El País Digital
Sábado
26 diciembre
1998 - Nº 967

Redimensionamiento de la lengua española

EULALIO FERRER RODRÍGUEZ

En el marco del último Congreso de las Academias de la Lengua Española, celebrado en la barroca ciudad de Puebla, México dio nuevamente testimonio de su fe en el destino de nuestro idioma común. Hizo algo más que atender la logística del congreso, cuidando y facilitando que todas las Academias asistieran y deliberaran a puerta cerrada, con reflexiones y aportaciones de cara a las realidades e inaplazables requerimientos de la comunidad hispanohablante. Quiso ser fiel a su compromiso como cabeza numérica de ella y de su posición geográfica, lindante con tres mares, Atlántico, Pacífico y Caribe; vecina por el norte con Estados Unidos, hoy capitana imperial de la lengua inglesa, y por el sur con los países hermanos de habla y cultura. Producto de ese celo fue la presentación del segundo Índice de Mexicanismos, encaminado a integrar un diccionario histórico en el que tendrán cabida alrededor de 70.000 voces. Algunas ya están en la edición del DRAE de 1992, otras ingresarán entre los 13.000 americanismos previstos para la del año 2001, reestructurado por una planta de cinco comisiones académicas. Del caudal mexicano de voces pueden ser ejemplo las 50 entradas que figuran en el Índice con la palabra ching, comparadas con las diez contenidas en el DRAE y las 619 terminaciones en ate contra las 156 analogadas con la misma forma. El Índice de Mexicanismos brinda una preciosa antología de dichos populares, algunos oriundos del español, como hay algunos españoles procedentes de México.

Capítulo de intenso análisis fue el de la situación de la comunidad hispana en Estados Unidos, cuantificada en 30 millones de legales, más unos 12 millones de ilegales, cuyo conjunto alimenta un mercado tan enorme como el de 270.000 millones de dólares al año, según el más reciente cálculo. Además de constituir la minoría más numerosa de Estados Unidos a comienzos del nuevo siglo, habrá Estados, como el de California, en los que la tercera parte aproximadamente será de habla castellana, pese a limitaciones o medidas restrictivas. Obviamente, el tema llevó anexo otro, que fue considerado con carácter de apremio: el de los anglicismos invasores, propiciados por la velocidad con que surgen nuevos términos que no tienen traducción al español, lo que influye en el comportamiento de los medios de comunicación, bajo el acoso de las exigencias cotidianas. El acuerdo adoptado ha sido el de convocar sin demora a una junta extraordinaria de las Academias para tratar este asunto de una manera exclusiva.

La Real Academia Española, que coordinará dicha junta, atrajo unánimemente la atención de los congresistas, al resumir algunos de sus logros en este ciclo renacentista de sus intensas actividades. Destaca entre ellas un Corpus de Referencia del Español, que suma en su primera fase, dividida en ciclos o hipercampos de cinco años, un total de 100 millones de palabras, recogidas de textos de todos los países hispanohablantes, editadas con posterioridad al año 1975. Su proporción del 50% del español de España y otro tanto del español de América estará conformada finalmente por 200 millones de términos de uso común, no de sublenguajes. De los cuales 180 millones corresponderán a textos escritos y 20 millones a textos orales. (Con todo y lo que significa tan elevado número, vale citar que el Tesoro de la Lengua Francesa, elaborado en Nancy para los siglos XIX y XX, requirió 800 millones de registros).

Inseparable del anterior es el Corpus Diacrónico del Español, vinculado a la lengua antigua. De gran ayuda para este programa y las necesidades actuales del idioma es el Banco Electrónico de Datos instalado en Internet, que ya puede ser consultado. En proceso de desarrollo se encuentra en la Real Academia su gramática, cuya publicación pudiera coincidir con la del DRAE en el año 2001. Más aún: se espera dar cima en el tiempo venidero a un Diccionario Ortográfico y a otro de americanismos, amén de adelantar el Diccionario Histórico en el que se lleva trabajando hace más de treinta años. Todo esto, con independencia de un Espasa completamente digitalizado y de las actividades crecientes del Instituto Cervantes en los estudios de la ingeniería lingüística del español, sus casas de enseñanza en las capitales importantes del mundo francosajón, euroafricano y asiático y su centro virtual en Internet. Es un despliegue múltiple, de amplia y larga trayectoria, que aspira a cumplir la enorme demanda que impulsa al idioma español en el gran meridiano de su destino contemporáneo, de su inmediato futuro. Valga una referencia indicativa muy actual: la disposición del Gobierno de Brasil para que el castellano sea una segunda lengua oficial necesitaría un plantel de no menos de 100.000 profesores.

No es de extrañar que un panorama tan sólido y ambicioso para el porvenir de la lengua española convocara el entusiasmo y el interés de todos los congresistas. Como una exposición de ese estado de ánimo pudiera caber el homenaje rendido a las Academias de Honduras, Nicaragua y El Salvador, que, pese a las inmensas catástrofes sufridas por esos tres países, no faltaron en la cita de Puebla, participando activamente en sus deliberaciones. En el curso y en el colofón de ellas quedó patente la idea reforzada de una identidad común en el espejo de nuestro idioma, como vínculo de cultura y solidaridad. Llega redimensionado a las puertas del nuevo milenio. Sus más de 400 millones de hablantes constituyen, en su ascenso imparable, un testimonio y un movimiento firme ante el globalismo de los intereses económicos y el del mundo sin fronteras de la comunicación. Nada exagerado es proclamar, como lo ha hecho Fernando Lázaro Carreter, que el español es el latín de nuestro tiempo. Mantenerlo vivo, enriqueciéndolo, es tarea de cuantos lo hablamos y, sobre todo, de las instituciones que lo norman.

Eulalio Ferrer Rodríguez es comunicólogo y escritor.

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