Laura
Esquivel rechaza 'la globalización inhumana de la usura'
MIGUEL
MORA | Madrid
La
autora de Como agua para chocolate vuelve a cocinar su literatura
alrededor del amor. En Tan veloz como el deseo regresa a ese terreno
de emociones y palabras, esta vez con la figura de su padre, que fue telegrafista,
como eje central. Lo cual sirve a Laura Esquivel para expresar sus dudas
sobre la revolución de la comunicación, y para reivindicar
un regreso a las miradas y a las sensaciones: 'Esta globalización
inhumana, basada en los beneficios y la usura, no es civilizada'.
Tan
veloz como el deseo (Plaza y Janés) es un homenaje de Laura
Esquivel al 'maravilloso carácter y sentido del humor' de su padre,
que falleció tras una larga enfermedad y ejerció el romántico
oficio de telegrafista ('cuando la revolución mexicana llegaba a
los pueblos, el primer fusilado era siempre el del telégrafo') inspirándose
en las enseñanzas de sus antepasados mayas, que sabían que
la galaxia y sus habitantes estaban intercomunicados por un cordón
umbilical invisible, un cable que partía del plexo solar y viajaba
por esa gran matriz resonante que es el universo transmitiendo el conocimiento
y la sabiduría.
Denuncia
del olvido en que la modernidad ha sumido a los ancianos, crítica
de la tecnología deshumanizada y silenciosa, alegoría del
poder salvador de la palabra, la novela de Esquivel retrata desde su lecho
de muerte la jovial figura de Don Júbilo, un ser con asombrosas
capacidades para entenderse con (y hacerse entender a) los demás
interpretando sus deseos: 'Las palabras viajan a la misma velocidad que
el deseo, y por lo tanto es posible prescindir de ellas al enviar un mensaje
de amor. El único requisito para que puedan ser recibidas es contar
con un aparato sensible, y Júbilo lo tenía, había
nacido con él, lo tenía instalado en su corazón'.
Esquivel
(Ciudad de México, 1950) escribe convencida, y apoyada por la ciencia.
Cree que el amor 'es la fuerza más poderosa del mundo, lo que nos
desconecta de todo lo demás. Lo tenemos dentro, y la prueba es que
somos capaces de darlo, porque no puedes dar lo que no tienes. Los científicos
ya saben que el 90% de nuestro cuerpo es espacio vacío. La energía
que ocupa es el amor. Sin piel y sin fronteras. Ésa es la única
globalización en la que creo'.
¿No
cree que existe la globalización económica? 'En absoluto.
Nos venden la democracia, el desarrollo y la civilización mientras
millones de personas se están muriendo de hambre en el mundo. Basar
el desarrollo en el desarrollo económico es un error. Es tan sencillo...
Practican la acumulación y la usura y no se dan cuenta de la violencia
que eso genera. ¿Cómo se puede cobrar intereses a un país
muerto de hambre? Es completamente inhumano. Y resulta que la libertad
y la democracia se basan en la libertad monetaria. Con dinero tienes acceso
al sistema de salud y lucro, a la educación, a los viajes. Si no,
te niegan todo eso. Si estamos en la globalización económica,
¿qué pasa cuando alguien acumula y acumula riqueza? ¿No
le quita eso libertad a otra persona? Es una vergüenza'.
¿Y
tiene solución? 'El capital puede viajar a cualquier parte. Pero
los obreros no. Eso es suficiente para replantearnos todo: el concepto
de Dios, el de democracia, el de desarrollo. ¿Cuál es el
beneficio obtenido de siglos y siglos de universidades? ¿Para qué
ha servido la historia de la cultura? ¿Para que el capitalismo absurdo
permita que existan mafias de la droga en todo el mundo? ¿Por qué
no hablan ya de legalizar la droga? Porque ese dinero sirve para financiar
la industria de las armas'.
Optimismo
Esquivel
lo ve mal, pero no pierde el optimismo. 'Lo bueno que tiene esto es lo
malo que se está poniendo. Nos está obligando a recapitular.
No creo en los cambios externos, sino en los internos, y todo esto nos
ayudará mucho a la hora de ir a votar la próxima vez. Como
hicieron los pasajeros del avión secuestrado que cayó en
Pittsburg, si hay que quitar el control a los terroristas, se les quita.
Hay que pronunciar las palabras amor y paz una y mil veces. Porque sólo
con pronunciarlas se cree ya en el poder de las palabras. Y porque a la
modernidad le estorban las emociones'. |