La emisora que inventó la radio
Radio Barcelona cumple el próximo domingo 75
años, los mismos que la radiodifusión española
Gemma Nierga modera las intervenciones
en La Ventana (C. Ribas).
|
La decana de las emisoras del país, Radio Barcelona, celebra el
próximo domingo 75 años de funcionamiento y, con ella, la
radiodifusión española. Para celebrar este aniversario, la
cadena SER ha organizado una serie de actos conmemorativos en la capital
catalana que se iniciarán mañana a las 11.00 horas con la
inauguración por los Reyes de la exposición Tiempo de
radio , en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB).
Por la tarde, se llevará a cabo en el Palau Sant Jordi una gala
extraordinaria de entrega de los Premios Ondas, que en esta edición
están dedicados especialmente a homenajear a todos los profesionales
que han hecho posibles tres cuartos de siglo de radio.
TERESA CENDRÓS , Barcelona
Radio Barcelona, la emisora española más antigua, nació
el 14 de noviembre de 1924. Fue alumbrada en el hotel Colón, en
la misma plaza de Catalunya, en cuya azotea se instaló una antena
de 30 metros de altura para asegurar la recepción. La emisión
salió a las ondas con el indicativo EAJ-1. La locutora Maria Sabaté
fue la primera voz que pudo oírse a través de los receptores
de los poquísimos ciudadanos que disponían de aparato de
radio, y la pieza musical que abrió la programación, Granada
, de Albéniz, interpretada por el Trío Torner. El alcalde,
el barón de Viver, inauguró los estudios, en varias habitaciones
del hotel.
Hacía algo más de un año que los emprendedores
Eduard Solà, impresor, y Josep Maria Guillén García,
ingeniero, habían empezado a proyectar una emisora de radio. Encontraron
13 socios con suficiente patrimonio para fundarla -"docenas de miles de
pesetas", dice la prensa de la época que hicieron falta para arrancar-
y se lanzaron a la aventura. El general Primo de Rivera asistió
a las primeras pruebas de radiodifusión, que se hicieron en 1923
en Montjuïc, y tanto le maravilló el invento que, unos meses
después, otorgó la primera licencia española a Radio
Barcelona.
La emisora, que empezó a andar con la música como principal
aliado, fue un éxito tal que al cabo de un mes los promotores calculaban
que sólo en la capital catalana había ya 80.000 receptores
y medio millón en toda Cataluña. Se creó la figura
del socio protector, pero las cuotas no eran suficientes para mantener
la emisora -no se había descubierto aún la publicidad como
fuente de ingresos- y en 1929 Radio Barcelona fue absorbida por Unión
Radio, de Madrid, la cadena que tras la guerra civil se convirtió
en Sociedad Española de Radiodifusión, la SER.
Aquellos primeros años las emisoras de todo el país inventaban
la radio, que era en directo, porque las posibilidades de grabación
eran pocas. Los primeros oyentes barceloneses se reunían en torno
al receptor para escuchar música y reírse con las travesuras
de un impertinente niño de ocho años, Miliu, creado por Josep
Torres Vilalta, conocido como Toresky, ventrílocuo y transformista.
Toresky creó la radio benéfica, tan arraigada posteriormente,
en los cincuenta y sesenta, en España. La emisora barcelonesa vivió
uno de los momentos históricos del género: las inundaciones
del Vallès. Se produjeron el 26 de septiembre de 1962 con el trágico
resultado de 380 muertos y 280 desaparecidos. Joaquín Soler Serrano
dedicó su programa a mantener informados del suceso a los españoles
y promover ayudas para los damnificados. En 11 horas, se recaudó
la friolera de cinco millones de pesetas. La campaña de Radio Barcelona
acabó recogiendo 40.
En los años cuarenta, la radio española registró
un boom gracias a los seriales y el radioteatro, pero también
a los concursos, los consultorios femeninos y los programas musicales.
El cuadro escénico de Radio Barcelona fue creado por Armand Blanch
en 1941, y entre sus éxitos más longevos se cuentan la serie
policiaca protagonizada por el detective Taxi Key, que creó el guionista
belga Luis Gosse de Blain en 1948 y se mantuvo en la parrilla hasta 1962,
y el cuento infantil Tambor, escrito por Armand Matias Guiu, que
se programó 17 años, entre 1955 y 1972.
Entre las fechas históricas de la emisora decana está
la del 14 de noviembre de 1953, el nacimiento de los Premios Ondas. Entre
los galardonados en esa primera edición: Eugenio d'Ors, Boby Deglané,
Juan Viñas, Antonio Calderón y Pepe Iglesias, el Zorro.
Las emisoras se revelaron en esa época una plataforma de lanzamiento
de nuevos valores de la canción. La soprano Victoria de los Ángeles,
por ejemplo, debutó en Radio Barcelona, donde el 20 de diciembre
de 1940 ganó un concurso para aficionados. Dos décadas después,
en 1962, Radioscope, un programa de Salvador Escamilla, dio a conocer
la nova cançó. Joan Manuel Serrat, Lluís Llach
y Maria del Mar Bonet debutaron en él. El catalán estaba
vetado en la radio, pero Escamilla y otros se las arreglaban para hablarlo.
En septiembre de 1976 se produjo un paso de gigante en cuanto al uso
del idioma catalán en la radio. Radio Barcelona emitió el
primer partido de fútbol en catalán. Fue un Barça-Las
Palmas, y el locutor, Joaquim Maria Puyal. Ese mes, la emisora retransmitió
desde Sant Boi la primera Diada en Cataluña tras la muerte de Franco.
Hoy la emisora pionera del país se ha convertido en un importante
centro productor de la SER. En Barcelona se realizan hoy La ventana,
que presenta Gemma Nierga; Hablar por hablar, con Fina Rodríguez,
y Si amanece, nos vamos, presentado por Roberto Sánchez.
Tras el micrófono
EL PAÍS , Barcelona
Radio Barcelona ha sido escuela y plataforma de grandes comunicadores.
Desde sus inicios creó un star system que , en muchos casos,
ha atravesado los límites de Cataluña. Nombres como Joaquín
Soler Serrano, Pepe Iglesias, el Zorro; Joaquín Prat, Maruja
Torres, Jaume Figueras, Isabel Gemio, Inés Ballester, Fermín
Bocos, Manuel Campo Vidal, Constantino Romero, Jordi González, Jordi
Hurtado, Àngel Casas, Concha García Campoy, Joaquim Maria
Puyal, Josep Cuní, Ferran Martínez, Fernandisco; Ramon
Pellicer y un largo etcétera están vinculados a la emisora
decana de la radiodifusión española. Con motivo del 75º
aniversario de la radio, EL PAÍS ha hablado con profesionales que
han dejado su huella en la emisora de la calle de Casp o cuyo nombre está
escrito en la historia de la radio. Éstos son algunos de sus recuerdos
y opiniones de su relación con Radio Barcelona.
Joaquín Soler Serrano, comunicador. "Tuve la suerte
de entrar en la radio cuando todo estaba por hacer, cuando prácticamente
no existían reglas; por eso inventar era casi una obligación.
Después de la guerra no quedaron más que los discursos de
Queipo de Llano... Hoy en día, en cambio, si uno se quiere perpetuar
en el medio sin el menor esfuerzo, le basta con leer los titulares de los
periódicos y pedir la opinión a la gente. Todo es hablar
de política sin cesar, y de vez en cuando un poco de fútbol
para distraerse".
Salvador Escamilla, promotor de la nova cançó. "De
vez en cuando nos llamaba el censor y nos recriminaba nuestra actitud.
'¿Por qué habla tanto en catalán en su programa?',
me preguntaba. Y yo, con toda la sinceridad de que era capaz, le respondía:
'Es que se me ha escapado".
Juan Soto Viñolo, guionista del consultorio de Elena Francis.
"Los remitentes de las cartas casi siempre llevaban nombres de mujer,
y el consejo que me venía impuesto era que tuvieran paciencia y
que aguantaran, nunca se les aconsejó que se separaran. A través
de las cartas se veía a qué había conducido el nacional-catolicismo:
había conducido a una represión fortísima, a unas
creencias católicas oscuras y basadas en la culpabilidad, a la defensa
a ultranza de la virginidad, del matrimonio... Se imponía una moral
que venía de El Pardo y de la Iglesia".
Carles Sentís, director de la emisora entre 1974 y 1975.
"Lo que hice en Radio Barcelona fue crear los servicios informativos,
que no existían. La emisora conectaba hasta entonces en cadena con
los boletines oficiales. De hecho, sólo podíamos dar noticias
de Barcelona, por supuesto en castellano. Abrí un espacio llamado
Dietari , que intenté que fuera en catalán desde el
principio. Para conseguir la autorización llegué a visitar
hasta tres directores de radio y televisión, uno de ellos Adolfo
Suárez".
Manuel García-Terán, director durante la transición
política. "La información en aquella época era
una locura. Los informativos sólo podían hablar, por ejemplo,
del mercado del ram de Vic y, aun así, tocándotela
con papel de fumar. Una vez nos cayó un puro por informar sobre
un viaje a la Luna. Según la censura, la Luna era el extranjero,
por lo que la noticia era internacional, o sea, fuera de nuestras competencias.
Tuvimos marrón".
Isidro Sola, actor. "Eran otros tiempos. Entonces no había
la competencia de la televisión, y los sábados por la noche,
por ejemplo, la gente se sentaba ante la radio y la miraba para escuchar
los programas. Cada época tiene su radio y la de ahora es muy adecuada
a los tiempos que vivimos: se llena con información, música,
entrevistas y tertulias, muchas tertulias".
Isabel Gemio, presentadora de La chica de la radio. "Escribía
el guión y hablaba, leía poemas, ponía música
e incluso me ocupaba del control. Eran seis horas de programa cada noche,
pero seis horas ante el micrófono, sin dejar de hablar. Tuvimos
un gran éxito: era una propuesta valiente, atrevida".
Andreu Buenafuente, showman. "El 80% de El terrat era
improvisado, sobre todo al principio. Luego el guión fue adquiriendo
importancia, aunque nunca se sabía lo que iba a ocurrir. Éramos
un desastre. A veces terminábamos el programa con 20 cuñas
publicitarias por emitir y la consiguiente bronca de los anunciantes. Pero
esa irresponsabilidad era básica porque nos permitía romper
no sólo la cintura del oyente, sino también la nuestra".
Jaume Figueras, crítico cinematográfico. "Una
de las pegas que tenía Al cine con Mr. Belvedere era la censura.
Aunque no hubo reprimendas graves. Todo un milagro teniendo en cuenta que
improvisábamos continuamente -nos gustaba anunciar, por ejemplo,
la futura première de un inexistente filme titulado Penetration
- y hablábamos a los oyentes de películas prohibidas aquí
que nosotros veíamos los fines de semana en Perpiñán
y Ceret".
Armand Matias Guiu, guionista. "Los espacios infantiles jamás
han interesado demasiado a los jefazos de las emisoras. Tambor ,
que duró 17 años, fue una excepción en la historia
del medio".
Una buena escuela
MARUJA TORRES
Puede que ustedes no lo crean, pero en aquel piso del Raval en donde
las tres cuartas partes de la familia cosía, no se tenía
la radio puesta a todas horas y a todo trapo. Había que castigarse.
Y, sin embargo, aquel estúpido estoicismo diario se rompía
inevitablemente para escuchar a Pepe Iglesias, El Zorro, que tenía
la virtud de concertar unánimemente el entusiasmo de todos nosotros
y de, cualidad nada desdeñable, poner de buen humor a mi tío
Amadeo: cosa nada fácil, pues era uno de esos catalanes inteligentes
que no solían estar para romanços, y que rebufaba
con impaciencia cuando las mujeres -incluido un proyecto de mujer como
yo- corríamos a poner el serial de Matilde Conesa y Pedro Pablo
Ayuso.
Más allá de estas pequeñas anécdotas domésticas,
estaba el patio de vecinos, que era el equivalente de la globalización
de Radio Barcelona (La Ràdio). Monopolizada la información
-la desinformación, cabe decir- por el suministro de partes a cargo
de la emisora oficial del régimen, lo que se colaba por las ventanas
interiores era la voz de la vida: con sus coplas, sus anuncios, sus acentos
tan cercanos.
Muchos años más tarde pisé el querido local de
la calle de Casp por primera vez. Ocurrió a poco de ingresar en
mi primer trabajo como periodista, en La Prensa, y entré
en el despacho del entonces director, Manuel Tarín Iglesias, por
recomendación de mi director, Fernando Ramos Moreno. No le debí
de gustar porque no me llamó para colaboración alguna, y
sólo con otro Manuel, de apellido Terán y simpatía
arrebatadora -llenó de aire fresco la programación, adelantándose
a fórmulas que se multiplicarían en las emisoras de la democracia-,
conseguí trabajar para La Ràdio.
Fue a principios de los setenta, para acompañar a los oyentes
a ir Al cine con Mr. Belvedere. Y a los más desmemoriados
les recordaré que la mujer a quien sustituí en tan agradable
tarea era Mayra Gómez Kemp, la briosa cubana / miameña que
con sus tremendos moños y tórrido acento formaba pareja radiofónica
con nuestro querido Míster. Mayra partió hacia Madrid y un
destino televisivo y yo empecé a disfrutar de las delicias de la
improvisación en pareja, el desafío a los censores, la ternura
que me prodigaban los excelentes técnicos y la magnífica
fonoteca de la casa. Aquella Ràdio ofrecía, además,
otros alicientes: el bien surtido bar donde hacíamos el aperitivo
cuando nos tocaba grabación, y el nada desdeñable goce estético
que suponía ver pasar a un jovencísimo y ya muy profesional
Joaquim Maria Puyal.
Todo cambiaba para que nada siguiera igual, para que La Ràdio
siguiera al servicio del país nuestro de cada día, de nuestra
necesidad de información, de humor inteligente, de drama (dramas
humanos grandes que están en las noticias y también en las
confidencias personales a media voz de la madrugada), y de borrascosas
y estimulantes gestas deportivas.
Yo tengo un amor enorme por la radio, pero sobre todo por La Ràdio,
que suele nutrirse de los mejores y que hace mejores a aquellos de quienes
se nutre. Es una buena escuela. |