Carta abierta al rey de Marruecos
MOHAMED ABDELAZIZ
El líder del Frente Polisario ha enviado
a EL PAÍS esta carta, dirigida a Mohamed VI, en la que pide al joven
rey que asuma sus responsabilidades ante la comunidad internacional y respete
el plan de paz y el referéndum de autodeterminación del Sáhara
Occidental suscritos por Naciones Unidas. Abdelaziz asegura que la independencia
del pueblo saharaui no está dirigida contra Marruecos.
Majestad:
Vuestra llegada al trono ha alimentado la esperanza de las mujeres
y los hombres que quieren ver por fin un Magreb libre, democrático
y próspero. El nuevo clima de paz y entendimiento que, paso a paso,
está instaurándose en nuestra hermosa región del norte
de África es la aspiración no sólo de los pueblos
que la habitamos, sino también del resto de la comunidad internacional.
El camino emprendido por Argelia, de la mano del presidente Buteflika,
es anunciador de una nueva era de paz y estabilidad prometedoras que invitan,
a cercanos y a lejanos por igual, al optimismo.
Defraudaremos, sin embargo, esas nobles esperanzas si no resolvemos
sin demora el conflicto del Sáhara Occidental. Las bases para esta
solución han sido, de común acuerdo, establecidas y definidas,
hecho que nos evita el complejo y difícil ejercicio de buscar o
inventar una solución. La Organización de Naciones Unidas,
en cooperación con la Organización para la Unidad Africana,
estableció un plan de paz simple, sencillo y factible, que es permitir
al pueblo saharaui decidir, en condiciones de libertad y seguridad incuestionables,
su futuro, como estado independiente, o integrándose en Marruecos.
Más de setenta naciones soberanas de todo el mundo reconocen
a la República Árabe Saharaui Democrática como Estado
y la Organización de la Unidad Africana la acoge como miembro de
pleno derecho. Por el contrario, ningún Estado reconoce la ocupación
por parte de Marruecos del Sáhara Occidental. El apoyo popular y
de la sociedad civil en general a la causa saharaui ha sido siempre, y
sigue siendo, de una solidez evidente. Organizaciones gubernamentales y
no gubernamentales de los cinco continentes siguen ofreciendo generoso
apoyo material y humanitario a nuestro pueblo para que nuestros niños,
mujeres y ancianos puedan resistir mejor las condiciones de un desierto
que no perdona la debilidad. En este contexto, los ciudadanos y ciudadanas
españoles han demostrado una solidaridad humana que colma en cierto
modo el vacío y va más allá de las complicadas relaciones
entre Estados, una solidaridad por la que nuestro pueblo estará
siempre profundamente agradecido.
Somos un pueblo pacífico que desea, tal vez más que nadie,
la paz. No cualquier paz, sino la paz en mayúsculas, la paz en libertad,
en dignidad, en nuestro país, libre y soberano. La guerra impuesta
y desencadenada en las circunstancias tristes que vuestra majestad tal
vez recuerde no nos distrajo de pensar en el futuro, en el futuro del país
que siempre hemos querido construir. Nuestra libertad y nuestra independencia
no está dirigida contra nadie, y menos contra Marruecos, un país
vecino con el que compartimos mucho y podemos, en el marco de ese Magreb
con el que todos soñamos, compartir mucho más, para el bien
de todos, sin exclusión de nadie.
Con una mano hemos resistido esa injusta guerra. Con la otra, hemos
construido escuelas donde todos nuestros niños acuden cada día.
Nuestros jóvenes acuden a otros países amigos para completar
sus estudios universitarios. Hemos levantado, en mitad del árido
desierto hospitales, donde nuestros ciudadanos y ciudadanas cuentan con
una sanidad que alcanza a todos sin diferencia. Hemos establecido un sistema
de distribución alimentaria que permite la supervivencia en difíciles
circunstancias, y que se complementa con nuestra propia producción
agrícola y ganadera. Nuestro pueblo se rige por principios y procedimientos
completamente democráticos: contamos con una Constitución
que reconoce la libertad de asociación, la libertad de credo y la
libertad de expresión. Nuestro sistema de gobierno está abierto
al debate y al cambio democrático. Todo ello ha sido logrado gracias
a la unión de un pueblo que, como nación, se siente distinto
y diferente de cualquier otro y que lucha por volver al territorio que
considera justamente suyo.
Majestad, no más decepciones: las naciones del mundo ya han hablado
y piden que ahora se deje hablar al pueblo saharaui. Si este pueblo desea
ser marroquí, que lo diga ante el mundo, pero si quiere ser independiente,
nadie debe sentirse humillado ni vencido. En ese supuesto, lo menos que
se espera de un Marruecos que quiere ser democrático es desear a
este pueblo toda la felicidad y toda la prosperidad para a renglón
seguido invitarla a iniciar relaciones de amistad y cooperación.
Le puedo asegurar que no dudaremos un instante en ofrecer nuestra mano
a dicha oferta.
En Oriente Medio soplan vientos de paz reales. En Timor Oriental, Indonesia
corrigió un error histórico y pudo así salir del atolladero
de un conflicto de descolonización similar al del Sáhara
Occidental. Nadie entenderá que Marruecos siga rezagado y entregándose,
además, a un doble juego en el momento en que necesita más
que nunca mostrar coherencia.
Es comprensible que Marruecos, en las actuales circunstancias, espere
ayuda tanto de la región como de más allá, pero cabe
preguntar si Marruecos está dispuesto a ayudarse a sí mismo,
a cooperar con el interés internacional facilitando la misión
de la ONU en el Sáhara Occidental. Presentar cerca de 80.000 recursos
de apelación y desatar, en El Aaiún, una feroz represión,
documentada con testimonios gráficos, no dicen mucho a favor de
la seriedad y de la credibilidad de la nueva imagen modernista, democrática,
que Marruecos trata de proyectar hacia el exterior y particularmente en
sus relaciones con la ONU en lo que al referéndum se refiere.
No es momento para dudar. El plan de paz es claro y más claro
aún después de los acuerdos de Houston negociados en presencia
del señor James Baker y de los protocolos firmados en mayo pasado
bajo los auspicios del secretario general de la ONU.
No se debe traicionar otra vez la confianza de la comunidad internacional
con maniobra dilatoria. Desafortunadamente, estamos obligados a pensar
que el recurso a ese número masivo de apelaciones huele a maniobra
dilatoria cuyo objetivo es impedir que el referéndum de autodeterminación
se celebre, como estaba previsto, en julio del 2000.
Si el pueblo saharaui lleva 24 años luchando en durísimas
condiciones por el reconocimiento de su independencia; si la comunidad
internacional está, como ha demostrado, resuelta a que el derecho
de autodeterminación de nuestro pueblo pueda ejercerse en paz y
con transparencia; si oímos el clamor de los ciudadanos de todo
el mundo pidiendo un referéndum libre; si queremos de verdad que
la estabilidad, la democracia y la prosperidad reinen en el norte de África,
¿no ha llegado la hora de demostrar que realmente existe voluntad
de respetar los plazos establecidos en el Plan de Arreglo?
No temáis, Majestad. Tampoco deben temer las naciones del mundo.
Nuestro pueblo ha demostrado ser suficientemente capaz de afrontar los
retos del siglo XXI. El pueblo saharaui es un pueblo indómito y
luchador, que ha sufrido mucho, pero también ha aprendido y crecido
mucho en su resistencia al colonialismo y a la ocupación. El pueblo
saharaui sabe que sólo puede afrontar el siglo que viene si garantiza
la democracia, la tolerancia, la libre discusión de las ideas, el
reconocimiento de la iniciativa privada al abrigo de la protección
por parte del Estado de los derechos fundamentales en educación,
vivienda, sanidad y seguridad social, la apertura al mundo en los intercambios
económicos y el fomento de la solidaridad internacional. Más
allá de la legítima defensa que el Frente Polisario hizo
de su territorio, un territorio ocupado por la fuerza de las armas por
vuestro ejército, ha mostrado que sabe gobernar un prometedor país
incluso en las peores circunstancias. Ahora es el momento de deciros a
vosotros, y extender nuestro llamamiento al resto del mundo, que el pueblo
saharaui quiere y sabe ser independiente. Que la independencia de nuestro
pueblo reforzará el clima de paz y democracia que ya se vislumbra
en la región, que nuestra independencia fomentaría la estabilidad
en la zona, creando nuevas perspectivas de cooperación y desarrollo,
frenando la emigración anárquica y atrayendo inversiones
extranjeras. Ha llegado el momento de decirle al mundo que nuestro pueblo
quiere decidir su futuro libremente, un futuro que le fue robado hace un
cuarto de siglo y que ahora, en los albores del nuevo milenio, puede volver
a ser suyo.
Majestad, no decepcionemos por más tiempo a la comunidad internacional.
Mohamed Abdelaziz es secretario general
del Frente Polisario.
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