Miércoles 8 marzo 2000 - Nº 1405
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ESPAÑA
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Las mujeres acceden al trabajo, pero siguen lejos del poder Los partidos coinciden en sus propuestas para poner fin a la violencia doméstica y discrepan sobre cuotas políticas y el aborto
Ningún partido discute el derecho al empleo, ni la lucha contra la violencia doméstica. Los intereses de las 17.035.036 electoras españolas se recogen en los programas de las formaciones políticas que concurren a las elecciones del 12-M. Estos dos puntos son comunes. Después, los intereses se concretan: PSOE e IU prometen ampliar la Ley del Aborto e incluir cuotas femeninas en las candidaturas; socialistas y catalanes anuncian pensiones para el ama de casa; el PP anima a las familias numerosas, e Izquierda Unida demanda un Ministerio de la Mujer que vigile con mano férrea las actuales desigualdades sexistas.
Son 20,4 millones, el 51% de la población española. Sólo la tercera parte de las mujeres trabaja fuera de casa. De ellas, el 30% cobra menos que los hombres por el mismo trabajo y únicamente el 11% ocupa puestos de responsabilidad. Las mujeres representan también el 52% del censo electoral, pero las parlamentarias apenas sobrepasan el 19%. Los partidos no escatiman promesas para combatir estas desigualdades en sus programas. Todos están de acuerdo en impulsar el acceso de la mujer al mundo del trabajo y en luchar contra la violencia doméstica. Las divergencias -y las rebajas- comienzan con el reparto de poder. En el ámbito laboral, sólo Izquierda Unida (IU) propone
medidas concretas para luchar contra la misoginia de los jefes. En el político,
IU y el PSOE son las únicas formaciones que incluyen la paridad
en las listas electorales, aunque después tampoco la cumplen: prometen
el 40% y dan el 33%. El doble, en cualquier caso, que el resto de los partidos
parlamentarios.
El PP se opone frontalmente a la discriminación positiva y plantea
un discurso de incremento del poder de las mujeres basado exclusivamente
"en la capacidad y el mérito", una capacidad y un mérito
que, como lamentan las defensoras de las cuotas, nadie se plantea a la
hora de repartir el poder entre los hombres. Los nacionalistas se muestran
ambiguos en este terreno: no lo mencionan en sus programas y menos aún
lo llevan a la práctica. Sin embargo, sus responsables del área
de la mujer apoyan las cuotas, un sistema del que el candidato socialista
a la Junta de Andalucía, Manuel Chaves, se ha convertido en abanderado
al anunciar que la mitad de las carteras de su próximo Gobierno
estarán en manos de consejeras.
En las ofertas de creación de empleo el consenso es mayor. Abarca
desde los incentivos a la maternidad, especialmente defendidos por el PP
y compartidos mayoritariamente por el PSOE, hasta la aplicación
de medidas disuasorias a las empresas con prejuicios ante la contratación
femenina. Izquierda Unida propone, por ejemplo, anular los contratos entre
la Administración y las empresas privadas que no apliquen criterios
de igualdad en sus plantillas, en tanto Convergència i Unió
promete una mayor inspección laboral en este sentido.
Los partidos, sin excepciones, hablan de propiciar el acceso de las
mujeres a los puestos de responsabilidad, aunque sólo Izquierda
Unida lo concreta hasta la obligatoriedad de nombrar más jefas incluso
en el sector privado.
El PP presenta como baza electoral el empleo creado durante los últimos
cuatro años: 145.269 mujeres firmaron contratos indefinidos en 1996;
486.205 lo han hecho durante 1999. En condiciones de contratación
más precaria, se han creado 350.000 nuevos empleos. La candidata
del PP a la Junta de Andalucía, Teófila Martínez,
se ha comprometido además a crear 300.000 puestos de trabajo en
los próximos cuatro años, de los cuales, asegura, 200.000
serán para mujeres. El PSOE y CiU no concretan tanto, pero incluyen
en sus programas una propuesta que probablemente resultará polémica:
la pensión de jubilación para las amas de casa, un planteamiento
sobre el que el movimiento feminista se encuentra dividido. Los socialistas
admiten que se trata de una propuesta largamente debatida en el seno del
partido, finalmente asumida en el programa electoral. Afectará a
todas las amas de casa por igual, independientemente de la situación
económica de los maridos, y requerirá una cotización
previa a la Seguridad Social de 15 años.
La lucha contra la violencia doméstica sí aúna
voluntades. Todos avalan la creación de un organismo que aglutine
las mil facetas de un problema que comienza en la escuela y suele acabar
en la cárcel, el hospital o el cementerio. Intensas campañas
de prevención y persecución del delito son propuestas comunes
para paliar un problema denunciado en 1999 por 21.778 mujeres y padecido
de puertas adentro por otras 100.000, según estimaciones oficiales.
En el aborto, las diferencias son más acusadas. El PP no quiere
ni oír hablar del asunto, los nacionalistas tampoco lo mencionan
en sus programas, y el PSOE e IU plantean diferentes alternativas para
ampliar la ley de interrupción voluntaria del embarazo: nada concreto
los socialistas; ley de plazos -la actual se basa en causas- para IU.
Los varones del PNV, que hasta el pasado enero no admitieron la presencia
de una mujer en su ejecutiva, parecen remisos a la hora de compartir su
contribución a la actual desigualdad, una situación de la
que responsabilizan directamente a las mujeres. El programa de los nacionalistas
vascos habla de superar "la autoeliminación que las mujeres realizan
de sus propias capacidades y potencialidades, así como su autodiscriminación
por tipos de estudios o carrera elegida".
Derechos y "ternura"
Por lo demás, todos los partidos coinciden a la hora de continuar
atribuyendo a la mujer el papel extralaboral de educadora y enfermera.
Así, propuestas que afectan igualmente a los hombres, como el cuidado
de los niños, enfermos o minusválidos, son incluidos sistemáticamente
en los apartados de la mujer, en los que prometen más facilidades
para que siga desempeñando este tipo de tareas.
Tan asumidos parecen estar los tópicos entre los políticos que para Coalición Canaria la igualdad significará que las mujeres obtendrán "derechos" y los hombres "el cultivo de valores humanos como la ternura, los sentimientos y el cuidado a los demás". María Ángeles Durán: "Hacen falta líderes y mucha paciencia" "Mucha paciencia y buenos líderes". Es la receta que la socióloga
e investigadora del CSIC María Ángeles Durán ofrece
mientras llega el cambio cultural que, en su opinión, hará
posible la auténtica igualdad de oportunidades entre los sexos.
Durán, que lleva años cuantificando el coste de las tareas
de educadoras, enfermeras y cuidadoras de ancianos que desempeñan
las mujeres dentro de casa, piensa que cambiar las leyes es bueno, pero
transformar las mentalidades es mejor. Ella aboga por la unidad interpartidaria
de las mujeres: "Sería la mejor defensa de nuestros intereses, aunque
sé que es poco viable".
Esta catedrática sí cree útil que los partidos
atajen el problema de la desigualdad desde su raíz. Y aporta una
idea: excluir de los Presupuestos Generales a las instituciones que no
respetan la igualdad contemplada en la Constitución. "Quedarían
fuera más de las que la gente imagina", asegura.
Ángeles Ruiz-Tagle: "No queremos favores; queremos
igualdad"
En la Coordinadora Española para el Lobby Europeo de Mujeres
no quieren parches, sino una nueva legislación que haga posible
una nueva sociedad. "No nos valen las ayudas para educar a los hijos o
los permisos laborales para cuidar enfermos. Queremos compartir esas tareas
con los hombres". Por eso rechazan la Ley de Conciliación que ha
aprobado el PP. "Apuntala todo lo que rechazamos. No queremos favores;
queremos igualdad", dice su portavoz, María Ángeles Ruiz-Tagle.
Esta ONG, creada en España en 1993 con 23 federaciones de mujeres,
tiene su equivalente en los países de la UE, ya que es la Comisión
Europea quien las financia.
El objetivo es compartir con los hombres el poder, el empleo y las tareas
sociales. Para ello es necesario un cambio profundo en las leyes, que a
su vez cambien las mentalidades. Lo único, opinan, que cambiará
la sociedad.
Isabel Ávila: "Sólo se cuestiona la injusticia
con la mujer"
Para Isabel Ávila, presidenta de la Confederación de Amas
de Casa, Consumidores y Usuarios, no existen dudas: "Las mujeres que trabajan
sólo en el hogar ahorran mucho dinero al Estado. Por lo tanto, merecen
pensión".
Esta retribución sólo la recogen los programas del PSOE
y CiU. Afectaría a los 5.200.000 mujeres que reconocen dedicarse
a sus labores -"muchas no lo admiten porque les da vergüenza; prefieren
decir que son paradas"-, independientemente del nivel de ingresos del marido
o de su falta de voluntad para acceder a un empleo remunerado.
"Sólo se cuestiona la injusticia cuando se trata de las mujeres", lamenta Ávila. "Nadie protesta porque dos empleados cobren lo mismo aunque uno trabaje de verdad y otro sea un profesional del escaqueo; tampoco cuestiona nadie que Mario Conde tiene el mismo derecho al paro que el último currito". Falta igualdad VICTORIA CAMPS Ya nadie discute que el siglo XX ha sido el siglo del reconocimiento
de la mujer. El salto dado desde que la mujer empezó a tener acceso
al voto, a la educación y al mercado de trabajo ha sido inmenso.
Basta comparar lo que hacen y piensan las niñas y jóvenes
de hoy con respecto a lo que hacían y pensaban sus madres y abuelas.
Una niña de mi generación que se viera a sí misma
como futura médica, ingeniera o jueza era un espécimen más
bien extravagante. Ahora ocurre lo contrario: lo raro es que una joven
se piense como madre o señora de su casa antes que muchas otras
cosas. Y aunque la disposición del hombre a igualarse al otro sexo
deje aún bastante que desear, es innegable que la fuerza de las
féminas también los arrastra a ellos y que ya no todo les
está permitido.
El peligro es la complacencia. O la falta de memoria. O la ceguera para
ver un poco más allá del pequeño mundo en el que una
se mueve. El peligro es no percibir que sigue faltando igualdad, a pesar
de todos los cambios y los progresos evidentes. Sigue faltando, sobre todo,
esa igualdad aparentemente menor y cotidiana sin la que no hay auténtica
libertad, por mucho que los obstáculos formales hayan desaparecido.
Que las jóvenes llenen las universidades, que haya tantas mujeres
como hombres en muchas profesiones tradicionalmente masculinas, que las
niñas obtengan mejores notas que los niños y tengan una clara
vocación profesional, no quiere decir que todo esté conseguido
ni que la igualdad de oportunidades sea un hecho.
Hace ya unos años que las feministas le dan vueltas a un eslogan
que lo resume todo: "Lo privado es político". Mientras el mundo
privado siga siendo el predio exclusivo de las mujeres, porque los hombres
no lo quieren como propio, y carezca, por tanto, de reconocimiento social,
la igualdad de oportunidades será sólo un remiendo expuesto
a desgarrarse al menor tirón. Que el paro afecta más a las
mujeres que a los hombres, o que los salarios de ellas no acaban de ser
como los de ellos, son sólo ejemplos de que la igualdad es más
aparente que real. Lo que ocurra en la vida privada repercute en la vida
pública, a saber: las mujeres dejan de tener hijos para no verse
excluidas del mercado laboral, las mujeres no acceden a cargos de responsabilidad
porque tienen que cargar con el doble trabajo laboral y doméstico,
los malos tratos a mujeres son la noticia del día porque la mujer
sigue estando violentamente subordinada y dominada, hay pocas mujeres en
los Parlamentos porque los dirigentes de los partidos no piensan en ellas
cuando confeccionan las listas de candidatos. Las costumbres pueden más
que las leyes, y siguen invariables.
Lo que queda por hacer es cambiar esas costumbres para que el reconocimiento de la igualdad sea satisfactorio. Conseguir que el trabajo oculto, que siempre ha sido cosa de mujeres, deje de serlo. Darse cuenta de que ese trabajo es socialmente tan importante, necesario y rentable como el que se paga con un sueldo. Las formas de vida y las actitudes no se transforman si nadie se propone transformarlas. Los partidos políticos tienen ahí un filón de posibles propuestas si saben enfrentarse a la situación con imaginación y ganas de mejorarla. Victoria Camps es catedrática de Ética de la Universidad Autónoma de Barcelona. Sólo el norte de Europa aplica la paridad en sus parlamentos Hay 190 parlamentos en todo el mundo. Sin embargo, sólo el 13%
de los escaños corresponde a las mujeres. Los países de la
Unión Europea se sitúan a la cabeza de la representación
política femenina, y, de éstos, únicamente los del
norte, especialmente Suecia, Dinamarca y Finlandia, mantienen una cierta
paridad en las instituciones públicas.
En estos países, las mujeres han logrado que los partidos o las
legislaciones incluyan el sistema de cuotas en las candidaturas electorales.
Sólo así, opinan sus partidarios, se avanza significativamente
hacia la igualdad. De otro modo, el proceso resultaría innecesariamente
largo e injusto. Esta reflexión llevó a los políticos
nórdicos, de forma voluntaria, a incluir en las candidaturas las
cuotas paritarias, al igual que han hecho en España el PSOE e Izquierda
Unida de manera explícita, y más veladamente el PNV. "Se
tenderá a la paridad" es el máximo compromiso estatutario
de los nacionalistas vascos.
A los nórdicos les siguen en representación femenina Finlandia,
Noruega y los Países Bajos, que sobrepasan el 35%. En Francia, la
Asamblea Nacional impuso por ley, a finales de enero pasado, las cuotas
obligatorias del 50%. Fue una medida que contó con un amplio consenso
entre los partidos, y que precisó la reforma previa de la Constitución.
También tienen cupos obligatorios Argentina, Brasil, Nepal, Filipinas
y Corea.
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