EL PAIS, 6 de agosto de 1999

El perfil del espectador de cine responde a jóvenes urbanos y de clase media-alta 

La SGAE revela que España es el tercer país de la UE con mayor asistencia a las salas 

M. JOSÉ DÍAZ DE TUESTA, Madrid 
Ir al cine ha adquirido un componente elitista del que carecía hace unos años y representa hoy un valor de modernidad. Es una afición cultivada, sobre todo, por menores de 30 años, de clase alta y media-alta, con estudios universitarios y educados en la cultura audiovisual, según el último anuario de la Sociedad General de Autores y Editores. La asistencia a las salas se ha convertido en una ocupación urbana: más del 60% de los cinéfilos vive en las grandes ciudades. Madrid, Barcelona, Valencia y el País Vasco encabezan la afición cinematográfica en España.
 
Espectadores, el miércoles, en un cine
de verano en Madrid (C. Manuel).
El cine despierta entre los españoles un fuerte atractivo: en una escala de interés de uno a seis, la media es de cuatro, y un 50% se sitúa en el cinco y seis, según los datos de 1998, publicados recientemente en el anuario de la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE). Sin embargo, tanto el interés como la asistencia al cine están fuertemente influidos por la categoría social, el nivel cultural y la edad. Es muy escasa la presencia de espectadores pertenecientes a clases media-baja o baja, con estudios inferiores a secundaria, residentes en zonas de menos de 30.000 habitantes y mayores de 45 años.

Además, el cine no está recuperando espectadores perdidos. Éstos se desenganchan a partir de los 35 años, y no sólo porque asumen responsabilidades familiares, sino -y sobre todo- por el precio, que aparece como un elemento que frena incluso a los más cinéfilos: el 32% de los que acuden más de tres veces al mes declara que no va más porque es caro, lo que indica que este hábito es muy sensible al aumento del coste de la entrada. Entre otras cosas, porque la televisión y el vídeo ofrecen alternativas razonables.
 

Navidad y verano

En comparación con otros países europeos, España es uno de los que muestran una frecuencia más elevada de asistencia al cine por habitante. En 1998 se vendieron 105 millones de entradas (un 2,3% más que en 1997), que representan 2,7 entradas por habitante. Sólo los islandeses (8,1 entradas por habitante), irlandeses (3,1) y luxemburgueses (2,8) acuden más al cine. Le siguen Francia y Noruega (2,5), el Reino Unido (2,4), Bélgica y Suiza (2,2), Alemania, Austria, Italia y Suiza (1,7).

Pero, frente a este lado favorable a los hábitos cinematográficos de los españoles, aparece otro menos amable acerca del poder de convocatoria del cine español: en 1998 se vendieron 12,8 millones de entradas para ver películas españolas, un 12% del total, lo que supone un leve descenso del porcentaje de 1997, 13,1. En todo caso, esta cuota de mercado está muy lejos del 30% que representa el cine francés e italiano en sus respectivos países.

El cine español figura como el preferido por las mujeres y los espectadores de más edad (sobre todo, de entre 45 y 55 años) y diplomados; pero también por personas sin estudios y quienes pueden identificarse con las clases sociales más bajas. Y surge como el favorito de los que apenas van al cine. El cine europeo está restringido a cinéfilos, y el que se lleva la palma, el 70%, es el estadounidense, especialmente entre los que van al cine con más asiduidad y entre los menores de 20 años.

Enero y agosto son los meses en los que la gente asiste más al cine. Las navidades, el fin de año y el desembarco de la factoría Disney en las pantallas se presentan como excelentes reclamos. Esos días acaparan el 11% de las ventas de entradas, y en agosto, por el impacto de los cines de verano, el 8%. Y primavera es la peor época para colocar una película.

La geografía de la asistencia al cine se va concentrando en Madrid (20,7%), Barcelona (15,9%), toda la costa mediterránea (Valencia, 5,9%), incluyendo Cádiz y Sevilla; País Vasco (5,5%), Zaragoza (3,3%), las zonas urbanas de Galicia y Asturias y las islas. Por el contrario, Segovia y Soria, Ávila, Huesca, Cuenca, Guadalajara, Huelva y Palencia no alcanzan el 0,5%.

Aparición del 'megaplex'

Estos datos, que proceden del Ministerio de Educación y Cultura y la SGAE, confirman que sentarse delante de la gran pantalla (en 1998, los cines españoles ofrecieron 1,8 millones de sesiones, un 19% más que el año anterior) resulta cada vez más una actividad urbana. Las ciudades con menos de 200.000 habitantes pierden progresivamente clientes, y este fenómeno origina una poderosa influencia en la reconversión de la oferta de salas.

En las áreas metropolitanas está surgiendo una nueva oferta de ver cine, los megaplex. Aún sin consolidarse, representa un nuevo concepto de exhibición que concentra, en grandes complejos, varias decenas de salas de exhibición, una múltiple oferta de películas, una gama elevada de actividades de ocio, áreas comerciales, aparcamientos y otros servicios complementarios. Todo esto hace que los megaplex ejerzan una poderosa capacidad de atracción para los espectadores.

Según la SGAE, su aparición hace pensar que el fenómeno reciente de los multicines (algunos con tan sólo tres años de vida), que renovaron la oferta de salas en los barrios y rehabilitaron algunos de los grandes edificios de cine, está amenazado a medio plazo. A esto se añade la existencia de muchas pantallas que se encuentran por debajo de niveles de uso que las haga rentables. De las 3.000 pantallas que existen en España, casi 500 (el 15%) no alcanzaron 100 sesiones en 1998. El nuevo modelo de megaplex introduce también interrogantes acerca del tipo de público e incluso acerca de la forma de ver cine y de seleccionar la película. 
 
 


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