Fue una verdadera tragedia,
claro que no tanta como la que suscitió en el rancho ese día.
La fusión de la sangre de Tita con los
pétalos de las rosas que Pedro
le había regalado resultó
ser de lo más explosiva.
Cuando se sentaron a la mesa
había un ambiente ligeramente tenso, pero no pasó a mayores
hasta que se sirvieron las codornices. Pedro,
no contento con haber provocado los celos de su esposa,
sin poderse contener, al saborear el primer bocado del platillo,
exclamó, cerrando
los ojos con verdadera lujuria.
-¡Este es un placer
de los dioses!
Mamá Elena, aunque
reconocía que se trataba de un guiso verdaderamente exquisito, molesta
por el comentario dijo:
-Tiene demasiada sal.
Rosaura, pretextando
náuseas y mareos, no pudo comer
más que tres bocados.
En cambio a Gertrudis
algo raro le pasó. Parecía
que el alimento que
estaba ingiriendo producía en ella
un
efecto afrodisíaco
pues empezó a sentir que un intenso
calor le invadía las piernas. |