de
las vacas locas a las consecuencias de los temporales del pasado
invierno, dificultades que, a principios de año, hicieron concebir
a sus rivales esperanzas de que el declive del fraguismo había comenzado.
Tampoco le ha dañado a Fraga la impresión que transmitían
muchas encuestas de que a un buen número de gallegos les parecía
demasiado mayor para optar a la reelección.
Todos
esos factores apenas han pesado, o han pesado menos que la incertidumbre
sobre un posible pacto entre socialistas y nacionalistas. BNG y PSdeG,
aunque redistribuyen ligeramente la proporción entre ambos, siguen
donde estaban en 1997, a una distancia sideral del PP y sin capacidad para
ganarle terreno. Para Fraga, según explicó anoche, resulta
una consecuencia lógica de su voluntad de "ocupar todo el espacio
del centro".
Con
el triunfo en la mano, que supone un alivio para el conjunto del PP nacional
y sus tribulaciones por el caso Gescartera, los populares parecen
abocados a afrontar, de una vez por todas, el delicado proceso de buscar
un sustituto a Fraga. El presidente de la Xunta da muestras de que no tiene
prisa por abrir el debate. Ha insistido en que piensa agotar la legislatura
y, de momento, no ha ofrecido la menor indicación que permita pensar
que romperá en su próximo Gobierno la costumbre de no designar
un número dos. Fraga tampoco parece sentirse más vulnerable
físicamente que cualquiera otra persona. "A todos nos puede partir
un rayo en cualquier momento", comentó hace unos días.
En
su discurso tras la victoria, el presidente de la Xunta recordó
que hasta el próximo miércoles no se conocerá el escrutinio
de los votos de la emigración, que aún podrían mejorar
los resultados del PP. De hecho, los populares obtuvieron ayer en Galicia
los mismos 41 diputados que hace cuatro años, pero entonces los
residentes ausentes -que dieron su apoyo a Fraga en casi un 70%- les permitieron
recuperar un escaño, que perdió el BNG, y subieron a 42.
Esta vez, además, la participación de los emigrantes (el
11% del censo total) ha crecido en un 30%.
En
el cuartel general del PP gallego existía anoche la certeza de que
los sufragios del exterior les otorgarán un escaño que se
llevó el PSOE por poca diferencia en la provincia de Ourense y tampoco
se descartaba la posibilidad de disputar otro más al PSdeG en A
Coruña. Los socialistas, sin embargo, trataban de alimentar otra
esperanza: dada la debilidad del nacionalismo entre los gallegos de la
diáspora, el escrutinio del miércoles hasta podría
brindar al PSOE la remota posibilidad de superar al BNG en el número
de sufragios.
El
retroceso del BNG es leve, pero resulta doloroso para la formación
de Beiras, ya que invierte una tendencia inalterable en la última
década, en la que el avance de los nacionalistas había sido
constante en todo tipo de elecciones. Entre 1989 y 1997, multiplicaron
sus votos por cuatro en las autonómicas, consiguieron importantes
alcaldías en 1999 y en las generales de hace año y medio
lograron tres diputados en el Congreso.
Beiras
proclamó anoche que no tiene intención de renunciar al liderazgo
que ejerce desde hace 15 años, pero habrá que ver si el aparato
de la organización -que no controla él- piensa lo mismo.
Existen además sectores del BNG que se quejan de la escasa renovación
del equipo dirigente -sus listas en estas elecciones han sido un calco
de las de 1997- y que ahora podrían sentirse animados a dar la batalla.
Los
socialistas han detenido su caída y, por primera vez desde 1989,
pueden presentar un ligero avance: más de dos puntos porcentuales
en el voto y dos nuevos escaños que le permiten igualar su fuerza
parlamentaria a la del BNG. "Somos la alternativa para el cambio", proclamó
anoche Pérez Touriño, cuyo liderazgo, en muy buena sintonía
con la dirección federal, sale reforzado. Touriño tendrá
ahora mayor autoridad para disciplinar al alcalde de A Coruña, Francisco
Vázquez, quien irritó a buena parte de la militancia socialista
por sus apariciones junto a Fraga en la campaña. |