El País Digital
Miércoles
13 mayo
1998 - Nº 740

DICCIONARIO NEOTAURÓMACO

A - Arrimarse

Los nuevos usos del mundo taurino contemporáneo han sido recogidos con intención crítica, personalísima interpretación y un notable fondo de ironía por los universitarios jerezanos Ángel Guillén y Fernando García Taboada. Las respectivas definiciones, ordenadas alfabéticamente, componen este Diccionario Neotaurómaco, que se inicia con la presenta entrega.

A contraestilo. Pretexto por el que el matador acusa al más débil e indefenso (el toro) de su faena y muerte, bastante menos decorosas que el contrato firmado al efecto.

Abaniqueo. Efecto ventilador de los descomunales capotes acartonados que, al lancear, proporcionan una agradable brisa a los tendidos.

Abonos. Lo que compra el público y sirve de fertilizante para empresarios y taurinos, manteniéndose así el estercolero de la fiesta (nutrido de saldos ganaderos, desechos y otras basuras).

Abrochadito de pitones. Una de las condiciones más favorables que puede tener un toro para ser elegido semental, dada la alta probabilidad de que su descendencia adquiera tal atributo, muy demandado en el mercado del toro comercial.

Acochinado. Especie híbrida que se da en las toro-factorías, debido al déficit de vacas de vientre respecto al exceso de sementales (descompensación que obliga a éstos a cubrir a las marranas que pasan por allí). Gracias a la alta fertilidad del porcino, el negocio ganadero puede ir viento en popa.

Acoplarse. Esfuerzo que ha de hacer el toro para adecuar su embestida a la faena que el torero trae ya premeditada.

Adorno. Lo que sirve de decoración en la fiesta (desde el desplante hasta los veterinarios).

Afarolado. Puede llamarse así al toreo vertical, por la semejanza entre las posturas que éste requiere y los postes que sirven para iluminar las calles.

Afeitado. Cualidad que, al igual que el valor en los toreros, al toro se le supone.

Aficionado. Persona non grata para los toreros, ganaderos y empresarios. Para alivio de éstos, esta rara avis está en vías de extinción.

Alamar. Lo único brillante de muchas corridas.

Albero. Tierra arcillosa cuyo mal estado es la excusa más socorrida y estúpida con que se justifican las caídas de los toros.

Almohadilla. Cojincillo muy cómodo para el espectador, pero incomodísimo para el torero cuando son arrojadas. Es ideal para echar una cabezadita durante las faenas de los pegapases o las interminables vueltas al ruedo de las figuras.

Alternativa. Ceremonia en la que un matador da la bienvenida al toricantano a la camorra taurina. Curiosamente, a aquél se le conoce por El Padrino.

Amarillo. De lo poco que respetan los toreros, aunque, irónicamente, al público se le siga llamando respetable.

Andanada. Especie de buhardilla o cobertizo en los cosos, situado inmediatamente debajo del tejado. Rebuscando, se puede todavía encontrar allí algún que otro buen aficionado.

Andarín. Diestro cuya movilidad ya desearían muchos ganaderos para sus astados. Curiosamente, hoy es el toro el que se para y clava las pezuñas en la arena, mientras el torero se contonea y baila alrededor de él.

Apretarse los machos. Situación que se da en los tendidos entre los aficionados masculinos cuando se cuelga el «No hay billetes» en las plazas incómodas.

Árbol genealógico. Referido a la genealogía de la bravura, este árbol está plagado de parásitos, ramas secas, malas hierbas, etcétera. Su poda y desparasitación es indispensable para que vuelva a fluir por él la savia brava.

Arrancarse de lejos. Actitud reiterativa e inexplicable que toman los aficionados cuando se acercan a las taquillas para comprar sus localidades, aun a sabiendas de que, por descontado, les van a meter un puyazo mediante la estafa más canalla.

Arrimarse. Acción de acercarse a un apoderado eficiente.

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