El País Digital
Martes
7 julio
1998 - Nº 795

FERIA DE SAN FERMÍN

Quebrar con las cortas

Nuñez / Marco , Juli, Ortega


Novillos de Joaquín Nuñez , discretos de presencia, flojos, pastueños . Francisco Marco: tres pinchazos, estocada perpendicular - aviso - y dos descabellos (aplausos y saludos); tres pinchazos y estocada (silencio.) El Juli : pinchazo y estocada perdiendo siempre la muleta (aplausos y saludos); estocada perdiendo la muleta (oreja) Álvaro Ortega : media, rueda de peones y estocada caída (escasa petición y vuelta ); estocada caída -aviso - y dobla el toro vuelta.) Plaza de Pamplona , 6 de julio. 2ª corrida de feria. Cerca del lleno.

JOAQUÍN VIDAL, Pamplona

Álvaro Ortega en el tercero de la tarde
(L. Azanza).
Preguntó el vecino de localidad: "¿Hace mucho que no ve banderillear con las cortas?". "Muchísimo". Siguió: "¿Y banderillear al quiebro?" Parecía un concurso de televisión. Pero he aquí que se hizo presente Álvaro Ortega ¡y llevaba banderillas cortas! No sólo eso sino que quebró el par.

El vecino ponía cara de iluminado, de augur, de Cossío parlante, y la verdad es que no había quien le aguantara. Pidió tabaco y le fue denegado. El vecino probablemente traía el recado de que Álvaro Ortega iba a quebrar con las cortas y se marcó el farol.

Quebró con las cortas Álvaro Ortega a sus dos novillos. Primero citaba de rodillas, antes del embroque ya estaba de pie y el quiebro le salía limpio. Ahí empezó a ganar un triunfo que acabaría perdiendo por sus demoras en la suerte de matar. Y no se limitó a quebrar: se tiró frecuentemente de rodillas, que son triunfos; y en lo que concierte a las suertes fundamentales del toreo procuraba ejecutarlas con ortodoxia. Muy al contrario que sus compañeros de terna, quienes deben de profesar una fidelidad absoluta al toreo moderno y lo practicaron con tenaz insistencia.

El Juli tomó banderillas en el quinto novillo, por si acaso. No fueron las cortas, mas para competir con el compañero quebrador servían y tras un cuarteo prendió dos pares por los terrenos de dentro.

El público aplaudió mucho estas novedosas intervenciones banderilleras y como ya estará corriendo la voz por los mentideros taurinos todo el escalafón se va a dedicar a banderillear por los adentros y a quebrar con las cortas. Es el signo de los tiempos: se imitan tanto los coletudos que en cuanto uno rescata cualquier suerte en desuso, la pone de moda.

Las largas cambiadas a porta gayola están de moda. Lo de porta gayola es un decir, pues define al diestro situado "frente a la puerta oscura de la cueva", y lo que hacen los toreros modernos es colocarse en los medios, bien lejos, para evitar desagradables sorpresas. De estas largas dio una el meritado Álvaro Ortega, que venía pegando.

Los triunfos conseguidos por Eugenio de Mora y José Tomás durante feria de San Isidro han puesto también de moda sendas suertes de su especialidad que influyeron decisivamente en sus respectivas ganancias de trofeos. Los derechazos que instrumentó Mora de rodillas causaron sensación, y muchos toreros -el incontenible Álvaro Ortega entre ellos- los repiten con aleatoria fortuna.

Las manoletinas de José Tomás han recuperado ésta suerte con tanta intensidad que ahora las da todo el mundo. La manoletina es un caso curioso. La manoletina, pase vulgar de limitados valores, hartó a los públicos y llegaron a abroncar al diestro manoletinador. Obviamente a nadie se le ocurría instrumentarla y estuvo prácticamente desaparecida del catálogo durante muchos años. Hasta que vino José Tomás, la dio, y el nuevo público de toros se quedó impresionadísimo. Torear ya es distinta cuestión. Torear reunido y ligado, hondo y puro, eso no está de moda. Francisco Marco muleteó muy compuesto al novillo enormemente pastueño que abrió plaza y estuvo valiente y voluntarioso con el cuarto, que se quedaba corto. El Juli ligó poco y templó menos a los dos de su lote, ambos de encastada nobleza, en el transcurso de unas faenas interminables que arregló con remates pintureros, desplantes para la galería, rodillazos, cosas así, y se llevó una oreja. Álvaro Ortega se arrodilló más que nadie, intentó el toreo bueno, tiró de repertorio, recuperó el quiebro con las cortas para satisfacción del vecino de localidad y pasmo de la afición, y dejó en el público pamplonés el estupendo recuerdo de su pundonor y su valentía.

30.000 personas presencian el chupinazo

LUIS MARTÍNEZ, Pamplona
Se repitió el ritual de todos los años. Más de 30.000 personas abarrotaron ayer al mediodía el centro de Pamplona para presenciar el acto inicial de las Fiestas de San Fermín, el tradicional chupinazo. La encargada de disparar el cohete fue la concejal socialista Concha Fernández de Pinedo, bióloga de 44 años, que recordó al hacerlo al concejal de UPN (Unión del Pueblo Navarro) Tomás Caballero, asesinado por ETA el pasado seis de mayo. "Lanzo el cohete en honor de Tomás y en representación de todas las mujeres", dijo la concejal.

El protagonismo estará a partir de hoy en la Estafeta, una calle sin aceras. Lo dicen los guías turísticos. Lo proclaman los más viejos del lugar. Sobre el papel, no es más que una inocente modificación urbanística a estrenar en las presentes fiestas. Nada más falso. El nuevo aspecto de la más mítica de las calles pamplonesas es una fuente inagotable de teorías. "En todos los encierros, el toro nunca se ha subido al encintado. Con su ausencia, todo va a ser más peligroso", dice un aficionado.

Pese a las polémicas, y a la espera del comportamiento de los astados, una cosa parece clara: el año que viene, el que una de las calles más fotografiadas del planeta carezca de paso para peatones será tradición. De hecho, Pamplona es una fuente inagotable de costumbres milenarias. Cada año, unas veinte.

Ayer, durante la celebración del chupinazo, sólo algún que otro extraterrestre teutón dejó de vestir de blanco riguroso. Cualquiera con poco más de 50 años da fe que ni la vestimenta inmaculada ni los riegos de champán ni los huevos voladores (el cola-cao o el ketchup también valen) para embadurnar a incautos, ni el fuenting desde Navarrería, ni el mismísimo chupinazo de mediodía vienen de los tiempos en que la mili se cumplía con lanza. Todo, por el orden, la pasión y la unanimidad con que se ejecuta, parece que ocurre igual desde los tiempos del jurásico. Sin embargo, apenas les asisten años.

Este San Fermín, la sociedad gastronómica Gazteluleku, sita en la plaza del Castillo, se propone saber cuál es el mejor toro de la feria. De sabor, no de embestida. Cada ganadería lidiada dejará tres kilos del primero de los bureles en manos del cocinero Moisés Leranoz, director de cocinas del hotel El Toro. En total (son ocho las corridas), 24 kilos de estofado. "Tras conocer cúal es el animal más bravo, ahora se trata de elegir al más jugoso", dice Alfredo Sarasa portavoz de la sociedad.

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