Pero Tita era incapaz de recordar
este pequeño detalle ante la intensa emoción que experimentaba
al recibir un ramo de rosas, de manos de Pedro. Era la primera emoción
profunda que sentía desde el día de la boda de su hermana,
cuando escuchó la declaración del amor que Pedro sentía
por ella y que trataba de ocultar a los ojos de los demás. Mamá
Elena, con esa rapidez y agudeza de pensamiento que tenía, sospechaba
lo que podría pasar si Pedro y Tita tenían oportunidad de
estar a solas. Por tanto, haciendo gala de asombrosas artes de prestidigitación,
hasta ahora, se las había ingeniado de maravilla para ocultar al
uno de los ojos y el alcance del otro. Pero se le escapó un
minúsculo detalle: a la muerte de Nacha, Tita era entre todas mujeres
de la casa la más capacitada para ocupar el puesto vacante de la
cocina, a ahí escapaban de su riguroso control los sabores, los
olores, las texturas y lo que éstas pudieran provocar. |
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