El Paํs Digital
Miércoles 
10 noviembre 
1999 - Nº 1286
SOCIEDAD
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La emisora que inventó la radio 

Radio Barcelona cumple el próximo domingo 75 años, los mismos que la radiodifusión española 


Gemma Nierga modera las intervenciones
en La Ventana (C. Ribas).
La decana de las emisoras del país, Radio Barcelona, celebra el próximo domingo 75 años de funcionamiento y, con ella, la radiodifusión española. Para celebrar este aniversario, la cadena SER ha organizado una serie de actos conmemorativos en la capital catalana que se iniciarán mañana a las 11.00 horas con la inauguración por los Reyes de la exposición Tiempo de radio , en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB). Por la tarde, se llevará a cabo en el Palau Sant Jordi una gala extraordinaria de entrega de los Premios Ondas, que en esta edición están dedicados especialmente a homenajear a todos los profesionales que han hecho posibles tres cuartos de siglo de radio.

TERESA CENDRÓS , Barcelona 
Radio Barcelona, la emisora española más antigua, nació el 14 de noviembre de 1924. Fue alumbrada en el hotel Colón, en la misma plaza de Catalunya, en cuya azotea se instaló una antena de 30 metros de altura para asegurar la recepción. La emisión salió a las ondas con el indicativo EAJ-1. La locutora Maria Sabaté fue la primera voz que pudo oírse a través de los receptores de los poquísimos ciudadanos que disponían de aparato de radio, y la pieza musical que abrió la programación, Granada , de Albéniz, interpretada por el Trío Torner. El alcalde, el barón de Viver, inauguró los estudios, en varias habitaciones del hotel.
 
 

Hacía algo más de un año que los emprendedores Eduard Solà, impresor, y Josep Maria Guillén García, ingeniero, habían empezado a proyectar una emisora de radio. Encontraron 13 socios con suficiente patrimonio para fundarla -"docenas de miles de pesetas", dice la prensa de la época que hicieron falta para arrancar- y se lanzaron a la aventura. El general Primo de Rivera asistió a las primeras pruebas de radiodifusión, que se hicieron en 1923 en Montjuïc, y tanto le maravilló el invento que, unos meses después, otorgó la primera licencia española a Radio Barcelona.
 
 

La emisora, que empezó a andar con la música como principal aliado, fue un éxito tal que al cabo de un mes los promotores calculaban que sólo en la capital catalana había ya 80.000 receptores y medio millón en toda Cataluña. Se creó la figura del socio protector, pero las cuotas no eran suficientes para mantener la emisora -no se había descubierto aún la publicidad como fuente de ingresos- y en 1929 Radio Barcelona fue absorbida por Unión Radio, de Madrid, la cadena que tras la guerra civil se convirtió en Sociedad Española de Radiodifusión, la SER.
 
 

Aquellos primeros años las emisoras de todo el país inventaban la radio, que era en directo, porque las posibilidades de grabación eran pocas. Los primeros oyentes barceloneses se reunían en torno al receptor para escuchar música y reírse con las travesuras de un impertinente niño de ocho años, Miliu, creado por Josep Torres Vilalta, conocido como Toresky, ventrílocuo y transformista. Toresky creó la radio benéfica, tan arraigada posteriormente, en los cincuenta y sesenta, en España. La emisora barcelonesa vivió uno de los momentos históricos del género: las inundaciones del Vallès. Se produjeron el 26 de septiembre de 1962 con el trágico resultado de 380 muertos y 280 desaparecidos. Joaquín Soler Serrano dedicó su programa a mantener informados del suceso a los españoles y promover ayudas para los damnificados. En 11 horas, se recaudó la friolera de cinco millones de pesetas. La campaña de Radio Barcelona acabó recogiendo 40.
 
 

En los años cuarenta, la radio española registró un boom gracias a los seriales y el radioteatro, pero también a los concursos, los consultorios femeninos y los programas musicales. El cuadro escénico de Radio Barcelona fue creado por Armand Blanch en 1941, y entre sus éxitos más longevos se cuentan la serie policiaca protagonizada por el detective Taxi Key, que creó el guionista belga Luis Gosse de Blain en 1948 y se mantuvo en la parrilla hasta 1962, y el cuento infantil Tambor, escrito por Armand Matias Guiu, que se programó 17 años, entre 1955 y 1972.

 Entre las fechas históricas de la emisora decana está la del 14 de noviembre de 1953, el nacimiento de los Premios Ondas. Entre los galardonados en esa primera edición: Eugenio d'Ors, Boby Deglané, Juan Viñas, Antonio Calderón y Pepe Iglesias, el Zorro.
 
 

Las emisoras se revelaron en esa época una plataforma de lanzamiento de nuevos valores de la canción. La soprano Victoria de los Ángeles, por ejemplo, debutó en Radio Barcelona, donde el 20 de diciembre de 1940 ganó un concurso para aficionados. Dos décadas después, en 1962, Radioscope, un programa de Salvador Escamilla, dio a conocer la nova cançó. Joan Manuel Serrat, Lluís Llach y Maria del Mar Bonet debutaron en él. El catalán estaba vetado en la radio, pero Escamilla y otros se las arreglaban para hablarlo.
 
 

En septiembre de 1976 se produjo un paso de gigante en cuanto al uso del idioma catalán en la radio. Radio Barcelona emitió el primer partido de fútbol en catalán. Fue un Barça-Las Palmas, y el locutor, Joaquim Maria Puyal. Ese mes, la emisora retransmitió desde Sant Boi la primera Diada en Cataluña tras la muerte de Franco.
 
 

Hoy la emisora pionera del país se ha convertido en un importante centro productor de la SER. En Barcelona se realizan hoy La ventana, que presenta Gemma Nierga; Hablar por hablar, con Fina Rodríguez, y Si amanece, nos vamos, presentado por Roberto Sánchez. 

Tras el micrófono

EL PAÍS , Barcelona 
Radio Barcelona ha sido escuela y plataforma de grandes comunicadores. Desde sus inicios creó un star system que , en muchos casos, ha atravesado los límites de Cataluña. Nombres como Joaquín Soler Serrano, Pepe Iglesias, el Zorro; Joaquín Prat, Maruja Torres, Jaume Figueras, Isabel Gemio, Inés Ballester, Fermín Bocos, Manuel Campo Vidal, Constantino Romero, Jordi González, Jordi Hurtado, Àngel Casas, Concha García Campoy, Joaquim Maria Puyal, Josep Cuní, Ferran Martínez, Fernandisco; Ramon Pellicer y un largo etcétera están vinculados a la emisora decana de la radiodifusión española. Con motivo del 75º aniversario de la radio, EL PAÍS ha hablado con profesionales que han dejado su huella en la emisora de la calle de Casp o cuyo nombre está escrito en la historia de la radio. Éstos son algunos de sus recuerdos y opiniones de su relación con Radio Barcelona.
 
 

• Joaquín Soler Serrano, comunicador. "Tuve la suerte de entrar en la radio cuando todo estaba por hacer, cuando prácticamente no existían reglas; por eso inventar era casi una obligación. Después de la guerra no quedaron más que los discursos de Queipo de Llano... Hoy en día, en cambio, si uno se quiere perpetuar en el medio sin el menor esfuerzo, le basta con leer los titulares de los periódicos y pedir la opinión a la gente. Todo es hablar de política sin cesar, y de vez en cuando un poco de fútbol para distraerse".
 
 

• Salvador Escamilla, promotor de la nova cançó. "De vez en cuando nos llamaba el censor y nos recriminaba nuestra actitud. '¿Por qué habla tanto en catalán en su programa?', me preguntaba. Y yo, con toda la sinceridad de que era capaz, le respondía: 'Es que se me ha escapado".
 
 

• Juan Soto Viñolo, guionista del consultorio de Elena Francis. "Los remitentes de las cartas casi siempre llevaban nombres de mujer, y el consejo que me venía impuesto era que tuvieran paciencia y que aguantaran, nunca se les aconsejó que se separaran. A través de las cartas se veía a qué había conducido el nacional-catolicismo: había conducido a una represión fortísima, a unas creencias católicas oscuras y basadas en la culpabilidad, a la defensa a ultranza de la virginidad, del matrimonio... Se imponía una moral que venía de El Pardo y de la Iglesia".
 
 

• Carles Sentís, director de la emisora entre 1974 y 1975. "Lo que hice en Radio Barcelona fue crear los servicios informativos, que no existían. La emisora conectaba hasta entonces en cadena con los boletines oficiales. De hecho, sólo podíamos dar noticias de Barcelona, por supuesto en castellano. Abrí un espacio llamado Dietari , que intenté que fuera en catalán desde el principio. Para conseguir la autorización llegué a visitar hasta tres directores de radio y televisión, uno de ellos Adolfo Suárez".
 
 

• Manuel García-Terán, director durante la transición política. "La información en aquella época era una locura. Los informativos sólo podían hablar, por ejemplo, del mercado del ram de Vic y, aun así, tocándotela con papel de fumar. Una vez nos cayó un puro por informar sobre un viaje a la Luna. Según la censura, la Luna era el extranjero, por lo que la noticia era internacional, o sea, fuera de nuestras competencias. Tuvimos marrón".
 
 

• Isidro Sola, actor. "Eran otros tiempos. Entonces no había la competencia de la televisión, y los sábados por la noche, por ejemplo, la gente se sentaba ante la radio y la miraba para escuchar los programas. Cada época tiene su radio y la de ahora es muy adecuada a los tiempos que vivimos: se llena con información, música, entrevistas y tertulias, muchas tertulias".
 
 

• Isabel Gemio, presentadora de La chica de la radio. "Escribía el guión y hablaba, leía poemas, ponía música e incluso me ocupaba del control. Eran seis horas de programa cada noche, pero seis horas ante el micrófono, sin dejar de hablar. Tuvimos un gran éxito: era una propuesta valiente, atrevida".
 
 

• Andreu Buenafuente, showman. "El 80% de El terrat era improvisado, sobre todo al principio. Luego el guión fue adquiriendo importancia, aunque nunca se sabía lo que iba a ocurrir. Éramos un desastre. A veces terminábamos el programa con 20 cuñas publicitarias por emitir y la consiguiente bronca de los anunciantes. Pero esa irresponsabilidad era básica porque nos permitía romper no sólo la cintura del oyente, sino también la nuestra".
 
 

• Jaume Figueras, crítico cinematográfico. "Una de las pegas que tenía Al cine con Mr. Belvedere era la censura. Aunque no hubo reprimendas graves. Todo un milagro teniendo en cuenta que improvisábamos continuamente -nos gustaba anunciar, por ejemplo, la futura première de un inexistente filme titulado Penetration - y hablábamos a los oyentes de películas prohibidas aquí que nosotros veíamos los fines de semana en Perpiñán y Ceret".
 
 

• Armand Matias Guiu, guionista. "Los espacios infantiles jamás han interesado demasiado a los jefazos de las emisoras. Tambor , que duró 17 años, fue una excepción en la historia del medio". 

Una buena escuela
MARUJA TORRES


Puede que ustedes no lo crean, pero en aquel piso del Raval en donde las tres cuartas partes de la familia cosía, no se tenía la radio puesta a todas horas y a todo trapo. Había que castigarse. Y, sin embargo, aquel estúpido estoicismo diario se rompía inevitablemente para escuchar a Pepe Iglesias, El Zorro, que tenía la virtud de concertar unánimemente el entusiasmo de todos nosotros y de, cualidad nada desdeñable, poner de buen humor a mi tío Amadeo: cosa nada fácil, pues era uno de esos catalanes inteligentes que no solían estar para romanços, y que rebufaba con impaciencia cuando las mujeres -incluido un proyecto de mujer como yo- corríamos a poner el serial de Matilde Conesa y Pedro Pablo Ayuso.
 
 

Más allá de estas pequeñas anécdotas domésticas, estaba el patio de vecinos, que era el equivalente de la globalización de Radio Barcelona (La Ràdio). Monopolizada la información -la desinformación, cabe decir- por el suministro de partes a cargo de la emisora oficial del régimen, lo que se colaba por las ventanas interiores era la voz de la vida: con sus coplas, sus anuncios, sus acentos tan cercanos.
 
 

Muchos años más tarde pisé el querido local de la calle de Casp por primera vez. Ocurrió a poco de ingresar en mi primer trabajo como periodista, en La Prensa, y entré en el despacho del entonces director, Manuel Tarín Iglesias, por recomendación de mi director, Fernando Ramos Moreno. No le debí de gustar porque no me llamó para colaboración alguna, y sólo con otro Manuel, de apellido Terán y simpatía arrebatadora -llenó de aire fresco la programación, adelantándose a fórmulas que se multiplicarían en las emisoras de la democracia-, conseguí trabajar para La Ràdio.
 
 

Fue a principios de los setenta, para acompañar a los oyentes a ir Al cine con Mr. Belvedere. Y a los más desmemoriados les recordaré que la mujer a quien sustituí en tan agradable tarea era Mayra Gómez Kemp, la briosa cubana / miameña que con sus tremendos moños y tórrido acento formaba pareja radiofónica con nuestro querido Míster. Mayra partió hacia Madrid y un destino televisivo y yo empecé a disfrutar de las delicias de la improvisación en pareja, el desafío a los censores, la ternura que me prodigaban los excelentes técnicos y la magnífica fonoteca de la casa. Aquella Ràdio ofrecía, además, otros alicientes: el bien surtido bar donde hacíamos el aperitivo cuando nos tocaba grabación, y el nada desdeñable goce estético que suponía ver pasar a un jovencísimo y ya muy profesional Joaquim Maria Puyal.
 
 

Todo cambiaba para que nada siguiera igual, para que La Ràdio siguiera al servicio del país nuestro de cada día, de nuestra necesidad de información, de humor inteligente, de drama (dramas humanos grandes que están en las noticias y también en las confidencias personales a media voz de la madrugada), y de borrascosas y estimulantes gestas deportivas.
 
 

Yo tengo un amor enorme por la radio, pero sobre todo por La Ràdio, que suele nutrirse de los mejores y que hace mejores a aquellos de quienes se nutre. Es una buena escuela. 

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