El País Digital
Domingo 
14 noviembre 
1999 - Nº 1290
ESPAÑA
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El tráfico de pateras a Canarias se organiza en un hotel de El Aaiún 

Los puntos de embarque habituales son Sidi Ifni, Uad Amma Fatma y Amgraw 

TOMÁS BÁRBULO / SOFÍA MENÉNDEZ, El Aaiún / Las Palmas 
Un gran número de las pateras que transportan inmigrantes con destino a las islas Canarias salen de Sidi Ifni, Uad Amma Fatma, Amgraw y La Palangana, y este tráfico ilegal es organizado en su mayor parte desde un edificio de aspecto siniestro y un hotel cercano sitos en la ciudad de El Aaiún. La mayoría de quienes recurren a los organizadores proceden de la zona de Beni Mellal, unos cien kilómetros al oeste de Marraquech. 
 
En una calle polvorienta que desciende junto al antiguo cementerio católico de El Aaiún hacia Saguia el Hamra (el río que parte en dos el Sáhara occidental como una cuchillada) hay un edificio de aspecto siniestro. Tiene dos plantas, está pintado de amarillo y sobre su puerta cuelga un cartel azul escrito en caracteres árabes: Ait Buoamran. Muy cerca de este garito, en la avenida de Mohamed Salem Boida, está el hotel Inzagan. Ambos son propiedad de Mohamed Salem, un saharaui que roza la treintena. Desde allí se organiza la mayor parte del tráfico de pateras que estos días inunda las islas Canarias.
 
 

Es dudoso que Mohamed Salem Boida, que da nombre a la avenida en que se encuentra uno de los hoteles del joven Mohamed Salem, aprobara las actividades de su tocayo. Salem Boida murió en una cárcel franquista en 1958, por oponerse a la colonización de su tierra. Durante la presencia española en el territorio, la avenida ostentó el nombre del muy patriota general Bens. Ahora es el lugar al que se dirigen todos aquellos que huyen de la represión marroquí o simplemente buscan una vida mejor en Europa.
 
 

Pero Mohamed Salem, que además es propietario de un estanco situado en el límite de los barrios de Colominas y Casas de Piedra y de una cafetería heredada de su padre en el barrio del Cementerio, no tiene una patera. Él es sólo el hombre de contacto. Dispone de una flota de Land-Rovers y conoce las rutas del desierto para llevar a los aventureros hasta los puntos de embarque, lejos de los puestos de vigilancia de la Gendarmería Real marroquí.
 
 

A los hoteles Inzagan, cuyo nombre hace referencia a una tribu de la zona de Agadir, y Ait Buoamran (denominación de otro clan cercano a Sidi Ifni) acuden los fugitivos de El Aaiún, pero también los emigrantes que un marroquí llamado Boitcha trae desde el norte del país hacinados de siete en siete en destartalados Mercedes. Boitcha es un personaje famoso: vive en el barrio del Cementerio, muy cerca de los dos hoteles mencionados, y se dedica al contrabando de alcohol.
 
 

La mayoría de los clientes de Boitcha proceden de la zona de Beni Mellal (a unos 100 kilómetros al oeste de Marraquech), de la que era oriundo uno de los primeros gobernadores del Sáhara tras la descolonización española: el inolvidable Samarak. Este político se ganó el favor del rey Mohamed V cuando se opuso al intento colonial francés de crear un Estado bereber en la zona para debilitar a Marruecos. 

Cuando subió al trono, Hassan II le nombró gobernador de la provincia limítrofe con el Sáhara Español. Tras la descolonización, fue designado wali (prefecto) del Sáhara. Desde la casa que heredó del general Federico Gómez de Salazar, último gobernador español, se convirtió en una especie de virrey. Sus hombres de confianza, traídos a cientos desde su patria chica, formaron un entramado de intereses que hoy, seis años después de la muerte de Samarak, es conocida en todo el Sáhara como la mafia El Malaliya, gentilicio de Beni Mellal. De Beni Mellal bajan periódicamente hasta El Aaiún autocares llenos de campesinos disfrazados con ropas elegantes. Su primera escala son los hoteles de Mohamed Salem.
 
 

Entre los propietarios de pateras, cualquiera en El Aaiún sabe de las andanzas de Malainin y su hermano menor, Larabas, que son naturales de Guleimin y poseen dos embarcaciones. O de las de Hicham, muy conocido en el barrio del Cementerio y cuyos éxitos comerciales le han permitido comprarse recientemente un Mercedes 250. Pero el verdadero patrón, y el más peligroso, según quienes le conocen bien, es Azdin.
 
 

Azdin es un marroquí salido de los llamados Campamentos de la Unidad: unas aglomeraciones formadas por los 100.000 colonos traídos en autocares al Sáhara desde el norte de Marruecos, hace cuatro o cinco años, para alterar el censo del referéndum de autodeterminación. La mayoría habitan en un arrabal de El Aaiún situado junto a la carretera que lleva a la ciudad santa de Smara, en el interior del desierto.
 
 

Azdin tiene 12 pateras 25 kilómetros al sur del puerto. Es un hombre generoso que mantiene excelentes relaciones con importantes funcionarios y policías, y que conoce a fondo el negocio, ya que comenzó patroneando él mismo sus embarcaciones. Al igual que sus colegas, cobra entre 60.000 y 75.000 pesetas por pasajero y viaje. En esta cantidad están incluidos los honorarios de Mohamed Salem por el transporte desde El Aaiún hasta el lugar de embarque. Boitcha cobra unas 50.000 pesetas más a los clientes que transporta desde el norte. Los pagos se producen al contratar el viaje o al pie mismo de la patera, según la confianza existente entre los mafiosos y sus clientes.
 
 

Los puntos habituales de embarque para las pateras que salen hacia Fuerteventura son Amgraw (25 kilómetros al norte del puerto de El Aaiún, entre esta ciudad y la de Tarfaya), La Palangana (25 kilómetros al sur del puerto) y, últimamente, Sidi Ifni. Las lanchas que tienen como objetivo Costa Teguise, en Lanzarote, salen de un lugar llamado Uad Amma Fatma, donde está enterrada una famosa santona, situado 100 kilómetros al sur de Tantan.
 
 

La travesía, de 110 kilómetros, dura 24 horas. Los que sobreviven a ella deambulan completamente desorientados por las calles y plazas de Fuerteventura. Ahí entra en acción Nashi.
 
 

Nashi es un marroquí que permanece en España en situación legal. Es un individuo de treinta y tantos años, no más de 1,75 de estatura, pelo muy rizado y corto de esa tonalidad amarillenta (una especie de amago de rubio) que se encuentra con cierta frecuencia en el Magreb. Para más señas, luce un diente mellado. Un par de veces a la semana se deja ver por la plaza de la Paz, un lugar habitual de concentración de espaldas mojadas en Puerto del Rosario, con un saco verde al hombro, un móvil en la mano y una riñonera a la cintura. 

El negocio de Nashi consiste en ofrecer a los desesperados documentación falsa para pasar a Italia. El precio: unas 320.000 pesetas. Los clientes no tienen ese dinero, pero Nashi ha encontrado la manera de salvar ese problema: se pone en contacto con los familiares de los desesperados en Marruecos y les pide que ingresen esa cantidad en su cuenta bancaria.
 
 

No es Nashi el único que ha visto la forma de exprimir aún más a los inmigrantes sin documentación. Hasta hace poco, un senegalés conocido por Ass, propietario de una tienda de artesanía africana en Caleta Fuste, era otra de las referencias para quienes buscaban documentación falsa. Ass ha cerrado hace poco su negocio y ha emigrado a Estados Unidos.
 
 

Pero no sólo los inmigrantes están en el negocio. El abogado de Las Palmas Antonio Moreno denuncia la existencia en las islas de organizaciones dedicadas a la expedición de certificaciones y a la manipulación de fotocopias y documentos diversos. Siempre bajo precio.
 
 

Toda la información que aparece en este reportaje ha sido construida a partir de una veintena de entrevistas, celebradas en El Aaiún, Fuerteventura y Las Palmas, con inmigrantes ilegales, ciudadanos marroquíes y saharauis y miembros de organizaciones humanitarias. Todos ellos han pedido permanecer en el anonimato. Las autoridades de la Wilaya (prefectura) de El Aaiún se han negado a confirmar o desmentir los hechos, a pesar de los numerosos requerimientos de EL PAÍS. 

Tampoco la Delegación del Gobierno de Canarias ha querido comentar estos datos. Una fuente cercana al Ministerio del Interior reveló que las autoridades españolas han emprendido una investigación sobre las mafias de las pateras que alcanza a El Aaiún. De ser cierto este dato, podría crear un conflicto de soberanía entre Madrid y Rabat. 

"La palabra es caos"

S. M. / M.CANTERO, Fuerteventura /Las Palmas 
"La palabra es caos". Con esta contundencia describe Juan Manuel de León, responsable de la Cruz Roja en Fuerteventura, la situación creada por la llegada masiva de pateras a la isla. En 1998 arribaron al menos 66 a Fuerteventura. Y en lo que va de 1999 ya se ha doblado esa cifra.
 
 

Los guardias civiles se quejan de carencia de medios, la policía intenta dar abasto con 40 agentes recién llegados de Sevilla, las organizaciones humanitarias se encuentran desbordadas y no saben dónde alojar a los inmigrantes recién llegados, las instituciones insulares se arrojan el problema unas a otras y decenas de espaldas mojadas deambulan por la ciudad. Esta situación, calentada por declaraciones de personajes como el alcalde de La Oliva y senador del Partido Popular, Domingo González Arroyo, ha disparado en pocos días un ambiente de xenofobia que amenaza con estallar en actos de violencia.
 
 

Sólo 13 guardias civiles vigilan la costa de Gran Tarajal, el lugar al que arriban la mayoría de las pateras.
 
 

Los guardias no se aventuran por los barrancos de la zona durante la noche, que es cuando llegan las lanchas. Esperan a la mañana y buscan ropas húmedas.
 
 

"Ellos llegan empapados y traen vestidos secos en bolsas de plástico. Cuando saltan a tierra se cambian y dejan las prendas mojadas. Nosotros las encontramos y así sabemos que ha desembarcado una patera. Prendemos fuego a la ropa y comenzamos la búsqueda. En cuanto cogemos a uno, todo es tirar del ovillo. Al final acaban cayendo todos", declara un miembro del instituto armado.
 
 

Las tres lanchas de la Guardia Civil están averiadas: una encalló, otra (que el ministro de Interior, Jaime Mayor Oreja, entregó el día 3 en una visita relámpago) fue dañada al intentar descargarla, y la tercera tiene el motor averiado.
 
 

Fuerteventura vive en la actualidad una eclosión turística. La necesidad de mano de obra para la construcción ha dejado a la población nativa en minoría. Emigrantes procedentes de otras islas canarias, de Portugal, Galicia, Andalucía y varios países de Europa han incrementado la población en un 14,16% en tan sólo dos años. Son precisamente estos inmigrantes de escasa preparación cultural los que reaccionan con más virulencia contra los espaldas mojadas. 

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