Jueves, 10 de enero de 2002

El puerto de los inmigrantes
Una localidad de 700 almas recibe a la mayoría de los inmigrantes en Fuerteventura
 

 
TOMÁS BÁRBULO | Madrid 

Las Playitas es un pueblo de Fuerteventura situado junto al faro de La Entallada, cuya luz guía a los patrones de las pateras que se aproximan a la isla. Es por eso que a este lugar de pescadores han llegado decenas de barcas cargadas de inmigrantes. Cuarenta o cincuenta permanecen amarradas en el muelle del pueblo vecino de El Tarajal. El resto las queman los vecinos en las hogueras de las fiestas de San Pedro. "Este año estábamos prendiendo el fuego cuando pasó un marroquí y nos dijo: 'No las quemen, que pueden necesitarlas para salir de aquí cuando esto sea nuestro". 

Lo cuenta Andrés Carmona, de 70 años, uno de los 687 habitantes de Las Playitas y nieto del fundador de la villa. Su abuelo era un grancanario de La Isleta llamado Vito Carmona Quesada. "Llegó hace cien años", cuenta Andrés. "Era marinero y le gustó el socaire, la bahía. Por 50 duros compró 12 fanegas de tierra. Poco después comenzaron a llegar familiares. Él les regalaba solares. Así nació el pueblo". Luego, el turismo elevó el metro cuadrado hasta las 40.000 pesetas. Y después vinieron los inmigrantes.

La gente de Las Playitas recibe pateras un día sí y otro también. Aquí se ahogaron este año 15 subsaharianos al volcar una barca cuando iba a ser abordada por la Guardia Civil. Un agente dice que los vio hundirse "como globos", a través del visor de su cámara térmica. Juan Rodríguez, de 59 años, no lo olvidará: "Ahí mismo vi a los ahogados. ¡Pobrecillos!". Sus vecinos asienten a coro. Dicen que los subsaharianos son "gente noble": "En cuanto llegan se tiran al suelo, desmayaditos". "Lo primero que dicen es: '¡Guardia Civil, Guardia Civil!". 

Menos confianza les merecen los marroquíes. Carmelo Pérez, un camarero de 37 años, les ha visto entrar muchas veces en su bar, llamado Poril. "Hace un mes llegó un grupo y compraron botellas y hojas de afeitar. Entraron en el baño, se asearon y pidieron un taxi para Corralejo [localidad turística situada al norte de la isla]. A la hora de pagar sacaron fajos de billetes. También llevaban tarjetas de pubs de la isla. Los marroquíes tienen contactos aquí. En dos o tres meses, están en la Península".

A los pescadores les cambia el semblante cuando hablan de los patrones de las pateras. "Son como conejos: saltan de las barcas y echan a correr". "Se les reviran a la Guardia Civil. Son peligrosos".

Hace un mes, Andrés Carmona estaba pescando a cuatro millas de la costa cuando divisó una patera. "Sólo se veían dos personas a bordo, pero iban 18. ¡Los llevaban agachados!". Había más embarcaciones en la zona. "Vimos cómo botaban al mar a los morenos". Los pescadores atravesaron sus barcos y retuvieron al patrón hasta que llegó la Guardia Civil.

Hace seis meses, Roque Pérez Soler, de 58 años, fondeó su barco a 90 metros de la playa. Al día siguiente había desaparecido. "Fueron dos patrones marroquíes. Se llevaron también el depósito de mi barca, y el de Carlos Socorro, y el de David Carmona, y el de José Socorro", afirma Víctor Soler Carmona, de 75 años. "En julio le robaron a un gallego la ropa que tenía tendida", apunta Andrés Carmona. "Y hace un mes cogimos a otro patrón merodeando", añade Juan Rodríguez.

"Esto ya no es como antes", se lamenta Víctor Soler. "Los jóvenes se van a trabajar a la construcción o a la hostelería. Y los viejos ya no podemos salir a pescar. ¿Por qué? ¡Porque la patrullera está aquí todo el día, y en cuanto te mueves, te echa el foco encima! La culpa es de los patrones. ¡A esos yo los salaba y los metía en barrica!".


 

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