El País Digital
Viernes
4 diciembre
1998 - Nº 945

Los nacionalistas formarán por primera vez en el País Vasco un Gobierno minoritario

La ruptura con el PSE obligará a Ibarretxe a buscar el apoyo parlamentario de EH

P. GOROSPE / A. GUENAGA, Vitoria / Bilbao
El candidato del PNV a lehendakari, Juan José Ibarretxe, dio ayer por rotas las conversaciones con el PSE. Su apuesta personal para reeditar el Gobierno tripartito con socialistas y EA chocó con el muro ideológico de su partido, que por primera vez tendrá que formar un Gobierno en minoría. Ayer mismo Ibarretxe comenzó las conversaciones con el líder de EA, Carlos Garaikoetxea. Un proceso en el que ahora deberá incluir a Arnaldo Otegi para tener garantizado el apoyo de EH. Ibarretxe acusó al PSE de "inmadurez" en materia de pacificación y reivindicó para su Gobierno la misma legitimidad que cualquier otra fórmula. Nicolás Redondo cree que el aparato del PNV tenía pactado todo con EH antes del 25-O.


Ibarretxe, en la rueda de prensa tras la ruptura de
las negociaciones con el PSE, ayer (P. Phanse).
En apenas una hora y media de charla, Juan José Ibarretxe y Nicolás Redondo dieron por zanjadas las negociaciones. Una ruptura que paradójicamente ha sido encajada por ambos con elegancia personal, pero con acusaciones directas a las estructuras políticas que respaldan a cada uno de ellos. Para los socialistas, Ibarretxe no ha sido capaz de imponerse a una parte del PNV —"algunos dirigentes, el aparato, la jerarquía", dijo— que antes de las elecciones garantizó a EH seguir sin miramientos las directrices de la Declaración de Lizarra. El respaldo de algunos sectores del PNV, de quienes han compartido y todavía comparten tareas de gobierno con el PSE en diferentes niveles administrativos vascos, fue insuficiente para salvar el pacto de trastienda con HB.

Para Ibarretxe, también es el Partido Socialista el que sufre achaques de "inmadurez". "El PSE no tiene una reflexión madura", declaró en Vitoria, "para aceptar el plan de paz de Ardanza". Pero el próximo lehendakari dejó a salvo a Nicolás Redondo. "Me hubiera gustado que el PSE entrara en el Gobierno, y no soy de los que arrojan fácil la toalla", indicó. "Tampoco me gusta la política de tierra quemada", reflexionó, pensando tal vez que con un Gobierno nacionalista el papelón que se le viene encima para conseguir que un Ejecutivo nacionalista lo sea también para todos los vascos. La Asamblea Nacional del PNV dará hoy luz verde al nuevo escenario de gobierno minoritario.

Legitimidad

Ibarretxe se mostró preocupado por las críticas que se puedan hacer a un Gobierno exclusivamente nacionalista y dijo que se enfrentará públicamente a quién les acuse de tener menos legitimidad que cualquier otra fórmula. Cree que los Gobiernos no hay que plantearlos en términos de pluralidad, y descartó que la entrada del PSE hubiera trasladado la percepción de que toda la sociedad estaba mejor representada.

Ahora Ibarretxe tendrá que resolver las dudas que genera un Gobierno en minoría y la acción política de una formación, HB, que hasta hace cuatro días mostraba su cara más antisistema. El PNV deberá pactar con HB todos los proyectos de ley e iniciativas del Ejecutivo si no quiere que el Parlamento se convierta en el principal altavoz del fracaso tras fracaso. Ésa es la principal razón por la que Ibarretxe dijo que de momento va a buscar un Gobierno con EA y "luego valoraremos la conveniencia de aceptar el apoyo de EH". De momento, Lizarra se sigue moviendo: hoy se reúnen sus miembros para preparar el próximo encuentro plenario.

Para los socialistas, la principal duda que existe es la orientación de un Gobierno apoyado por EH. "A estas alturas nadie se cree que si finalmente EH apoya al Gabinete nacionalista, la política y las leyes no vayan a ser nacionalistas, y la mitad de esta sociedad no lo es", declararon fuentes de la Ejecutiva del PSE. Aunque el futuro lehendakari asegura que no cree "en los mecanismos de aislacionismo", los partidos no nacionalistas están convencidos de que es imposible hacer un Gobierno plural cuando en una sociedad dividida como la vasca sólo gobierna una de las tendencias.

La misma elegancia que empleó Ibarretxe fue desplegada por Redondo en su comparecencia ante los medios. Acreditó la voluntad y disposición de Ibarretxe para el acuerdo, la misma que negó a buena parte del aparato, dirigentes y jerarquía del PNV. Los mismos que probablemente, según Redondo, no han dejado a Ibarretxe actuar con toda la libertad necesaria en la negociación. Ese PNV "había decidido hace mucho tiempo, antes del 25-O, que el Gobierno más conveniente no era un Gobierno con el PSE", subrayó. El mismo sector del PNV que no ha querido despojarse del ropaje de Lizarra y de sus acuerdos con EH. "Tenían compromisos con el nacionalismo radical de los que no han querido o no han sabido escaparse", indicó Redondo.

Redondo admitió que, pese a la flexibilidad mostrada por su comisión negociadora, el ámbito vasco de decisión ha sido insuperable. "No podíamos firmar nada que condicione las distintas voluntades del Estado, que son muy distintas y que se forman de una manera muy compleja. ¿Cómo podemos condicionar nosotros al Tribunal Constitucional, al Consejo del Poder Judicial o al Congreso de los Diputados?". "Yo no creo que lo pueda hacer nadie en su sano juicio. Es un infantilismo". Por eso la apuesta socialista pasaba por hacer convivir dos espacios de decisión: "el vasco, que lo tenemos, y el de España, que también existe".

El presidente de EA, Carlos Garaikoetxea, advirtió de que su partido no va a permitir que el PP y el PSE mantengan actitudes "absolutamente inadmisibles" que cuestionen "el carácter pluralista y democrático de un Gobierno integrado sólo por nacionalistas". El candidato del PSOE a la Presidencia del Gobierno, José Borrell, le replicó que los socialistas harán "todo lo posible" por impulsar el proceso de paz aunque no vayan a estar en el Ejecutivo de Vitoria. Pero previno que "un Gobierno vasco sin el PSE será más inestable y más radical en las posiciones nacionalistas".

El presidente del PP del País Vasco, Carlos Iturgaiz, vaticinó que un Ejecutivo de este tipo será "excluyente" y tensionará la sociedad. El presidente de la Xunta de Galicia, Manuel Fraga, auguró que este Gobierno "será muy inestable".

El camino de la soberanía marcó
el punto de no retorno

A. G. /P. G., Bilbao / Vitoria
Socialistas y nacionalistas no pudieron superar el dilema del ámbito de decisión, es decir, quién debe ser el sujeto que decida sobre el proceso de pacificación y normalización abierto tras la tregua de ETA. Encima de la mesa cada parte ha situado dos textos sobre la cuestión. El documento del PNV situaba el nudo gordiano en el punto 6, en el que se hacía referencia al "diálogo político resolutivo final". Ya en el mismo enunciado, los socialistas planteaban la primera pega. No es posible que esa negociación sea resolutiva y finalista, aunque cumplidos unos requisitos y fijada la interlocución, el PSE admitía un dialogo "sin otras condiciones ni límites".

El desarrollo de ese punto era difícilmente encajable en el respeto a las reglas democráticas defendido por Nicolás Redondo. El punto 6 del PNV decía: "Las instancias competentes del Estado, como parte concernida por el proceso, optan por, y declaran de antemano, su disposición a: (a) dejar la resolución dialogada del conflicto en manos de los partidos representativos de la sociedad vasca, (b) hacer propios los acuerdos que aquellos puedan alcanzar en las instituciones vascas y (c) pactar con éstas su eventual incorporación al ordenamiento jurídico con el fin de que puedan resultar operativos".

Diez años de diferencia

Para cuando el PSE redactó su documento conocía ya la rémora que había que solventar en la negociación. En un intento de refundir el Pacto de Ajuria Enea (enero de 1988) con el Plan Ardanza (marzo de 1998), los socialistas llenaron de citas de ambos textos su propuesta. Diez años de diferencia median entre los dos documentos. El PSE remarcaba en su punto 4 (c): "Los acuerdos que se adopten se desarrollarán por los procedimiento contemplados en el propio Estatuto y en la Constitución", algo que recogía Ajuria Enea. Pero la respuesta en la mesa de negociación por parte de Egibar fue tajante: "El Estatuto ya no tiene el consenso de antes".

El punto anterior, 4 (b), todavía era considerado más duro por la delegación peneuvista. "Las resoluciones vincularán en el ámbito vasco a los partidos políticos que las respalden y, en su caso, a las instituciones vascas que las asuman. Pero no comprometerán ni a los partidos políticos de ámbitos diferentes del de la Comunidad Autónoma Vasca, ni a las instituciones del Estado o de otras nacionalidades o regiones". Para el PSE, transigir ahí era asomarse ante el abismo, con todos los boletos para iniciar la senda del soberanismo. El ámbito vasco de decisión fue el punto sin retorno de un desencuentro que Redondo e Ibarretxe no pudieron recomponer.

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