El País Digital
Sábado
17 octubre
1998 - Nº 897

Dos lenguas y una calle

Sólo el 31% de los vascos domina el euskera, pese
a los esfuerzos del Gobierno de Vitoria por fomentarlo

NAIARA GALARRAGA, Bilbao
Cuando Leire Bustingorri piensa en su novio, todo lo que le pasa por la cabeza transcurre en euskera. En cambio, si se acuerda de las amigas de su época escolar, las ideas de esta vasca de 27 años brotan en castellano. Y eso que estudió en una ikastola, donde el vascuence era el único idioma que se oía. Cuenta que, al salir al recreo, automáticamente cambiaban al castellano, que se oía y se oye más en la calle.

Profesora de Formación Profesional, en su vida cotidiana usa las dos lenguas oficiales de Euskadi. Salta de una a otra con naturalidad, "dependiendo de con quién hable y dónde esté". Le sale sin pensarlo: en euskera, cuando pasea con su chico por Ondarroa, el pueblo pesquero de Vizcaya al que se ha mudado; en castellano, con su cuadrilla de San Sebastián, donde se crió.

Como Leire, el 31% de quienes viven en el País Vasco conoce bien el euskera, según los datos oficiales de 1996, los últimos disponibles. Esta lengua se abre paso poco a poco en unas calles dominadas por el castellano. Cuatro años antes, un 25% de la población sabía vascuence. Pero, pese al empeño del Gobierno vasco en fomentar su uso, la mayoría (53%) no sabe ni palabra. El resto (16%) está en el amplio tramo que separa el chapurreo de una mínima soltura.

Elena, una bilbaína de 46 años, está en ese tramo. Con 26 a sus espaldas como maestra, acude dos horas a diario a una academia de euskera tras salir del colegio privado donde trabaja. Como ella, muchos profesores. Porque la demanda de enseñanza en lengua vasca se ha disparado en los primeros cursos. Sobre todo, en Guipúzcoa. El interior de esta provincia y la costa vizcaína son aún hoy las zonas vascoparlantes por excelencia. Aunque también es cierto que ya sorprende poco oírla en cualquier ciudad.

El Parlamento vasco es un reflejo de la calle: sólo el 17% de los plenos de esta legislatura se ha desarrollado en euskera. Eso, a pesar de que la proporción de vascohablantes es superior a la media y disponen de traducción simultánea.

En las salas de juicios también la hay, lo que no ha evitado tensiones por la cuestión lingüística, casi siempre en Guipúzcoa. Una docena de vistas han sido suspendidas por el rechazo de un puñado de abogados de la izquierda abertzale a la traducción bajo el pretexto, rechazado por buena parte de los juristas, de que vulnera el derecho a la tutela judicial efectiva de sus clientes vascohablantes. Los juicios traducidos son habituales. Ocurre en Euskadi con algunos de los inmigrantes ilegales.

Excepto los de uno de ellos, los hijos de todos los candidatos hablan vasco. Juan José Ibarretxe (PNV) y los otros dos aspirantes con hijos pequeños, Carlos Iturgaiz (PP) y Javier Madrazo (IU), han optado por que sus niños se eduquen en el denominado modelo D: todas las asignaturas en euskera, salvo Lengua Española. Los de Pablo Mosquera (UA) lo hicieron en el A, en castellano, con el vascuence como asignatura. Nicolás Redondo Terreros (PSE) no tiene hijos y los de Carlos Garaikoetxea (EA) estudiaron únicamente en vasco en una ikastola. Un aprendizaje que exige serios esfuerzos.

Los padres de Gonzalo y Lucía se han visto obligados a matricularles en el modelo B, bilingüe, porque su anterior colegio, el Francés de San Sebastián, cerró el pasado junio por falta de subvención ante su negativa a aumentar las horas de euskera. Su madre, no nacionalista, quiere que lo hablen "porque viven aquí", pero le duele ver el enorme esfuerzo que le está costando a Gonzalo. Con 9 años, todos los días se apura a la hora de comer para ir a las clases extras que le permitirán entender a sus profesoras. "Menos en Matemáticas y Lengua, todo es en euskera", explica la madre. A la pequeña, que ya sabía algo, le ha pillado con 6 años y se ha adaptado bien.

A Elena, la profesora, le pasa lo que a Gonzalo. "Me supone muchísimo esfuerzo aprender ahora euskera". Hace 20 años lo intentó, pero la falta de práctica hizo que lo olvidara. Conoce situaciones "terribles". Elena habla de compañeros que incluso están de baja por depresión ante su impotencia para aprender una lengua tan compleja antes del año 2002 con el fin de mantener sus puestos de trabajo. En su caso, "el sentimiento es contradictorio", dice. Opina que los niños tienen derecho a educarse en euskera, pero admite que ello choca con los de los docentes castellanoparlantes. Incluso Juan José Ibarretxe ha tenido que hincar codos para cumplir uno de los requisitos impuestos por el PNV para aspirar a la presidencia del Gobierno vasco: saber euskera. Los mítines han demostrado que va aprendiendo.

Cada año, el Gobierno vasco libera a 1.175 profesores -el 90% de centros públicos- para que aprendan vascuence. Es parte de la política lingüística, que se financia con 1,5 de cada 100 pesetas del presupuesto de la comunidad. Con mayor o menor intensidad, los partidos nacionalistas defienden la discriminación positiva hacia el euskera. IU matiza que no se debe actuar igual en la margen izquierda del Nervión, donde se habla poco, que en núcleos rurales dominados por la lengua vasca. Socialistas y populares reclaman que este idioma también es patrimonio suyo. Mientras el PSE pide a los nacionalistas que aminoren el ritmo de euskaldunización, el PP propugna que no se exija para trabajar en la Administración autonómica.

Hablar euskera sí es un requisito para servir mesas en el Antzokia, un cine de Bilbao reconvertido en café por varios vascohablantes. Los camareros arrancan en euskera. Cuando el cliente entiende, siguen en ese idioma. Si mira sorprendido, pasan al castellano. Si Leire fuera allí con su novio, pediría las cañas en euskera; con sus amigas de la infancia, en castellano.

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