El País Digital
Lunes
25 enero
1999 - Nº 997

RIGOBERTA MENCHÚLÍDER INDÍGENA GUATEMALTECA Y PREMIO NOBEL DE LA PAZ

"Los que me atacan humillan a las víctimas"


Rigoberta Menchú (J. Álvarez)
JUAN JESÚS AZNÁREZ
Hace apenas unas semanas sobrevino el escándalo que afecta la imagen de la premio Nobel de la Paz de 1992. El antropólogo norteamericano David Stoll, y un reportaje de The New York Times, que utilizó el trabajo escrito por aquél como guión, imputaron al libro Me llamo Rigoberta Menchú y así me nació la conciencia, escrita en el año 1983, exageraciones, invenciones o falsedades. Stoll, en noviembre, y el periodista Larry Rotehr, el 15 de diciembre, afirman que el texto de Menchú no es el relato de un testigo, como pretende, y que el recuento de los hechos no se corresponde con la realidad. Los episodios de la controversia se enmarcan en los 36 años de guerra interna de Guatemala, cuyo saldo es terrible: 100.000 personas muertas, 40.000 desaparecidas, 200.000 huérfanos y una errante legión de 100.000 viudas.

La disputa de tierras que la Nobel atribuye a una batalla contra terratenientes de apellidos españoles, uno de los fundamentos de su libro, fue, de hecho, una pelea familiar entre su padre y parientes, señalan el antropólogo y el Times; no existió un hermano menor que murió de desnutrición porque Nicolás Tum, hermano de Rigoberta Menchú , vive, sano y salvo, en San Miguel Uspatán, y no parece cierto que otro de sus hermanos, Patrocinio, muriera quemado vivo a manos de los soldados mientras sus familiares eran obligados a presenciarlo.

Por otra parte, escribieron, no responde a la verdad que la Nobel apenas haya asistido a la escuela, y apenas supiera leer y escribir, porque cursó estudios en un colegio de monjas belgas de la Sagrada Familia. Es acusada también de aprovechar como propias experiencias ajenas. "Ella intentó ser todo para todos", concluyen los autores.

La Fundación Rigoberta Menchú reaccionó la tarde del miércoles subrayando que ninguna de las imputaciones atribuidas a la Nobel por el autor de Rigoberta Menchú y la historia de los pobres guatemaltecos resta méritos ni debilita un testimonio que "tiene la parcialidad y el coraje de una víctima que, además de lo que tuvo que sufrir en carne propia, se vio obligada a asumir como historia personal las atrocidades que vivió su pueblo".

Ella defiende el derecho a su propia memoria histórica, a narrar los hechos en función de lo que vivió o le contaron, y de la percepción que de ellos tiene. "¿Pido perdón porque mataron a mi padre? ¿Pido perdón porque mataron a mi hermano? ¿O pido perdón porque masacraron la aldea completa donde yo nací? Yo, Rigoberta Menchú no fue una autobiografía, sino un testimonio", precisa. "Tengo mi verdad de lo que viví durante 20 años. La historia de mi comunidad es mi propia historia".

Pregunta. ¿Es cierto que su libro omite hechos e inventa o exagera otros?

Respuesta. Reconozco, porque no lo digo en el libro, que había sido sirvienta en el [colegio] belga. No lo dije para proteger mi relación con las hermanas en aquellos años. ¡Cuánto hubiera querido yo contar todas las experiencias que he tenido, no sólo con las hermanas de la Sagrada Familia del belga, sino mi papel, mi trabajo pastoral, mi trabajo de catequista con comunidades religiosas.

¿Fue alumna de ese colegio?

Se les olvidó preguntar qué hacía. Era sirvienta. Yo ganaba 12 quetzales al mes [12 dólares en esos años] trabajando en el colegio. Uno se lo daban al Instituto del Seguro Social, y recibía en efectivo 11. Es otra parte de mi vida que no conté en mi libro porque lo que menos hubiera querido en esos años es asociar el [colegio] belga conmigo, porque un programa de las hermanas llevaba a las señoritas [estudiantes], por supuesto de familias muy acomodadas, a hacer un trabajo de campo, que era vivir dos o tres días en una comunidad, conocer a gente, la sensación de un pueblo capitalino, y así se completaba la educación. Muchas de esas señoritas han muerto. Tenían otros conventos que fueron destruidos totalmente. ¿Cómo iba a asociar el belga conmigo cuando decían de mí que era subversiva, comunista, etcétera? Si hubiera vivido en Guatemala me hubieran matado.

¿Cursó estudios allí?

Teníamos dos clases por semana, tres horas cada día, a partir de las tres de la tarde. No estudiábamos con el resto de las alumnas, teníamos una maestra contratada para que nos diera alfabetización; después, costura y cocina, los sábados y domingos. Lo llamaban educación para el hogar. Nuestra obligación era limpiar antes de la alfabetización y, después de eso, limpiar hasta las once de la noche.

¿No participaba en el curso normal?

No, no. Cuánto daría yo por haber tenido esa grandiosa oportunidad. Después gané una beca para un programa de educación para adultos.

¿Cómo murió su hermano Patrocinio?

Por muchos años yo no pude incluso decir que mi madre contó la verdad de mi hermano Patrocinio, y asumirlo yo, es porque nunca quise que mi madre estuviera en boca de nadie más. A los muertos hay que dejarlos en paz. Lo que más ofende es decir: "Bueno, el hermano de Rigoberta no murió quemado allí, fue a una fosa común". Es una verdad de tantas víctimas en Guatemala, donde la incertidumbre está en que hay fosas comunes.

¿Vio su asesinato?

Mi madre lo vio. Y ella no puede hablar de esto. Y cómo hubiera yo jalado [presentado] a mi madre de testigo número uno, si a muchos de los testigos se les ha matado para que no hablen. Ésa era la práctica en Guatemala. Eso es una verdad, es la verdad de mi madre. Y si yo creo a Stoll o creo a mi madre, es obvio que creo a mi madre.

¿La muerte de Patrocinio se la contó su madre?

Claro. Ella fue a ver todos los rostros de todos los cadáveres que producían en la zona, tratando todavía de dudar eso, de que aquel muchacho hubiera muerto. Ella no quería creerlo, y más bien tenía que ir a ver cada muerto si acaso existía la esperanza de que no fuera él. Yo puedo decir que si mi hermano no fue ese muchacho, y que fue una fantasía de una madre loca buscando a su hijo en cada panteón, que fue una fantasía de mi madre. Que me enseñen dónde está la fosa común donde está enterrado. Si alguien me entrega su cuerpo cambiaré mi punto de vista. Mi verdad es que Patrocinio fue quemado vivo.

Disputas por la tierra

¿Y las disputas de tierras? ¿Fue algo contra terratenientes o riña familiar?

Éste es un problema que tiene 50 años. Desde el año 52 hemos rescatado de los expedientes de mi padre para obtener esas tierras. Toda una vida luchó mi padre allí. Se supone que mi abuelo, Nicolás Tum, que murió en los ochenta, mucho antes de que empezaran los problemas, supuestamente vendió a otro ladino [mestizo] que vive en otro pueblo. Y nosotros en el año 96 tuvimos que negociar con ese ladino para que nos vuelva vender la tierra donde mi padre hizo su vida, donde yo nací, donde yo crecí. Yo compré de nuevo la propiedad de mi papá. Mi abuelo nunca hubiera vendido esas tierras y él [Stoll] lo reduce todo a un simple pleito familiar. Todo el mundo sabe que el tema de la tierra fue uno de lo temas más discutidos en los acuerdos de paz.

¿Por qué?

Porque llevaba un presupuesto millonario, mucho más alto que cualquier tema de los acuerdos de paz para cumplirlo. Primero, porque había que hacer un catastro de la tierra. El Banco Mundial tenía que comprometer una contribución millonaria. La tierra no sólo tiene el grave problema de los litigios, que hay varios dueños y el más listo se hace dueño de la tierra. Había que impulsar una negociación política entre las partes. En esto están involucradas comunidades de vecinos, terratenientes, madereros y cualquier tipo de negociantes. Hay mucha especulación.

Dicen que su hermano Nicolás no murió.

Le quiero ser muy sincera. Tengo un hermano Nicolás primero, que es el que murió, y otro Nicolás segundo, que es el que vive. Eso muy normal en Guatemala, que en nuestras familias se repitan los nombres.

¿Y en la suya?

Él [Stoll] se supone que es un antropólogo que ha estudiado la cosmovisión indígena. Y eso, la repetición de nombres, es una generalidad en el llamado mundo maya, y en todas las comunidades indígenas de toda América Latina. Esa repetición es un tema que nos ha llevado mucha discusión en la clasificación de los informes que hizo la Recuperación de la Memoria Histórica, donde también se repiten los nombres. Un investigador tiene que entender esa lógica y decir que en una misma familia hay tres o cuatro miembros que se llaman igual. En mi familia hubo dos, y no tres y cuatro. Tengo dos hermanos Nicolases. Si hubieran estado los dos vivos, tendríamos que hablar del Nicolás grande y el Nicolás chiquito. Murió el Nicolás grande, el mayor, el primer hijo de mi madre.



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