El tráfico de pateras a Canarias se organiza
en un hotel de El Aaiún
Los puntos de embarque habituales son Sidi Ifni, Uad Amma Fatma y
Amgraw
TOMÁS BÁRBULO / SOFÍA MENÉNDEZ,
El Aaiún / Las Palmas
Un gran número de las pateras que transportan inmigrantes
con destino a las islas Canarias salen de Sidi Ifni, Uad Amma Fatma, Amgraw
y La Palangana, y este tráfico ilegal es organizado en su mayor
parte desde un edificio de aspecto siniestro y un hotel cercano sitos en
la ciudad de El Aaiún. La mayoría de quienes recurren a los
organizadores proceden de la zona de Beni Mellal, unos cien kilómetros
al oeste de Marraquech.
En una calle polvorienta que desciende junto al antiguo cementerio católico
de El Aaiún hacia Saguia el Hamra (el río que parte en dos
el Sáhara occidental como una cuchillada) hay un edificio de aspecto
siniestro. Tiene dos plantas, está pintado de amarillo y sobre su
puerta cuelga un cartel azul escrito en caracteres árabes: Ait
Buoamran. Muy cerca de este garito, en la avenida de Mohamed Salem
Boida, está el hotel Inzagan. Ambos son propiedad de Mohamed Salem,
un saharaui que roza la treintena. Desde allí se organiza la mayor
parte del tráfico de pateras que estos días inunda las islas
Canarias.
Es dudoso que Mohamed Salem Boida, que da nombre a la avenida en que
se encuentra uno de los hoteles del joven Mohamed Salem, aprobara las actividades
de su tocayo. Salem Boida murió en una cárcel franquista
en 1958, por oponerse a la colonización de su tierra. Durante la
presencia española en el territorio, la avenida ostentó el
nombre del muy patriota general Bens. Ahora es el lugar al que se dirigen
todos aquellos que huyen de la represión marroquí o simplemente
buscan una vida mejor en Europa.
Pero Mohamed Salem, que además es propietario de un estanco situado
en el límite de los barrios de Colominas y Casas de Piedra y de
una cafetería heredada de su padre en el barrio del Cementerio,
no tiene una patera. Él es sólo el hombre de contacto. Dispone
de una flota de Land-Rovers y conoce las rutas del desierto para llevar
a los aventureros hasta los puntos de embarque, lejos de los puestos de
vigilancia de la Gendarmería Real marroquí.
A los hoteles Inzagan, cuyo nombre hace referencia a una tribu de la
zona de Agadir, y Ait Buoamran (denominación de otro clan cercano
a Sidi Ifni) acuden los fugitivos de El Aaiún, pero también
los emigrantes que un marroquí llamado Boitcha trae desde el norte
del país hacinados de siete en siete en destartalados Mercedes.
Boitcha es un personaje famoso: vive en el barrio del Cementerio, muy cerca
de los dos hoteles mencionados, y se dedica al contrabando de alcohol.
La mayoría de los clientes de Boitcha proceden de la zona de
Beni Mellal (a unos 100 kilómetros al oeste de Marraquech), de la
que era oriundo uno de los primeros gobernadores del Sáhara tras
la descolonización española: el inolvidable Samarak. Este
político se ganó el favor del rey Mohamed V cuando se opuso
al intento colonial francés de crear un Estado bereber en la zona
para debilitar a Marruecos.
Cuando subió al trono, Hassan II le nombró gobernador
de la provincia limítrofe con el Sáhara Español. Tras
la descolonización, fue designado wali (prefecto) del Sáhara.
Desde la casa que heredó del general Federico Gómez de Salazar,
último gobernador español, se convirtió en una especie
de virrey. Sus hombres de confianza, traídos a cientos desde su
patria chica, formaron un entramado de intereses que hoy, seis años
después de la muerte de Samarak, es conocida en todo el Sáhara
como la mafia El Malaliya, gentilicio de Beni Mellal. De Beni Mellal bajan
periódicamente hasta El Aaiún autocares llenos de campesinos
disfrazados con ropas elegantes. Su primera escala son los hoteles de Mohamed
Salem.
Entre los propietarios de pateras, cualquiera en El Aaiún sabe
de las andanzas de Malainin y su hermano menor, Larabas, que son naturales
de Guleimin y poseen dos embarcaciones. O de las de Hicham, muy conocido
en el barrio del Cementerio y cuyos éxitos comerciales le han permitido
comprarse recientemente un Mercedes 250. Pero el verdadero patrón,
y el más peligroso, según quienes le conocen bien, es Azdin.
Azdin es un marroquí salido de los llamados Campamentos de la
Unidad: unas aglomeraciones formadas por los 100.000 colonos traídos
en autocares al Sáhara desde el norte de Marruecos, hace cuatro
o cinco años, para alterar el censo del referéndum de autodeterminación.
La mayoría habitan en un arrabal de El Aaiún situado junto
a la carretera que lleva a la ciudad santa de Smara, en el interior del
desierto.
Azdin tiene 12 pateras 25 kilómetros al sur del puerto. Es un
hombre generoso que mantiene excelentes relaciones con importantes funcionarios
y policías, y que conoce a fondo el negocio, ya que comenzó
patroneando él mismo sus embarcaciones. Al igual que sus colegas,
cobra entre 60.000 y 75.000 pesetas por pasajero y viaje. En esta cantidad
están incluidos los honorarios de Mohamed Salem por el transporte
desde El Aaiún hasta el lugar de embarque. Boitcha cobra unas 50.000
pesetas más a los clientes que transporta desde el norte. Los pagos
se producen al contratar el viaje o al pie mismo de la patera, según
la confianza existente entre los mafiosos y sus clientes.
Los puntos habituales de embarque para las pateras que salen hacia Fuerteventura
son Amgraw (25 kilómetros al norte del puerto de El Aaiún,
entre esta ciudad y la de Tarfaya), La Palangana (25 kilómetros
al sur del puerto) y, últimamente, Sidi Ifni. Las lanchas que tienen
como objetivo Costa Teguise, en Lanzarote, salen de un lugar llamado Uad
Amma Fatma, donde está enterrada una famosa santona, situado 100
kilómetros al sur de Tantan.
La travesía, de 110 kilómetros, dura 24 horas. Los que
sobreviven a ella deambulan completamente desorientados por las calles
y plazas de Fuerteventura. Ahí entra en acción Nashi.
Nashi es un marroquí que permanece en España en situación
legal. Es un individuo de treinta y tantos años, no más de
1,75 de estatura, pelo muy rizado y corto de esa tonalidad amarillenta
(una especie de amago de rubio) que se encuentra con cierta frecuencia
en el Magreb. Para más señas, luce un diente mellado. Un
par de veces a la semana se deja ver por la plaza de la Paz, un lugar habitual
de concentración de espaldas mojadas en Puerto del Rosario,
con un saco verde al hombro, un móvil en la mano y una riñonera
a la cintura.
El negocio de Nashi consiste en ofrecer a los desesperados documentación
falsa para pasar a Italia. El precio: unas 320.000 pesetas. Los clientes
no tienen ese dinero, pero Nashi ha encontrado la manera de salvar ese
problema: se pone en contacto con los familiares de los desesperados en
Marruecos y les pide que ingresen esa cantidad en su cuenta bancaria.
No es Nashi el único que ha visto la forma de exprimir aún
más a los inmigrantes sin documentación. Hasta hace poco,
un senegalés conocido por Ass, propietario de una tienda de artesanía
africana en Caleta Fuste, era otra de las referencias para quienes buscaban
documentación falsa. Ass ha cerrado hace poco su negocio y ha emigrado
a Estados Unidos.
Pero no sólo los inmigrantes están en el negocio. El abogado
de Las Palmas Antonio Moreno denuncia la existencia en las islas de organizaciones
dedicadas a la expedición de certificaciones y a la manipulación
de fotocopias y documentos diversos. Siempre bajo precio.
Toda la información que aparece en este reportaje ha sido construida
a partir de una veintena de entrevistas, celebradas en El Aaiún,
Fuerteventura y Las Palmas, con inmigrantes ilegales, ciudadanos marroquíes
y saharauis y miembros de organizaciones humanitarias. Todos ellos han
pedido permanecer en el anonimato. Las autoridades de la Wilaya (prefectura)
de El Aaiún se han negado a confirmar o desmentir los hechos, a
pesar de los numerosos requerimientos de EL PAÍS.
Tampoco la Delegación del Gobierno de Canarias ha querido comentar
estos datos. Una fuente cercana al Ministerio del Interior reveló
que las autoridades españolas han emprendido una investigación
sobre las mafias de las pateras que alcanza a El Aaiún. De ser cierto
este dato, podría crear un conflicto de soberanía entre Madrid
y Rabat.
"La palabra es caos"
S. M. / M.CANTERO, Fuerteventura
/Las Palmas
"La palabra es caos". Con esta contundencia describe Juan Manuel de
León, responsable de la Cruz Roja en Fuerteventura, la situación
creada por la llegada masiva de pateras a la isla. En 1998 arribaron al
menos 66 a Fuerteventura. Y en lo que va de 1999 ya se ha doblado esa cifra.
Los guardias civiles se quejan de carencia de medios, la policía
intenta dar abasto con 40 agentes recién llegados de Sevilla, las
organizaciones humanitarias se encuentran desbordadas y no saben dónde
alojar a los inmigrantes recién llegados, las instituciones insulares
se arrojan el problema unas a otras y decenas de espaldas mojadas deambulan
por la ciudad. Esta situación, calentada por declaraciones de personajes
como el alcalde de La Oliva y senador del Partido Popular, Domingo González
Arroyo, ha disparado en pocos días un ambiente de xenofobia que
amenaza con estallar en actos de violencia.
Sólo 13 guardias civiles vigilan la costa de Gran Tarajal, el
lugar al que arriban la mayoría de las pateras.
Los guardias no se aventuran por los barrancos de la zona durante la
noche, que es cuando llegan las lanchas. Esperan a la mañana y buscan
ropas húmedas.
"Ellos llegan empapados y traen vestidos secos en bolsas de plástico.
Cuando saltan a tierra se cambian y dejan las prendas mojadas. Nosotros
las encontramos y así sabemos que ha desembarcado una patera. Prendemos
fuego a la ropa y comenzamos la búsqueda. En cuanto cogemos a uno,
todo es tirar del ovillo. Al final acaban cayendo todos", declara un miembro
del instituto armado.
Las tres lanchas de la Guardia Civil están averiadas: una encalló,
otra (que el ministro de Interior, Jaime Mayor Oreja, entregó el
día 3 en una visita relámpago) fue dañada al intentar
descargarla, y la tercera tiene el motor averiado.
Fuerteventura vive en la actualidad una eclosión turística.
La necesidad de mano de obra para la construcción ha dejado a la
población nativa en minoría. Emigrantes procedentes de otras
islas canarias, de Portugal, Galicia, Andalucía y varios países
de Europa han incrementado la población en un 14,16% en tan sólo
dos años. Son precisamente estos inmigrantes de escasa preparación
cultural los que reaccionan con más virulencia contra los espaldas
mojadas. |