El País Digital
Jueves
17 septiembre
1998 - Nº 867

La tregua

ETA anunció anoche una tregua. Lo que importa de esa organización no es lo que dice sino lo que hace. Que deje de matar aunque sea temporalmente y de manera condicionada es mejor que lo contrario, por mucho que las explicaciones con que justifique la iniciativa resulten odiosas y hasta ofensivas. El escrito que hoy publica el periódico que sustituye a Egin habla de "alto el fuego total e indefinido", un término similar al que empleó el IRA cuando inicio la tregua que más tarde rompería. El comunicado de ETA distingue entre ese alto el fuego y la "suspensión definitiva de acciones armadas" que condiciona de manera imprecisa a la evolución de los acontecimientos. Ello significa que hace pender sobre la sociedad la amenaza de volver a matar si los acontecimientos no responden a lo que desearía; en otras palabras, si la mayoría no se pliega a sus exigencias. Desde ese punto de vista, es decir, atendiendo a la literalidad de lo dicho en su escrito, el escepticismo es obligado.

Pero es mejor que haya tregua en precario a que no la haya, por más que las intenciones de sus jefes al decretarla puedan ser opuestas al ansia de paz de la mayoría de la población vasca y española. Primero, porque hay síntomas de que su brazo político duda sobre la posibilidad de, al menos, combinar el respaldo a la violencia con otras iniciativas de naturaleza política; segundo, porque esa evolución se debe ante todo a la firmeza de las instituciones aplicando la ley, sin bulas, al entramado que gira en torno a ETA: juicio y encarcelamiento de la Mesa Nacional de HB y cierre cautelar del diario Egin; tercero, porque esa acción de la justicia, y la mínima respuesta del mundo radical, ha sido posible por la intensidad de la movilización que siguió al asesinato de Miguel Ángel Blanco, hace 14 meses.

Hay otro factor que seguramente está influyendo en la situación actual: la incidencia del proceso irlandés. Al margen de lo profundas y evidentes que son las diferencias, la evolución de la situación en Irlanda del Norte favorece la paz en Euskadi; el recurso a la violencia, las bombas, los ametrallamientos han perdido cualquier halo de heroísmo; la imagen del activista se identifica hoy más con la del facineroso que colocó la bomba de Omagh que con la del patriota que defiende un ideal. Tal vez los de ETA, o al menos algunos dirigentes del brazo político, hayan comprendido que ese es su destino si no cortan a tiempo: que ya no serán el IRA vasco, sino la odiada versión "auténtica" de Omagh.

El ministro Mayor Oreja dijo anoche que esta finta de ETA es un espejismo cuyo único objetivo es propagandístico. Es muy posible que así sea: que ante la perspectiva de un nuevo retroceso electoral que recoja ese descrédito de la violencia incluso en el medio radical (reflejo a su vez de la movilización que siguió al crimen de Ermua), haya decidido ofrecer la tregua que le exigían el PNV y EA para ser readmitida en la comunidad nacionalista. Con la idea de que sea el Gobierno y los partidos no nacionalistas quienes aparezcan como los intransigentes que no aceptan la mano tendida. Lo que daría un motivo renovado para reanudar la lucha armada, después de las elecciones, cuando convenga a sus intereses.

Todo eso es probable, pero no seguro. Tal vez la tregua misma desarrolle en la sociedad vasca dinámicas que hagan muy costoso a los terroristas, más de lo que puedan soportar en su situación actual, la vuelta a las armas. En su autocrítica, Txelis reconoció que el precio político pagado por romper la tregua de Argel fue enorme. Mayor, según él, que el pagado por el Estado por el fracaso de las conversaciones.

Que prenda la dinámica de paz, que se oxiden las pistolas, que no puedan cumplir su probable deseo de buscar nuevos motivos de perpetuación, es una posibilidad, no una certeza. Tal vez se trate, efectivamente, de una trampa. Pero ETA, a diferencia del IRA, no suele conceder treguas. En 30 años sólo lo ha hecho en dos ocasiones: la que precedió a las conversaciones de Argel, en 1989, y la de una semana de hace dos años. Entonces se le respondió desde la mesa de Ajuria Enea exigiéndole que fuera definitiva y que se comprometiera a respetar el pluralismo vasco (y que soltase a los dos secuestrados que entonces retenía). Si ahora habla de alto el fuego "total e indefinido" es porque entonces se actuó con unidad y firmeza. Lamentablemente, esa unidad se ha roto, y es ahí donde ETA tiene alguna ventaja. Razón de más para que los demócratas, nacionalistas o no, reafirmen lo indiscutible: las balas no sustituyen a los votos; ninguna ventaja política, coincida o no con aspiraciones partidarias, podrá ser el resultado del chantaje terrorista. Lo que dice el Pacto de Ajuria Enea y lo que dicta el sentido común. Ha resultado que sí había algo importante en el horizonte, como se advirtió al Gobierno desde la oposición. Aznar debe tomar la iniciativa de encabezar una respuesta unitaria y democrática.

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