La lengua: el debate que no cesa
La aplicación de la polémica Ley de Política
Lingüística ha centrado en los últimos años la
discusión sobre el uso del catalán
TERESA CENDRÓS, Barcelona
Micky Mouse recibe al consejero de Cultura,
Joan Maria Pujals, en febrero, en
el Palau de la Generalitat (J: Sánchez).
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Si algún asunto hay en Cataluña que suscite un debate permanente,
ése es el de la lengua. Dieciseis años de reglamentación
lingüística, y el deseable equilibrio entre el catalán
y el castellano no es una cuestión resuelta. Lo demuestra el que
periódicamente resurge la polémica en torno a un tema en
extremo espinoso porque afecta a lo más profundo del sentimiento
de las personas. Cuando se acercan las elecciones, la discusión
suele avivarse. Los candidatos, en el campo de batalla electoral, acostumbran
a arrojarse la política lingüística cual arma punzante.
La pasada semana, sin ir más lejos, el aspirante socialista a la
presidencia de la Generalitat, Pasqual Maragall, advirtió de que,
si vence en las elecciones el nacionalista Jordi Pujol y sigue adelante
con la aplicación de la reformada y controvertida Ley de Política
Lingüística -la llamada ley del catalán-, ésta
dividirá Cataluña.
El ex alcalde acertó donde más le duele al presidente:
la amenaza de fragmentación social. Precisamente Pujol se ha vanagloriado
siempre de haber ahuyentado, con su política, el fantasma de la
división entre las dos comunidades lingüísticas. Algo
que el principal partido de la oposición no admite; sostiene que
la paz se ha logrado gracias a su prudencia, y recrimina al líder
de Convèrgencia Democràtica haber promovido hace dos años
sin necesidad la modificación de la primitiva Ley de Normalización
Lingüística, que databa del año 1983, justamente para
sacar tajada electoral, aunque ello supusiera enfrentar a los ciudadanos.
¿Por qué dar otra vuelta de tuerca a la reglamentación?,
se preguntan, si los datos demuestran que el catalán avanza. La
última encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas
(CIS) acerca de este asunto, correspondiente al año pasado, refleja
que el porcentaje de personas capaces de hablar en catalán ha aumentado
un 5% con respecto al año 1993. El 79%, más de las tres cuartas
partes de los ciudadanos que residen en Cataluña, son capaces de
conversar en este idioma. Aunque es cierto que todavía hay ámbitos
en los que el catalán no está al mismo nivel que el castellano,
como en la justicia y el cine. Sólo el 2% de los filmes extranjeros,
por ejemplo, tienen versión catalana.
• Nueva ley. Si en la anterior legislatura el debate sobre la
lengua se centró en la denominada inmersión lingüística
-es decir, la escolarización de los niños exclusivamente
en catalán-, en estos últimos años la discusión
ha girado en torno a la aplicación de la nueva legislación
sobre el uso del idioma autóctono. Una norma, la Ley de Política
Lingüística, que prevé sanciones por incumplimiento
y que fue aprobada sin el consenso de todas las formaciones parlamentarias,
contrariamente a lo sucedido con la primera ley del catalán.
Por razones diametralmente opuestas, el Partido Popular y Esquerra Republicana
votaron en contra. Los conservadores la juzgaron abusiva, mientras que
los independentistas la consideraron moderada en demasía. Los socialistas
y el grupo de Iniciativa-Verds -antiguos socios de la coalición
de Julio Anguita- la apoyaron en el Parlament, pero han abominado de cómo
la ha querido aplicar el Gobierno catalán: a golpe de decretos redactados
al margen de los sectores afectados. De los cinco que desarrollan la ley
hasta ahora, el más conflictivo ha sido el de doblaje de filmes.
• Cine. Ni la foto del consejero de Cultura, Joan Maria Pujals
-de quien depende directamente la política lingüística-,
paseando por el Pati dels Tarongers del Palau de la Generalitat junto a
un saltarín Micky Mouse conmovió a las multinacionales estadounidenses
de la distribución cinematográfica, contrarias al decreto
de doblaje. Las majors han seguido en sus trece y continúan
sin querer someterse a la norma, que establece cuotas de distribución
-el 50% de copias en catalán de las películas más
taquilleras, por ejemplo- y exhibición, y prevé sanciones
para quienes las incumplan. El mayor y más reciente fracaso de la
política lingüística de la Generalitat es este decreto.
Una norma que no sólo ha topado con el rechazo del sector cinematográfico
sino que fue desactivada por el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña
al suspender éste su capacidad sancionadora. El formidable embrollo
ha obligado al Ejecutivo autonómico a retrasar por dos veces la
aplicación del decreto. El último aplazamiento sitúa
su efectividad en el lejano 1 de junio del 2000.
El Gobierno de Convergència i Unió arguye que necesita
este tiempo para negociar tranquilamente con las distribuidoras. La oposición,
sin embargo, ha interpretado la decisión como un signo de ineficacia
política del equipo de Pujol, quien llegó a decir que jamás
se arrodillaría ante las multinacionales para pedirles que doblaran
al catalán sus producciones. El presidente necesita, como sea, borrar
la mancha del decreto del cine en su gestión, y ya lo ha intentado.
A dos días del inicio de campaña, anteayer, Pujals -que ocupa
nada menos que el sexto lugar en la candidatura nacionalista- vendió
como un gran logro el haber conseguido pactar con tres distribuidoras norteamericanas
y dos catalanas el doblaje de 18 películas en los próximos
ocho meses. Eso sí, se preocupó de no destacar que los gastos
correrán a cargo del erario público.
• Justicia. La ley del catalán establece que las
actuaciones judiciales podrán ser hechas en cualquiera de las dos
lenguas oficiales y sin necesidad de traducción. Obliga asimismo
a los tribunales a atender y comunicar las sentencias a los ciudadanos
en la lengua que éstos decidan. Que en este ramo la norma es papel
mojado lo revela el hecho de que, un año después de la entrada
en vigor de la ley, únicamente uno de cada cien jueces dictaba de
forma sistemática las sentencias en catalán, y que apenas
el 5% de los documentos estaban redactados en dicha lengua. Otro dato:
poco más del 2% de la plantilla de jueces, fiscales y secretarios
que ejercen en Cataluña acabaron el año pasado los cursos
que organiza la Generalitat para fomentar el conocimiento y el uso del
catalán. Tampoco los abogados utilizan habitualmente este idioma.
Ellos alegan que usan el castellano para evitar demoras.
En vista de que no hay forma de que el catalán penetre en los
juzgados, el Gobierno autonómico explora otra vía: presionar
en Madrid para reformar la legislación con el objetivo de crear
un cuerpo catalán de funcionarios de la Administración de
justicia.
Albañiles, profesores y carteles
La aplicación de la ley del catalán ha traspasado el Ebro
y, en esta legislatura, ha llegado hasta el defensor del pueblo, Fernando
Álvarez de Miranda, quien ha terciado en varios conflictos. A punto
estuvo Álvarez de Miranda el año pasado de recurrir la norma
ante el Tribunal Constitucional, pero se retractó finalmente después
de consultar con el síndic de greuges (defensor del pueblo
catalán), Anton Cañellas, y de que Jordi Pujol le garantizara
que la ley se aplicaría de forma gradual y consensuada.
Antes de eso, Álvarez de Miranda había recibido quejas
referidas a la utilización exclusiva del catalán en los rótulos
informativos de algunos juzgados y a la exigencia de saber hablar y escribir
este idioma para trabajar de albañil municipal en la localidad gerundense
de Roses, gobernada por Convergència i Unió. Otro Ayuntamiento
de Girona y asimismo gobernado por la coalición que lidera Pujol,
el de Olot, planteó ese mismo requisito para acceder a una plaza
de idénticas características. Sucedió una semana antes
de que entrara en vigor la Ley de Política Lingüística.
Recientemente, el defensor del pueblo ha tenido que tomar cartas en
otro asunto que afecta al catalán. La Universidad Rovira i Virgili,
con campus en Tarragona y Reus, apartó del tribunal de correcciones
de la selectividad a dos profesores que cuestionaron la legalidad de que
las pruebas se realizaran exclusivamente en catalán, y uno de ellos
denunció que no se había facilitado a un alumno una copia
en castellano, pese a haberlo éste solicitado. De todo ello, pidieron
los docentes parecer a Álvarez de Miranda, quien respondió
que todos los alumnos deben disponer de un ejemplar del examen en castellano,
y no limitar esta opción a aquellos que "manifiesten dificultad
de comprensión de los enunciados por la lengua usada", tal como
establece la normativa sobre la lengua en las pruebas.
La universidad mantiene abierto otro frente lingüístico.
El Tribunal Superior de Justicia de Cataluña ha admitido un recurso
de Convivencia Cívica Catalana, que preside el senador del PP Aleix
Vidal-Quadras, y un grupo de profesores contrarios al reglamento interno
de usos lingüísticos, que exige el conocimiento del catalán
en los concursos docentes.
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