La Estrella Digital
23 de junio de 1999
 
Un Debate para olvdar
Lorenzo Contreras

El tercer debate de la legislatura sobre el estado de la Nación ha brindado como todos sus precedentes, de éste y de otros ciclos políticos, la clásica impresión de que cuando los contendientes se acusan o descalifican suelen llevar razón. Esto le recuerda a uno aquella desgarrada letra de la copla en la que una mujeruca le dice a otra: "Tu marío y el mío se han peleao /, se han puesto de c... y han acertao."

Viendo a José María Aznar y a Joaquín Almunia arrojarse a la cabeza, dialécticamente hablando, reproches que podrían aplicarse a ellos mismos en otras ocasiones, o intercambiarse al revés con auténtica justicia, brota espontánea la consideración de que éste tipo de discusiones parlamentarias, salvo matices, favorecen poco la imagen política de los contendientes y de sus respectivos partidos. Para ellos lo mejor del Debate sobre la Nación es que sólo se celebra una vez al año.

Al contrario que las elecciones, cuyas campañas sirven para airear las verdades cada cuatrienio, el Debate anual que comentamos sirve para confundir al ciudadano corriente. En tal caso varía cualitativamente el mensaje o los mensajes, pues se pasa del electoralista "tú más que yo", referido a errores y pecados, al ocasional "yo mejor que tú".

En este último sentido, el Debate sobre el Estado de la Nación parece un concurso de belleza o un certamen de virtudes. Todo es cuestión de dejar que pasen los minutos para que el testigo u oyente de las palabras pase sucesivamente del blanco al negro y del negro al blanco. Cada orador, en nombre de su formación correspondiente, procura ocultar lo que el adversario le recuerda luego, o decir antes lo que el oponente va a silenciar.

Aznar, en el Debate de ahora, no se ha mostrado diferente del González que pregonaba, en sus años de poderío, el monopolio del acierto. Si Aznar entonces le negaba todo a González, Almunia hoy, en el puesto parlamentario de González, intenta, o ha intentado hacer creer, que el presidente del Gobierno ha equivocado la totalidad de un pleno al quince.

En muchos momentos de la discusión, los grandes asuntos que están sobre la mesa parecían evocados con peligroso sentido de la inoportunidad. Esto ocurría, por ejemplo, cuando Almunia reprochaba al Gobierno, en materia de Justicia, la impunidad de muchos delitos, o, en otros aspectos, el sentido antidemocrático de las privatizaciones ordenadas o programadas desde el poder. La metáfora de la soga en casa del ahorcado acudía con presteza a la memoria. Nada se diga de la imputación de autoritarismo a José María Aznar desde la portavocía de un partido, el PSOE, que ha sido modélico y sigue siéndolo en todo lo que se relaciona con el aplastamiento de las disidencias internas.

El hecho de que el Debate de éste año se celebre con posteridad a unas elecciones, las del 13-J, ha servido para darnos la medida de las diferentes interpretaciones. A la presentación exitosa de su gestión, por parte de Aznar, con el consabido tufo triunfalista, replicaba Almunia con una no menos triunfalista lectura de los resultados de las elecciones autonómicas, municipales y europeas. Lo cual ha permitido saber que se puede pasar del "váyase, señor González" al "tendrá que irse muy pronto, señor Aznar".

Los distintos puntos del temario no son de necesaria descripción, pues están ya más que aireados. Baste indicar que sirvieron en importante medida para denotar la cantidad de celos con que los dos partidos principales se observan desde la atalaya de sus respectivas semejanzas. Almunia destiló no pocas reticencias contra la pretensión popular de mostrarse con imagen de centro reformista. La antigua lucha por el centro resplandecía ahora más que nunca. Fue de observar el sarcasmo que el portavoz socialista utilizó para ridiculizar el hecho de que, a su juicio, el PP intente aparecer ante la opinión nacional e  internacional como de ideología socialdemócrata. Almunia mostró en ese instante una aparente irritación. Calificó de "esperpento" la emulación intentada por Aznar ante el mensaje del manifiesto Blair-Schroeder sobre la "tercera vía". No parecía sino que el líder popular español usurpaba al PSOE  la patente de este ideario acuñado, como dijo Almunia, por Schroeder y "por mi amigo Blair".

Ha sido, en definitiva, un debate pobre y carente de sorpresas. Un debate que los nacionalistas vascos y catalanes vigilaron también con sentido clientelista, pensando en sus propios electores, ganosos de comunicar a todos los vientos que la pacificación de Euskadi, en un caso, o la contribución de CiU a la famosa "gobernabilidad" no viene siendo objeto, por parte del Gobierno, de la debida gratitud. ¿O se trata más bien de una reclamación de recompensa? A fin de cuentas coincidieron vascos y catalanes en expresar su alarma ante el aviso aznarista de que el Estatuto de Autonomía y la Constitución marcan la frontera que nunca debe ser rebasada, que las reivindicaciones competenciales no serán ilimitadas y que las "aventuras irresponsables" están abocadas al fracaso. Palabras éstas que apuntaban, con insólita cautela sin embargo, a la condena de los pactos PNV-EA-EH.
 
 
 

                                                                    El debate:
                                                           duelo de tecnócratas

                                                                     Pablo Sebastián

                                 No hubo debate político sino confrontación tecnocrática entre
                                 José María Aznar y Joaquín Almunia, máximos representantes
                                 del PP y del PSOE. El debate y el enfrentamiento político se
                                 celebró entre el PNV y el PP. El debate entre Aznar y Almunia
                                 fue moderado y con mutuas alusiones al consenso que, al final,
                                 dio la victoria del debate PP-PSOE sobre el "estado de la nación"
                                 al presidente Aznar. Victoria "a los puntos", como se dice en el
                                 boxeo, o mejor dicho "a los números", porque la buena cuenta de
                                 resultados económicos y sociales del gobierno del PP es
                                 incontestable y no soporta la menor comparación con los pasados
                                 gobiernos del PSOE.

                                 Pero la ventaja de Aznar sobre Almunia no fue aplastante como
                                 ocurrió con Borrell. Y permitió al secretario general del PSOE
                                 salir dignamente de la prueba que le esperaba -su liderazgo
                                 interino y tardío- no solo frente a Aznar sino también ante su
                                 propio partido y electores. Se puede decir que Almunia no estuvo
                                 mal, pero tampoco se ganó el cargo de candidato a presidente del
                                 gobierno por parte del PSOE, aunque mantiene expectativas.

                                 Sobre todo si el perfil del líder que se busca en el PSOE es más
                                 tecnocrático que político como ocurrió en los pasados comicios
                                 del 13-J con Rosa Díez. Pero a sabiendas los socialistas que, esta
                                 vez y para ganar al PP, el PSOE tiene que ir mas por el campo
                                 de la política que por el de los números o resultados contables de
                                 la gestión del gobierno, donde el PP siempre tiene las de ganar y
                                 el PSOE las de perder.

                                 El terreno tecnocrático es el mas propicio para Aznar. El
                                 presidente está, en este campo, como pez en el agua y además se
                                 sabe bien los números y la lección. Sin embargo Aznar carece de
                                 un firme liderazgo político (carismático) y de una nítida cuenta de
                                 resultados en el ámbito de la regeneración democrática. Ambas
                                 cosas son parte de los problemas que el PP tiene para romper su
                                 techo electoral y provocar el entusiasmo del centro y de muchos
                                 de sus potenciales electores.

                                 En el campo de la política Aznar tiene mas que perder que
                                 ganar. Aunque no es el PSOE -y menos un ex ministro de los
                                 gobiernos de González- el partido mas apropiado para exigirle al
                                 presidente del gobierno regeneración, ética y juego limpio
                                 democrático, como con razón lo recordó ayer Anguita con
                                 críticas al PSOE y al PP. De ahí que cada vez que un ex ministro
                                 del PSOE sube a la tribuna del Parlamento siempre le queda al
                                 adversario del PP el recurso fácil al pasado, o al "tu mas que yo".
                                 Lo hizo Aznar al recordarle a Almunia su paso por el ministerio
                                 de Trabajo y sus malos resultados en el paro.

                                 De ahí que para el PSOE el candidato ideal -para que no le
                                 puedan echar en cara el pasado y su gestión- podría ser
                                 cualquiera de sus barones (Vázquez, Cháves, Bono Ybarra). Los
                                 que tienen una buena cuenta de resultados políticos, en su
                                 gobierno local o autonómico, y no estuvieron -salvo Cháves-
                                 implicados en los "escandalosos" gobiernos de González. Con el
                                 añadido de que los barones del PSOE han ganado elecciones en
                                 su territorios y no llevan la marca del "perdedor" en el dorso.
                                 Marca que, con poca elegancia, le recordó Aznar a Almunia
                                 citando las "primarias" del PSOE.

                                 Cita, o golpe bajo, que Aznar llevaba preparada de antemano
                                 para el turno de réplica ("trae usted las tareas hechas desde casa",
                                 le dijo Almunia), como cuando calificó de catastrófico el discurso
                                 del representante del PSOE que, si es cierto que fue bastante
                                 negativo, también incluyó un largo apartado de ofertas de pactos
                                 al gobierno y de reconocimiento de algunos de sus logros, lo que
                                 Aznar no quiso oír ni ver.

                                 Al final ambos acordaron mantener el consenso en la cuestión
                                 de la pacificación vasca y de la negociación con ETA. Tema que
                                 parecía estar pactado por ambos políticos antes del debate y que
                                 excluyó cualquier derivación o tensión entre los dos partidos por
                                 las llamadas cuestiones del nacionalismo. Un campo de batalla
                                 política por el que PP y PSOE pasaron de puntillas porque tienen
                                 intereses cruzados y encontrados.

                                 Por todo ello sorprendió, por ejemplo, que no surgiera en el
                                 debate la cuestión de los pactos municipales. Como los del PSOE
                                 con el BNG y PNV, que Arenas y Mayor Oreja afean a diario a
                                 los líderes socialistas. Aquí hubo tongo porque Aznar tiene
                                 también mucha ropa que guardar con Pujol como se vio ayer en
                                 el "fair play" del debate de Aznar con López Lerma, de CiU. De
                                 la misma manera que Almunia tiene asuntos que tratar, sin
                                 enfadar a los nacionalistas, como sus pactos con el PNV y el
                                 inminente despegue de su candidato a la Generalitat, Pascual
                                 Maragall.

                                 Donde se rompió el encanto fue en el debate abierto y franco
                                 entre Aznar y Anasagasti o entre el PNV y el PP. Ahí el portavoz
                                 del PNV dio el dó de pecho y apareció como el único líder de  la
                                 oposición. Una oposición peculiar por ser, en este caso, oposición
                                 nacionalista que, además, exigía al presidente que rompiera
                                 públicamente (y no a través de Mayor Oreja y de Arenas) el
                                 pacto con el PNV, a la vez que Anasagasti reivindicaba para el
                                 Partido Nacionalista Vasco (y en ello, sí, con bastante razón) de
                                 la aportación del PNV y del Pacto de Estella a la pacificación del
                                 País Vasco.

                                 Un momento y un discurso bastante tenso que aprovechó Aznar
                                 (ante un Almunia mudo, que vio como que se escapaba ese barco
                                 patriótico y nacional del tema del nacionalismo y de la paz con
                                 ETA, a la hora de mayor audiencia por la televisión) para lanzar
                                 el mensaje de las víctimas del terrorismo de ETA y del no pago
                                 de precios políticos por la paz. Debate que Aznar y Almunia
                                 habían eludido y que, al final de la noche, se tuvo que celebrar,
                                 curiosamente, entre dos presuntos aliados del pacto de investidura
                                 del gobierno del Partido Popular. Los que ayer fueron, sin duda,
                                 los primeros protagonistas del debate estelar.

                                 En todo caso, con el viento a favor de la economía y los buenos
                                 resultados electorales del 13-J (aunque menores de los esperados)
                                 Aznar pasó bien su tercer debate sobre el Estado de la nación. A
                                 la vez, Almunia supo mantener abiertas las nuevas expectativas
                                 electorales del PSOE, sin ganar el debate ni su clara nominación
                                 para el cartel del PSOE.

                                 Mientras las tensiones entre PP y sus aliados de CiU parecieron
                                 templadas, buscando Aznar una foto que no denotara "soledad".
                                 Pero la cuerda con el nacionalismo se rompió con el PNV de
                                 manera pública y estelar. Aunque habrá que ver hasta donde llega
                                 esa ruptura.  De la misma manera que hay que ver hasta donde
                                 llega, por la izquierda, el pacto global IU-PSOE que Anguita, tras
                                 reconocer su derrota electoral, le ofreció a Almunia en el día de
                                 ayer. El mapa político se ha movido el 13-J y los protagonistas de
                                 su nueva foto, en consecuencia, también.