Ibamos en dirección al Sureste, en búsqueda del Gulf
Stream. Marchábamos despacio. No era tarea fácil remolcar
aquel tronco acondicionado. Abuela hablaba incansablemente, contándome
desde el día que se le trabó el dedo en la moledora de café
hasta el primer beso que le diera Nelson, mi abuelo, a través de
las rejas de la ventana. Nos estábamos acercando al punto donde
la corriente la llevaría a su destino. Aminoré la marcha
del motor y abuela, dándose cuenta que nos aproximábamos,
perdió la efervescencia. Volviéndose algo pensativa, agregó:
--¿Sabes por qué tengo que hacerle compañía
a Sylvia? El beso que me dio tu abuelo era para ella. Yo sabía que
esa tarde pasaría a verla. Hacía tiempo que la andaba rondando.
Me cubrí la cara con un velo de tul y me besó a través
de la tela creyéndose que era Sylvia. Me descubrí el rostro
y quedó prendado de mí. Sylvia murió soltera y sola.
Nunca me lo perdonó. Dicen que mi pobre hermana murió vomitando
estrellas.
--Es-tre-llas? Stars?, dije.
--Sí, estrellas. Creo que Dios le recompensó su sufrimiento
de esa manera. ¿No believe me?
--You can't throw up stars. No vo-mi-tar es-tre-llas!
--Okay, y si te digo que se había tomado antes de morir una
sopa de pollo y estrellas, chicken and estars soup, ¿you believe
me?
--Well, it makes more sense. Not a whole lot, but it makes more sense
that she had soup. Cre-o una po-qu-i-ta más chicken and stars so-pa.
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